En todas las elecciones hay partidos que le ponen trampas para agigantar su valía y humillar a los demás, juego de tronos cuyos verdaderos maestros están en Podemos y en su “superordenador colectivo”, formado por robots y millares de militantes que manejan computadoras día y noche para manipular la información y los datos, y que ellos mismos se llaman "La Guerrilla".
Gracias a ellos Pablo Manuel Iglesias Turrión cambia de la noche a la mañana su doctrina sin que nadie le pida cuentas; al contrario, quienes deberían hacerlo lo siguen como a un gurú.
Ayer era comunista, hoy socialdemócrata admirador de Zapatero; necesitamos la guillotina, soy pacifista; referéndum catalán sí, ahora, bueno...; derogación de la Constitución, sólo reforma; inmigración libre, habrá controles; nacionalización de medios informativos privados, seguirán privados”. Así, todo.
Y La Guerrilla, como la clá de los teatros, y la gente, creyéndoselo. Iglesias Turrión lleva a sus seguidores detrás de su voluntad, cambiante según le interese momentáneamente. Todos estos niños que se creen adultos ahogados tras el flautista de Hamelin.
Es un Caudillo o Conducator izquierdista como como Lenin, Ceaqucescu, como Chávez y Maduro, personajes que comenzaron prometiendo riqueza y justicia y dejaron paupérrimos y aterrorizados a sus pueblos.
El carácter oportunista y populista de Iglesias Turrión se disimula gracias a ese “superordenador colectivo” formado por esos millares de robots y troles –plural de trol, según la RAE—que inundan las redes informativas y sociales defendiendo con la fe de las sectas destructivas las cambiantes ideas del santón.
Manipulan noticias, imágenes, encuestas, siempre para dañar al rival, estafan a todos y parece que nadie quiere darse cuenta y denunciarlo.
El trol, derivado del tröll nórdico, es un espíritu semidiabólico que daña a los incautos.
Está en muchas culturas, como en la de esa madre marroquí que juzgan ahora en Zaragoza por matar supuestamente a dos hijas asfixiándolas para que no le entraran malos espíritus por la boca, esos mismos que asaltan España desde los ordenadores podemitas.
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SALAS