Lo que a primera vista parece la enésima versión de un film de monstruos, con la salvedad de utilizar el folclore local como telón de fondo, puede ocultar más de una sorpresa. Analicemos con mayor profundidad esta película que nos llega de la inspiración de una de las cinematografías europeas más interesantes: la escandinava.
Utilizando como método de presentación el falso documental o la docu-mentira, que tiene como antecedente The Blair Witch Project (1999) y los múltiples trabajos que han optado por este tipo de rodaje, esta película se sitúa en pleno centro de la teoría actual de la conspiración, gobiernos que ocultan la verdad a sus ciudadanos por diferentes motivos, excluido el del interés general, y la constante manipulación de la verdad o de los hechos, realizada sin ningún tipo de escrúpulos por políticos obscuros e incompetentes. ¿Os suena?
Empleando la parodia, el pastiche o la imitación, tan propia del arte contemporáneo, el protagonista no es el habitual héroe musculoso de noche, discreto de día y joven todo el tiempo. Este cazador de monstruos de las leyendas escandinavas perdidas en la noche de los tiempos es, sencilla y llanamente, un funcionario mal pagado, poco reconocido, mayorcito (y lo que queda todavía antes de la jubilación) y que casi trabaja en la clandestinidad. O sea, la versión pública de los contratos precarios tan extendidos en el sector privado que la clase política admite, dada su incapacidad para crear un sistema que compagine trabajo y dignidad e, incluso, mira con buenos ojos, dado que reduce las estadísticas del desempleo. ¿Os suena?
Incluyendo su folclore nacional, diferentes tipos de trol, en los que estos personajes pueden ser buenos o malos, el director opta por los malos, evidentemente. Aquí la invasión no llega en forma de extraterrestres verdes con antenitas sino de sus habitantes nacionales contagiados por una rabia que no pueden controlar. Los recientes acontecimientos de la matanza en Noruega confirman la teoría que, en la mayoría de los casos, el enemigo lo tenemos en casa y puede ser el vecino alto, rubio y católico. Evidentemente siempre es más sencillo culpar al inmigrante bajito, moreno y ateo. ¿Os suena?
Se me olvidaban dos pequeños detalles de este inteligente e interesante trabajo de André Øvredal, otro director a seguir de la última y creativa hornada escandinava. Se trata una vez más del típico cine invisible premiado en festivales internacionales (en este caso, en el BIFFF de Bruselas y en el Neuchâtel suizo), que como es habitual, es casi seguro que no se estrene en nuestro país. Y por último, se trata de ciencia ficción, ¿o no?