En la película, los Bergens, unos bichos malos que son feos a más no poder, celebran cada año una fiesta en la que el menú principal son los Trolls. Pero ellos escapan y viven felices durante muchos años, liderados por Poppy, una risueña princesa. La vida de todos los Trolls gira en torno a tres cosas: cantar, bailar y darse abrazos cada media hora. Y así son felices, la felicidad en estado puro. Positivos, optimistas, coloridos, con unas melenas que ya las quisiera yo para mí y que, además, no solo sirven para estar monísimos, sino que tienen infinidad de usos.
Hasta que los Bergens aparecen de nuevo y se llevan a unos cuantos miembros. Poppy pide ayuda entonces a Branch, un Troll arisco y asustadizo que vive en un bunker y que hace años perdió sus colores; ahora está gris y apagado y no soporta la felicidad contagiosa de Poppy. Juntos emprenderán el camino hacia la ciudad de los Bergens para rescatar a sus amigos, viviendo muchas aventuras y sin dejar de cantar en ningún momento.
Una película muy recomendada, con la que moverás los pies en la butaca del cine. Una cinta en la que comprendemos que “la felicidad está dentro de todos nosotros, solo necesitas que alguien te ayude a encontrarla”. Optimismo y felicidad en estado puro.