Siempre hablamos de nosotros mismos como si fuésemos la leche, vendiendo al resto nuestra mejor versión y tratamos de convencer al otro o a la otra de lo románticos que somos, de lo cariñosos y atentos que podemos llegar a ser cuando nos interesa conquistar a una persona o cuando mantenemos una relación.
Pues bien, yo me considero la persona más idiota en ese aspecto porque jamás me ha importado mostrarme como soy, pase lo que pase (menos cuando no…) Y ahora estoy en un momento de la vida en el que ya no sé que soy más: si estúpida o egoísta.
Jamás me ha costado decir buenos días, buenas noches, enviar frasecitas, chistes, dibujitos, fotos… lo que sea para comunicarme con el otro… Nunca he tenido miedo de decir “me gustas” y jamás he podido callarme un “te quiero”. No va conmigo estar callada (creo que se me nota ¿no?) y además ese tipo de frases se me indigestan… Si hay que decirlas se dicen ¡Que para algo las sientes!
Lo que me inquieta es como funciona ahora mismo la aplicación de “trucos de magia” entre la gente. Todos juegan a que no se les vea el plumero cuando es tan obvio que se les ve la pluma entera….
Mis amigos y conocidos cuando comienzan una relación o conocen a alguien me cuentan si le ven posibilidades, si les parece adecuada esa persona, si cumple con sus expectativas iniciales…. Y de repente ¡Se acojonan!
Si la persona no les interesa mucho pues tampoco se esfuerzan en disimularlo, lo cual me parece honesto y así nadie pierde el tiempo en conversaciones o citas absurdas.
Por el contrario, si esa persona les interesa e incluso si se han dado cuenta de lo mucho que les gusta se sabotean ellos mismos con tantas estupideces y trucos de magia para que el otro o la otra no se enteren de cómo funcionan, de lo que quieren realmente y de cuánto desean a esa persona concreta.
No quieren demostrar interés en demasía por si la otra pasa de ellos o incluso creen que se hacen un favor porque si no verbalizan o si no demuestran con hechos lo que sienten será menos doloroso si no funciona una cita.
Vamos a ver… Si a mi me gusta alguien y no me lo dice, si no me lo demuestra, si juega a que “tengo mucho lío y poco tiempo para ti”, a contestar un mensaje media hora después con premeditación y alevosía (para que yo no piense que está pendiente de mí) porque no es bueno que te tomen por idiota o que piensen que no tienes vida… ¡Pero si yo lo que quiero es que me lo demuestren! ¡Lo quiero yo y lo queremos todos!
Enviar o responder a un simple mensaje se convierte en algo más importante que un asunto de Estado (preguntas 100 veces a todas tus amigas , qué debes poner) ¿Le escribo yo primero? ¿Le doy las buenas noches? ¿Debo mostrarme cariñosa o fría? ¿Le contesto ahora o espero media hora para que no piense que estoy desesperada?
Miles de preguntas estúpidas que simulan burdos “trucos de magia”… No sé si es por temor, por miedo al rechazo o a quedar como una idiota (eso a nadie le gusta) pero si quieres hablar conmigo ¿Porqué no lo haces? Y si me has conocido y me consideras la mujer de tu vida ¿Porqué no lo dices?. Esto es de aplicación para ellos y ellas…¡Que vamos de duros por la vida cuando somos más tiernos que un queso fresco o una lechuga recién comprada en una frutería!
Una vez dos personas se encontraron y los dos se miraban, sonreían, se estudiaban mutuamente dejando que la naturalidad no cumpliese su función de “dejar fluir” y tras un rato conversando uno de ellos se quitó la máscara y dejó encima de la mesa la varita, miró a la chica que tenía delante y le dijo:
“Somos un mago haciendo trucos de magia a otro mago” Los dos sabían perfectamente lo que tenían que decir, cómo tenían que mirar, cuántas veces debían sonreir…¡No eran ellos! Y la verdad me hizo pensar porqué nos empeñamos en ser quién no somos o nos resistimos a sentir.
Con lo bonito que es sentir las cosas: Sentir esas ganas de llamarle y escuchar su voz, querer ser la primera persona que le escriba al comenzar el día, darle las buenas noches con una canción que le guste, enviar un emoticono con un beso, decirle “quiero verte”, decirle ¡Cuánto me gustas!…
Pues preferimos hacer trucos de magia y jugar con la varita. Yo no me explico como se puede ser tan gilipollas de desperdiciar las oportunidades de sentir (que igual que sentimos el dolor y lloramos) ¿porqué no nos permitimos el lujo de sentir el amor, el afecto, el deseo… o todo lo que en ese momento sintamos?
Hablamos de ser sinceros… pues mirémonos en un espejo: ¿Cuántas veces te has vetado a ti mismo? ¿Has contestado al momento o has esperado un tiempo para hacerlo? ¿Le has propuesto salir aún cuando lo estabas deseando o te callaste por no parecer desesperado?
A fin de cuentas y como resultado de tus trucos de magia, de tus silencios y de tus juegos: ¿Ganaste algo?