Para que puedas ganar la batalla y arreglar los desastres culinarios más habituales, a continuación encontrarás varios trucos de lo más sencillo. En esta primera parte, verás cómo solucionar los problemas más comunes: comida muy salada, muy dulce, muy picante, con demasiada grasa o quemada.
Comida demasiado salada
Lo mejor que puedes hacer para arreglar una comida salada es prevenirlo. Para ello lo mejor es añadirle la sal al final de la preparación del plato, poco a poco e irlo probando, para que puedas rectificar si es necesario. Esto es especialmente importante si el plato lleva caldo muy sabroso, jamón, embutidos, quesos, algas, pescados y mariscos.
La solución ideal es incorporar más ingredientes, para que la sal se diluya al haber más cantidad de guiso. Es decir, que si las lentejas para 4 personas te han quedado muy saladas, prepares lentejas para otros 4, esta vez sin sal y que las mezcle después. Es un poco más laborioso, pero salvarás el plato en perfectas condiciones. Además, si es un guiso que puedas congelar, tendrás comida ya preparada para otro día. Si se trata de una ensalada o similar, también puedes equilibrar el sabor salado añadiéndole más ingredientes.
También hay quien afirma que las patatas o zanahorias absorben la sal de los guisos muy sabrosos.
Y otra opción popular es añadir pan tostado, dejando que cueza dentro del guiso durante unos minutos y luego retirándolo antes de servir. Aunque el potencial para absorber sal es menor que en el caso de la cebolla, la cebolleta, el puerro o las patatas.
Platos demasiado dulces
Puedes añadirle una pizca de sal, para equilibrar el sabor.
Otro truco es añadirle un poco de zumo de limón y un poquito de sal.
La grasa del aceite o la mantequilla, también te pueden ayudar a rebajar el sabor dulce.
Combina el plato con otros alimentos que reduzcan el sabor dulce. Por ejemplo, si se trata de un postre muy dulce, incorpórale unas rodajas de una fruta ácida, chocolate amargo o queso fresco. Siempre que encaje con la receta, por supuesto.
Si se trata de guisos salados que te han quedado dulzones, puedes añadirle más salsa, caldo e ingredientes. O incorporarle dados de algún alimento salado, como el bacon, el jamón, croutons, etc.
Muy picantes
Para reducir el picante, siempre puedes añadir más salsa, caldo y/o ingredientes para compensar, esta vez sin picante.
Si te has pasado con el toque picante, puedes incorporarle patata (en puré o en trozos) o harina (de maíz o de trigo).
Los vegetales y frutas con azúcar también te pueden ayudar, como las zanahorias, boniatos, manzanas ralladas, zumo de naranja... Y otros alimentos dulces como el azúcar moreno, la miel, el sirope de frutas o de ágave, etc.
También puedes optar por los lácteos, que rebajarán el picante. La nata, el yogur (griego también), el queso para untar o la leche pueden ayudarte a evitar una comida demasiado hot; siempre que el plato admita esos alimentos, por supuesto.
Otra opción, si le va bien a la salsa que te ha quedado picante, es rebajarla con mayonesa.
En último extremo, acompaña la comida con arroz cocido, pasta cocida, polenta, pan tostado o de pita, tortillas mexicanas, o puré de patata, manzana o garbanzos. Así reducirás la percepción del picante, al comer el plato acompañado de estos alimentos.
Guisos con demasiada grasa
Lo ideal es dejar que el guiso se enfríe, para que la grasa se solidifique en la parte superior y puedas retirarla ayudándote de una cuchara o una espátula.
También puedes añadir un par de cubitos de hielo al guiso al final de la cocción para que la grasa se separe y podamos irla quitando con una cuchara o con un trozo de papel absorbente.
Lo primero que tendrás que valorar es si el plato es recuperable, al menos en parte, o no hay nada que hacer. En ocasiones, el sabor y olor ya ha calado de tal forma en la comida que es incomestible.
Si la comida comienza a pegarse, lo mejor es que cambies el guiso de cazuela inmediatamente. Ten cuidado de no tocar la parte quemada del fondo con el cucharón, porque si la comida no está muy pegada, el sabor no habrá llegado a la parte superior y podrás recuperarla sin mayor dificultad.
Las pencas de acelgas también te ayudarán a mitigar un ligero sabor y olor a quemado en un guiso, incorporándolas cuando veas que la comida ha comenzado a pegarse.
El ácido también mitiga la percepción de la comida quemada. Puedes añadir vinagre de sidra, de vino, de Módena o un chorrito de limón al guiso. Ojo, siempre que la salsa no se pueda cortar con el ácido.
En caso de que se trate de pavo, pollo, carne o pescado al horno, puedes eliminar la zona quemada y utilizar el resto para hacer albóndigas, hamburguesas, croquetas, lasaña u otros platos para reciclar el alimento.
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La primera vez que apareció el post Trucos Sencillos para Arreglar Desastres en Tu Cocina (I) fue en el blog de La Meiga y Su Caldero.
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