1995,
Luisiana, a las afueras de la pequeña ciudad de Erath, se encuentra el cadáver
de una mujer desnuda, en mitad de una plantación de azúcar, con las manos y los
pies atados, con la cabeza introducida entre unos cuernos de venado. Una visión
perturbadora que arremete a los policías, Martin Hart y Rustin Cohle o Rust
como le llaman—Woody Harrelson y Matthew McConaughey respectivamente—. Rust es
el personaje meticuloso, obsesionado y filosófico que dibuja todo aquello que
aprecia en el lugar del crimen, en cambio Martin, es el padre de familia,
responsable de dos hijas, y su mujer, Maggie (interpretada por Michelle Monaghan), que trata de
sobrellevar los problemas de su marido. Pero el caso no se puede cerrar. Ya en
el año 2012 el caso se reabre y ambos policías son interrogados por varios
equipos de investigación debido al enfrentamiento entre ambos que se desarrolló
en el transcurso de la investigación, además de los métodos que utilizaron. Todo
ello es la base de la trama, pero esta serie va más allá, comenzando por los
continuos pensamientos de Rust, tan nihilistas, tan abocados al sufrimiento y
la pérdida de la identidad en las conversaciones con su compañero, «He visto el final de miles de vidas.
Jóvenes, viejos, cada uno tan seguro de su propia realidad, de que su
experiencia sensorial constituye algo único e individual, algo con un propósito
y un significado. Tan seguros de que son algo más que una marioneta biológica.
Bueno, la verdad siempre sale a luz y todos la ven. Una vez que las cuerdas se
cortan todos terminan derrumbándose» entre muchas otras. Para seguir con la
actitudes críticas que tiene con la sociedad y la maldad que se encuentran a
cada paso por los pantanos y las marismas en las por las que conducen, «Creo que la conciencia humana fue un
trágico paso en falso de la evolución. Nos volvimos demasiado conscientes de
nosotros mismos, la naturaleza creó un aspecto separado de ella, somos
criaturas que no deberíamos existir de acuerdo a la ley natural. Somos cosas
que funcionan bajo la ilusión de tener un ser propio, una acumulación de
experiencias sensoriales y sentimientos, programada para asegurarnos que somos
alguien, cuando en realidad nadie es nadie». Por último en el que habla
sobre el modo en el que la historia se repite en el tiempo: «Este es un mundo en el que nada nunca se
resuelve. Alguien una vez me dijo: el tiempo es un círculo plano’. Todo lo que
hemos hecho y todo lo haremos, lo repetiremos una y otra vez. Y ese pequeño
niño y esa niña, estarán en esa habitación una y otra vez, una y otra vez, para
siempre». La
serie también hace referencias a diferentes novelas, Un habitante de
Carcosa de Ambrose Bierce«A pesar
de la ausencia del sol, me pareció que el día debía estar muy avanzado, y
aunque me di cuenta de que el aire era frío y húmedo, mi conciencia del hecho
era más mental que física; no experimentaba ninguna sensación de molestia. Por
encima del lúgubre paisaje se cernía una bóveda de nubes bajas y plomizas,
suspendidas como una maldición visible. En todo había una amenaza y un presagio,
un destello de maldad, un indicio de fatalidad. No había ni un pájaro, ni un
animal, ni un insecto. El viento suspiraba en las ramas desnudas de los árboles
muertos, y la yerba gris se curvaba para susurrar a la tierra secretos
espantosos. Pero ningún otro ruido, ningún otro movimiento rompía la calma
terrible de aquel funesto lugar.» y El Rey de Amarillo de Robert
W. Chambers «No había un alma en el
parque cuando pasé entre los árboles y cogí el sendero que va de la estatua de
Garibaldi al edificio de los apartamentos Hamilton, pero al pasar junto al
atrio de la iglesia vi una figura sentada en la escalinata de piedra. A pesar
mío, me estremecí al ver la hinchada cara blancuzca y apresuré el paso.
Entonces dijo algo que pudo haberme estado dirigido o quizá sólo estuviera
musitando para sí, pero que semejante individuo se dirigiera a mí me puso
súbitamente furioso. Por un instante me dieron ganas de girar sobre los talones
y aplastarle la cabeza con el bastón, pero seguí andando, entré en el Hamilton
y fui a mi apartamento. Por algún tiempo di vueltas en la cama intentando
librarme de su voz, pero no me fue posible. Ese murmullo me llenaba la cabeza
como el denso humo aceitoso de una cuba donde se cuece grasa o la nociva
fetidez de la podredumbre. Y mientras me revolvía en mi lecho, la voz en mis
oídos parecía más clara y distante, y empecé a entender las palabras que había
murmurado.» en los que su mitología se traslada a la serie a lo largo de la
truculenta investigación, además de los exteriores y por las agrestes zonas en
las que traspasa la sensación de angustia en los cada uno de los planos y en
las hurañas gentes con las se cruzan. También se dan en la narración varias
partes en las que resuenan ecos de la literatura de Nocturno de Thomas Ligotti,
«Aliviado tras plasmar estos fragmentos
en una hoja y no sólo en un precario cuaderno mental, donde probablemente
terminarían emborronados y desvaídos, Dregler se echó por los hombros un viejo
abrigo, cerró la puerta de la habitación y bajó unos cuantos tramos de
escaleras por la parte trasera del edificio de apartamentos. Habitualmente
tomaba una ruta zigzagueante, llena de esquinas y callejones, hasta cierto
local que visitaba de vez en cuando, aunque por cuestiones de tiempo (es decir,
para no malgastarlo) optó en esta ocasión por desviarse de su ruta habitual en
varios puntos. Iba a encontrarse con un conocido que no había visto desde hacía
bastante tiempo». Próximamente: True Detective, el policía salvaje y un entorno
hostil (II)