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ALFREDO SERRANO MANCILLA
El poder cambió de manos en Estados Unidos, pero exageramos los vaivenes de los votantes.
El último análisis cuantitativo de Kiko Llaneras en El País nos ayuda a ver un poco más allá del enfoque dominante. Y con rigor y datos, nos permite identificar otras pistas claves para entender lo sucedido.
Indudablemente: ganó Trump. Y ganó por mucho gracias a la regla electoral ‘winner catch all’, es decir, si obtienes un voto más que tu adversario en el Estado (esto sucede en 48 de los 50 estados), entonces, te quedas con todos los representantes en el Colegio Electoral. Trump ganó en la mayoría de los estados, incluido los estados bisagras, y por tanto, su victoria fue aplastante: 312 a 226. Algo parecido le pasó a Biden en el 2020.
Es cierto que Trump en esta ocasión (a diferencia del 2016) también ganó por votos. Pero no deberíamos precipitarnos en afirmar que ganó por una diferencia tan grande de votos. Todavía no se ha cerrado el conteo y es muy probable que la diferencia entre Trump y Harris sea menor de lo que pensábamos hace varios días. Por ejemplo, el martes por la madrugada se afirmaba que había 5 millones de votos de diferencia entre ambos candidatos, y en este momento, luego de tener en cuenta todo el Oeste (con California como uno de los estados más poblados), que votó mayoritariamente a Harris, se achica la diferencia a 3,7 millones. O lo que es lo mismo: 2,6% de diferencia.
Veremos cómo sigue el avance, porque todavía no se ha terminado de contar votos; la mayoría de las proyecciones serias auguran que la diferencia definitiva será entre 1-2 puntos porcentuales.
Como sucede muchas veces, la ansiedad y la precocidad son malas consejeras para estudiar los resultados electorales. Lo adecuado es esperar a que se cierre el escrutinio completo y no quedarse con los datos de un conteo parcial para extraer conclusiones grandilocuentes.
¿Estos nuevos datos significan que debemos subestimar la victoria de Trump? No. Ni mucho menos. Es una victoria contundente y muy significativa. Que además tiene el mérito de tratarse de un candidato que ya dejó de ser outsider y novedad. Trump lleva casi una década como parte de la centralidad política estadounidense y ha obtenido un gran apoyo ciudadano que le consagra de nuevo Presidente.
Sin embargo, tampoco deberíamos de sobreestimar lo logrado por Trump cuando tendemos a aseverar que ha habido un gran vuelco político y electoral de la sociedad en Estados Unidos. Porque eso no es del todo cierto: los demócratas ganaron 51% a 47% en el 2020 y los republicanos ganarían 50% a 48% en el 2024. El vaivén existe pero no es tan grande como se pregona.
P.D. 1. Estoy seguro que si esta victoria (por 50 a 48%) la hubiese logrado un candidato de izquierdas en cualquier país latinoamericano, el marco dominante habría sido otro: país dividido. O tal vez este otro: victoria pírrica.
P.D.2. Es importante considerar además que la candidatura del Partido Verde creció mucho en votos (74,8%); los denominados ‘candidatos independientes’ crecieron en votos (167,5%); y el candidato libertario fue quien bajó (67,4%).
P.D.3. También es interesante tener en cuenta un último dato: Trump obtuvo el 31% sobre el total de estadounidenses habilitados para votar. O sea, su apoyo real es de un tercio de la sociedad. No es poco. Pero tampoco es tanto.