Quería hablar del poder de Wall Street, lobis, élites, meritocracia, de El Gatopardo, de la primera mujer presidente del país más importante del mundo, de avances en la lucha contra el cambio climático, del sistema sanitario... sin embargo, tengo que hablar de un salto al vacío basado en la defensa de la tortuga: ante las amenazas, recógete en tu caparazón y mantendrás tus cosas a salvo.
Como señala Fernando Ónega en El País, a victoria de Trump se produce en un contexto de malestar social, reclamación de mayor fortaleza nacional, irritación con las élites dominantes y descrédito de la clase política tradicional, similar a la de España. Por tanto, nace de la rabia de muchos votantes, especialmente de hombres blancos de ciudades de menos de un millón de habitantes.
En Estados Unidos hay muchos hombres blancos, olvidados del sistema, en el paro o trabajando en precario, ignorados por las élites que dirigen su país, rabiosos contra los inmigrantes a quienes acusan de quitarles el trabajo, hartos de les que llamen incultos, recelosos de las minorías (cada vez son más y más mediáticos), enfurecidos con la deslocalización de la industria y que piensan que el cambio climático y el darwinismo son chorradas. ¡Solo faltaba que les prohibieran llevar armas! Tan solo quieren mantener su orden, su mundo y si para eso tienen que votar a un payaso que sale en la televisión y les promete que mantendrá su espacio vital intacto (familia, moral y fe), pues le votan. Y más, si la otra elección es una mujer, creída, elitista, en la que no confía, instalada en el poder desde hace muchos años y que vive en otro mundo. Al final y al cabo, Trump representa el sueño americano, ese invento hollywodiense en el que se miran todos los americanos, el hombre (o mujer) que triunfa de la nada.
Así, Trump recoge el sentir de gran parte de la población al apostar por el proteccionismo (regido internamente por el libre mercado) frente a la globalización. Es una apuesta por cerrar las puertas a cal y canto al exterior para salvaguardar las esencias.
Su triunfo es la derrota del Partido Republicano, Clinton, Washington (ente abstracto de políticos y lobis alejados de la vida real), de Obama y del Partido Demócrata, de la razón y del famoseo en general. Trump ha vencido a todos, por eso es tan importante su victoria. Es la victoria de las entrañas contra el cerebro, del voto oculto contra el voto culto. Celebrity sin experiencia en política, representa el dicho "que hablen de mí, aunque sea bien, porque mal ya sé que lo harán". Si las dos victorias electorales de Obama hablaban de cambio, esperanza e ilusión, la victoria de Trump habla de recesión y de miedo.
Tal como se refleja en el artículo http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/revolucion-demografica-5602888, los blancos saben que demográficamente están en retroceso y que pronto dejarán de ser mayoritarios. Gran parte del apoyo de los blancos a Trump se debe a ese miedo a los cambios. Pero se trata de una victoria pírrica pues si bien hasta ahora han ejercido un férreo control religioso, cultural y político, su tiempo se acaba. América volverá a ser como en sus inicios, tierra de inmigrantes, de minorías y de nuevas oportunidades sin la prevalencia de los blancos.
Por otro lado, no creo que Trump ponga en práctica todo lo que prometió y el tiempo evidenciará las diferencias entre el Trump candidato y el Trump presidente. Al final y al cabo, no deja de ser una estrella del espectáculo y en el show no todo es verdad...