Director: Hal Hartley
Gracias a esta película que conozco a Hal Hartley. Una vez, viendo la tele, en un canal estaban dando precisamente esta película, aunque iba ya en la mitad, por lo que no la seguí viendo, pero me llamó lo suficientemente la atención para querer verla más adelante. Tristemente, no había información -como el nombre o los actores o el director- que me diera pistas, así que tuve que aprenderme de memoria los diálogos del momento, lo cual hice, para luego ponerlos en google, y finalmente ver a qué película pertenecen: Trust, del 90. Eso fue, sin exagerar, hace unos tres años, y desde entonces que he querido ver a Hartley, pero no lo hice, y dejé pasar todo ese tiempo -cómo es posible, Dios mío- hasta unas semanas atrás, cuando realmente comencé a verlas, y ahora mismo continúo con este ciclo de Hartley que me decidí a llevar a cabo. Como podrán adivinar, esta es la segunda película que hizo Hartley, un año después de su espléndida opera prima, The Unbelievable Truth -no se la pierdan, ya que es el inicio de esta emocionante retrospectiva-. Nuevamente este fascinante director nos entrega una excelente película, aunque algo más oscura que la anterior, pero con las mismas preocupaciones -y sin repetirse-.
Trust trata sobre dos personajes: María y Matthew, cada uno agobiado por sus propios problemas. María está embarazada y abandonó el colegio, y al darle la noticia a su padre -en la primerísima escena-, este cae muerto. Luego de ello, muchas vicisitudes le suceden a nuestra querida protagonista. Por su parte, Matthew es un rebelde, una mente contumaz aburrida de su mediocre trabajo como reparador de televisores, sometido por las reglas dictadas por su padre en la casa donde viven. El elemento en común es que ninguno de los dos sabe qué hacer, o hacia dónde van sus vidas; tan sólo vagan por ahí. Eventualmente, se conocen y desarrollan una singular relación amorosa, más o menos como la vista en la cinta anterior de Hartley, a quien le gusta lo atípico de las cosas típicas de la vida, lo singular, lo único.
Siempre he considerado que Trust es extremadamente similar a The Unbelievable Truth, y claro que inicialmente dicha afirmación alberga mucha verdad, pero finalmente uno se da cuenta de que las varias similitudes que ambas películas comparten no dejan de ser meros hechos circunstanciales, argumentales. Tienen premisas virtualmente iguales, pero es en la diferencia que surge entre ambas historias donde reside aquel elemento que hace que esta cinta no sea una vil repetición de la anterior. Trust es tan única como The Unbelievable Truth. El trasfondo de cada una es completamente distinto, hay una notoria dicotomía en los acontecimientos de cada relato, que es precisamente lo que explicita que, aunque las inquietudes sean las mismas, las respuestas no. Es como si Hartley hubiese cambiado de la primera película a esta, en tan sólo un año. Ya no vemos algo tan idealista como en su opera prima, sino más cruel y desolador, aunque extrañamente tranquilizador. Son los cambios en la mente de un autor.
Para empezar con las similitudes, nuevamente tenemos a dos personajes que al inicio de la película no se conocen en lo más mínimo, ninguno sabe de la existencia del otro. Al igual que Josh Hutton, este sujeto llamado Matthew tuvo problemas con la ley, aunque no fue a la cárcel, sólo al reformatorio -que es básicamente lo mismo, una cárcel para niños agrandados-. Claro que Josh Hutton es un tipo tranquilo, en cambio Matthew es un problemático, tiene una prepotente actitud; al final, la consecuencia es la misma: ambos son temidos por los otros. Por otra parte, tenemos a María, la joven embarazada que discute con sus padres sobre su futuro, incierto y nebuloso para ella así como para su familia. Ambos personajes son unos incomprendidos, vistos como unos parias, unos parásitos sociales. Personas de las que es mejor alejarse, porque su sola presencia significa problemas. Mal que mal, una es una embarazada adolescente, y el otro un delincuente juvenil de mal carácter. Blancas palomas o no, son almas errantes que transitan este mundo en completa soledad espiritual, ya que nadie más los entiende. Nadie más excepto ellos mismos, y cuando se conocen, se dan cuenta de que se entienden el uno al otro. Dos cuerpos que se mueven, orbitan en torno a otros cuerpos con los cuales no están conectados, no están en la misma frecuencia. De repente, una simple atracción los lleva al otro, y dicha atracción pasa a ser algo más profundo que algo corporal. Es una atracción espiritual. La mecánica celeste de las cosas sigue como un elemento en común en estas historias de Hal Hartley, como si estuviésemos destinados a encontrarnos con ciertas personas, nuestras almas gemelas. Sin duda que es bastante interesante, especialmente porque dicha atracción cósmica y celestial no tiene porqué verse como algo amoroso, puede ser nada más que admiración y respeto -aunque hay amor en la admiración y el respeto, tal como dice María más adelante-. Si se enamoran, allá ellos, después de todo, cada persona es y será siempre un solo cuerpo, algo individual eternamente.
De todas formas, estas son las similitudes que surgen de las circunstancias de la premisa argumental. Luego, las diferencias entre ambas películas nos muestran las nuevas directrices de las preocupaciones de Hartley.
Las diferencias comienzan inmediatamente en la personalidad de cada personaje. Matthew, a diferencia de Josh Hutton, no es un buen tipo -y Josh lo es a pesar de haber ido a la cárcel-. Es violento, pedante, engreído, arrogante, no quiere trabajar porque va en contra de sus principios, etc. No es alguien agradable. Y puede deberse a su insoportable padre, en cuya casa Matthew pasa a ser un perrito sumiso, pero los demás no tienen la culpa. María, a diferencia de Audry, es una tipa vulgar e inculta, que nunca ha leído, y que se dedica a comprar ropa de mal gusto, pintarse los labios, y tener sexo con un miembro del equipo de fútbol americano. A veces, realmente parece una puta. Los protagonistas de la opera prima de Hartley eran buena gente desde todo punto de vista que estaban rodeados de personas superficiales. En este caso los protagonistas igual están rodeados de personas desagradables, pero igualmente ellos lo son -sólo que son diferentes a los demás, no son aceptados por ellos, lo cual ya es bastante decir-.
La otra diferencia que hay que mencionar es que en esta película hay un mayor atmósfera de maldad, de personas que deliberadamente hacen daño a otras personas. Maldad por maldad, hacer daño por hacer daño. La última diferencia tiene que ver con hechos específicos de la película, así que no les voy a decir nada. Lo único que voy a mencionar es que esta historia es menos idealista de lo que lo era la película anterior de este director.
En cuanto a la estética de la película, está bastante en la línea de lo que era The Unbelievable Truth, es decir planos sin movimiento en su mayoría, con algunos cuantos en movimiento, composiciones similares, banda sonora similar, -excelentes- diálogos similares, movimientos de personajes similares... los valores narratológicos son muy similares a la cinta anterior. Sin embargo, Hartley utiliza un recurso bastante interesante en Trust: deja en un primer plano a cualquier personaje, y deja que lo demás -acciones y diálogos- transcurran fuera de campo, aunque ocurra ahí mismo. Lo importante es el rostro del personaje central de la escena. Me gustó mucho eso, ya que expresa visualmente lo que es la incomunicación y como se siente: personas que están cerca, pero que no están ahí con el otro, no están en la misma sintonía aunque estén apenas a un paso de distancia. Relacionado a la incomunicación, los diálogos son igualmente poderosos e importantes, ya que en varias ocasiones los protagonistas conversan con otras personas, y cada uno dice algo nada que ver con lo que al otro le sucede. A veces María hablaba sobre su situación familiar, y la otra le hablaba sobre su esposo. En cambio, los diálogos entre Matthew y María siempre están relacionados, los dos realmente se escuchan y entienden, de verdad se pueden comunicar y expresar.
Más allá de las similitudes y diferencias entre esta y la película anterior de Hartley, como una entidad propia, Trust trata sobre las dudas que surgen a partir de una relación entre dos personas en teoría incompatibles, y como dicha relación se convierte en el eje de la vida de cada uno, y como los cambia. Qué son capaces de hacer por el otro, si siquiera son capaces de hacer algo por el otro. Si pueden confiar en el otro, confiar en que van a estar ahí para ayudarse cuando se necesiten. Es interesante ver como van desarrollándose los personajes desde antes de que se conozcan hasta que ya se van conociendo mejor. El cambio de cada uno es intenso, pero me gusta mucho más el cambio del personaje de Adrienne Shelly -nuevamente en una sensacional y bella actuación, tal como ella-, que en la segunda mitad de la película se vuelve fascinante. Su cambio no es sólo físico, es profundamente espiritual, se hace más bella en todos los sentidos. Insisto en esto, de Shelly emana una pureza que no he visto en ninguna mujer en no sé cuánto tiempo, como actriz es preciosa y sensacional, de sensaciones y sentimientos. Encarna perfectamente lo que es vivir, tener dolor, sueños, y decepciones.
Debo decir que la película misma, aunque en su conjunto es fantástica, mejora notoriamente una vez que los dos protagonistas se conocen. Durante los minutos introductorios de la situación de cada uno, en un par de ocasiones me sentí lejano, probablemente por la prepotencia de cada personaje. Demora unos cuantos minutos en arrancar, pero una vez que lo hace, no hay manera de sentirse indiferente. Es genial ver como cada uno cambia gracias a la llegada del otro a su vida.
En conclusión, tenemos una nueva atípica historia de amor, con muchas similitudes con el filme anterior de Hartley, similitudes que virtualmente hacen parecer que estamos ante la misma película, pero que al verla bien es notorio que estamos ante un universo mucho más oscuro y pesimista, aunque ulteriormente es bastante optimista. Una última comparación: The Unbelievable Truth es una película con un pesimismo constante, con un halo de destrucción inminente, pero que cuenta una historia de amor idealizada; por el contrario, Trust es oscura y pesimista, cualidades que invaden la relación de Matthew y María, pero que finalmente, a pesar de toda esa oscuridad, maldad, y pesimismo, tiene un optimismo subyacente mucho más acorde con la realidad, según mi humilde opinión. Cuando vean el final espero que me comprendan. Nunca hay realmente un final, ya que la vida sigue, pase lo que pase, el universo sigue su curso natural, más allá de nuestros deseos e ideas. Algunos se la pasan juntos toda la vida, otros no, pero así es la vida. Acepta lo que viviste, y disfrútalo sabiendo que eventualmente el tiempo lo va a destruir todo. No vale la pena vivir en el mundo de los sueños y las ideas, como lo hacáa Audry en la opera prima de Hartley, mejor es vivir en este mundo, malvado y cruel como es, pero precioso precisamente porque estamos acá en nuestro ahora. María lo entendió.
Aunque sean diferentes, ambas películas me parecen hermosas.
Mismas preocupaciones, diferentes maneras de contarlas. Hal Hartley es un excelente cineasta, gran guionista, y gran director. De verdad, se los recomiendo.
...Gran lluvia de capturas...