Avenida de Logroño 100
28042 Madrid
Habitación: 127
Fecha de entrada: 13/04/2018 Tarifa:
Ubicado a una rotonda de las terminales del Aeropuerto de Barajas, en una calle con muchos árboles y edificios bajos, de escaso tráfico. Una construcción de cuatro alturas, en ladrillo rojizo con cierto aire ochentero, rodeado de jardines y con una generosa plaza delante alrededor de la cual aparcan algunos coches, taxis y el servicio de shuttlle que comunica con el aeródromo. Bajo una estructura metálica con el nombre del hotel encontramos la entrada al establecimiento.
Antes de la puerta giratoria de cristal por la que sale una enorme cantidad de luz fría desde el interior, hay una pequeña zona cubierta bajo un pórtico con varias plantas, macetas - cenicero y una horrible máquina de vending. Dos escalones o una rampa, y llegamos a la puerta. Tras ella el espacio es muy grande. Luminoso y frío. Algo bullicioso. Mármol blanco y rosado en paredes y suelos con algunos detalles en negro. A la derecha y allí mismo encontramos el mostrador de recepción. Hacia la izquierda, y bien hacia dentro encontramos la extensión del hall en dos alturas reparadas con unas barandillas doradas y acristaladas. Al fondo el bar, de donde viene bastante bullicio, el acceso al restaurante y los ascensores. Entre medio varias mesas estrechas con lámparas y varios periódicos a disposición de los clientes, algunos cuadros sosos y un par de televisiones con noticias. Luces redondas frías incrustadas en el techo. Es tarde, pero en recepción no lo parece. Tras el poderoso mostrador en el mismo mármol que el resto y rematado por una placa superior de mármol negro. Tres monitores de ordenador sobre él y algunos folletos del hotel. Al fondo, en letras metálicas el nombre del hotel y algunos relojes. Nos atiende un recepcionista con el típico y tedioso -como casi siempre- trámite de DNI, la tarjeta de garantía, pese a que le avisamos que no estaremos más de cuatro horas. ... Nos asigna la habitación y nos entrega la tarjeta de la llave y un código para el wifi gratuito y veloz que funciona en todo el edificio. Giramos hacia atrás y recorremos el largo hall bajando unas escaleras (también hay una rampa) hacia el bar, que pese a ser medianoche continúa animado. A la derecha, justo antes del bar y en una zona de techo bajo los dos ascensores. Puertas metálicas automáticas. El interior correcto, con luces oscuras y un espejo. Algunos carteles con información del hotel.Al salir del ascensor hay un amplio recibidor con una ventana al exterior y un par de butacas algo trasnochadas. La luz sigue siendo fría, aunque algo menos que en la recepción. Se abren dos puertas a los pasillos de las habitaciones con unos cartelitos indicando los números de habitaciones a los que dan acceso. Entramos en un pasillo ancho, con suelo de madera bien cuidada. Luces puntuales indirectas. Paredes recubiertas con poderosas maderas oscuras, serias y rigurosas. Puertas de madera algo más clara. Pomos modernos dorados con manivela.
Tras la puerta, suelo de moqueta marrón oscuro haciendo cuadritos bastante limpia y cuidada. Paredes pintadas en claro. A la derecha, la ranura de la tarjeta que activa las luces. De frente, un pasillo que termina en una puerta que aísla el dormitorio. A la izquierda cuelga de la pared un cuadro clasicote. A la derecha, la puerta del baño. Una luz, quizá poco cálida, en el techo ilumina la zona. La sensación es elegante y cálida, porque la calefacción nos recibe encendida en una noche fría. Se maneja desde un display digital muy sencillo: encendido, apagado, potencia (con modo auto) y una rueda para seleccionar la temperatura. Funciona perfectamente y es poco ruidoso. Aunque no lo suficiente como para dormir con él encendido.
En la pared del fondo, cubierta por un foscurit y un visillo ambos en blanco y ambos algo destartalados (que además no se cierran del todo en el centro) hay una gran cristalera que da acceso a una terraza vacía con vistas a la puerta principal. A su lado, una butaca tapizada en tela color crudo con motivos vegetales y una mesa de centro redonda de madera.
Un largo cabecero de madera, también rojiza como el escritorio, recibe las dos camas. Sobre él, un cuadro alargado con motivos arquitectónicos clásicos. Las camas son blancas con la parte de los pies de color turquesa. Dos almohadas en cada una. De distintos grosores y medidas. Cómodas, como la cama. Vestida con suave lencería y un ligero nórdico. Junto a las almohadas hay una postal de la cadena con una foto de Madrid. A cada lado de la cama hay una mesilla de madera con tapa de cristal. Sobre ellas: el teléfono, unos caramelos, un bolígrafo de colores, un punto de libro. En la otra, el mando de la televisión. Encima de las mesillas hay sendas lámparas de metal y pantalla también cruda. Dan una luz bastante cálida, en contraste con la fría luz de los puntos del techo, aunque insuficiente para leer o trabajar en la cama. Un montón de interruptores puestos en vertical en el cabecero nos permiten apagar todas las luces del dormitorio y del pasillo. Junto a ellos también hay un enchufe disponible para cargar los aparatos electrónicos.
El descanso no es complicado. Aunque quizá estamos demasiado cansados. La luz de la calle (por la noche la iluminación del edificio) se cuela un poco por la rendija de las cortinas y a primera hora de la mañana empieza a molestar el ruido del motor del shuttle que ofrece servicio de traslado al aeropuerto. En general el hotel es tranquilo en la zona de habitaciones y aunque la insonorización interior no es brutal, no molesta.
Calidad/precio: Servicio: 6Ambiente: 6.5
Habitación: 8
Baño: 8
Estado de conservación: 7
Desayuno:
Valoración General: 7.5