La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai
En esos días, semanas, épocas... en que no sabes cómo te sientes pero sí que no te sientes bien, que algo no encaja, que falla un resorte en el mecanismo que destapa tu alegría... en esos días, semanas, épocas... siempre me acuerdo de ese icono de la cultura universal que Hokusai plasmó en su más famosa estampa: La gran ola de Kanagawa.
Me veo diminuta en esa frágil embarcación, a punto de ser sepultada por esa montaña de líquido salado, nevado en las cimas de espuma. Recuerdo que hace muchos años, estando casada todavía, nos fuimos a vivir a Tenerife, aunque al final las cosas se complicaron y solo estuvimos tres meses. En aquel tiempo, tenía una pesadilla recurrente. Unas veces el episodio onírico acaecía cuando estaba nadando en el mar, cerca de la playa; otras lo veía venir desde la arena negra, como lo es en casi toda la costa de la hermosa isla.
Veía cómo la muralla de agua crecía frente a mí, y comprendía la inutilidad de huir. La angustia me hacía despertar, con el pulso disparado y la mente confusa. Mis sueños fueron premonitorios. Las cosas se torcieron y tuvimos que recogerlo todo deprisa para volver a Madrid. Mi exmarido tenía un don para complicarnos la vida de las formas más rocambolescas. Pero esa es otra historia.
Por ahora solo me acuerdo mucho de esta estampa japonesa. Si los sueños empiezan, me tendré que preocupar.