Callos, durezas, ampollas y rajones varios son el día a día del kendoka. Aunque entrenes sobre tarima, cambiar de suelo durante un curso asegurará la jubilación de los farmacéuticos cercanos al pabellón anfitrión y los fabricantes de esparadrapo de la región. Yo en mi bolsa llevo gel de ducha de Mercadona en un bote reciclado de enjuague bucal, y el último maquillaje que compré me dura desde 2011. Ahora eso sí: entre los pocos lujos que me permito es hacerme la pedicura y visitar cada pocos meses al podólogo.
Muy a menudo pensamos que hacer callo es beneficioso para la práctica del kendo y que no conviene tener la planta demasiado tierna. Como todo, eso es verdad hasta cierto punto: no te vas a morir por una ampolla ni por dos docenas, pero no nos va a beneficiar nada tenerlas ahí. Lo mismo ocurre con las durezas: las hiperqueratosis no dejan de ser más que acumulaciones de piel muerta (que crean una capa de queratina, de ahí su dureza). Cuanto más roce o fricción más crece la callosidad y más se endurece. Si se crea callo puede acabar teniendo uno de esos picos que se endurecen hacia la capa interior de la planta del pie. Y en un curso o entrenamiento intensivo pueden acabar por abrirse grietas o heridas. Hacerte el macho (o la macha) no mejorará tu fumikomi. Para hacer kendo hay que esforzarse, no sufrir.
“¿¿Pero quién traía el Compeed??”
Cierto tipo de callosidades revelan algún problema de pisada o de carga:por eso es bueno que te vea un podólogo de cuando en cuando. Puedes darle a la piedra pómez todas las noches para mantener las durezas a raya, pero yo soy más bien inconstante. Lo que sí utilizo cada día, precisamente por recomendación de mi podóloga, son cremas con urea.
La urea es un compuesto químico que participa en varios procesos orgánicos de nuestro cuerpo. Está presente en la orina y las heces, pero también en el hígado y en los huesos. Sintetizada, se emplea como fertilizante y también en muchos usos cosméticos, ya que la urea está relacionada con los procesos de retención de líquidos, al impedir la pérdida de agua por la piel. Al conservar el agua, por así decirlo, impide la desecación y previene el aumento de las descamaciones. Es un compuesto queratolítico: elimina el exceso de las escamas de queratina que forman el callo.
Las cremas cosméticas de supermercado suelen tener una concentración de urea alrededor del 5%. Las de uso farmacéutico suben a un 20% o un 50%, pero más no siempre significa mejor. Hay que tener cuidado con cremas de alta concentración de urea, que pueden eliminar tus callos… y todo lo demás. Es mejor que tu podólogo te recomiende una de estas en función de cómo te vea.
Hay algunas consumidoras que la rechazan por considerarla demasiado acuosa: no es el caso, y de hecho es más densa en aplicación que la dermiurea. Ésta deja cierta sensación de polvillo una vez se absorbe: por eso es un producto algo incómodo para los callos de las manos. Hay cremas de manos con urea en el mercado, pero lo cierto es que de momento me apaño con mi hidratante corporal o, en caso de necesidad, del tarro de Nivea que tengo para los kotés.
Uno de los souvenirs que me he traído del curso de Eiga sensei en Gandía han sido unas grietas hermosísimas producto del cambio de suelo. Ya estoy hidratando a tope, pero la visita a mi esteticista, Su Si, es cuestión de horas. Su Si lleva diez años en Vallekas y ha puesto de moda entre mis vecinas las uñas decoradas y el tinte de pestañas, del que me cuenta que era especialista en Shanghai. No puedo lucir una de sus obras de arte en las manos y ya me da rabia, pero mi kendo duele mucho menos gracias a ella y a Eva, mi podóloga.