Pero la red sabe mucho de nosotros, más de lo que imaginamos. Y dependiendo de en qué manos caiga esa información, puede no ser, o ser, preocupante. No nos extraña que las páginas que visitamos nos ofrezcan ofertas de viajes tras haber realizado una búsqueda sobre una ciudad con atractivo turístico. Eso es sólo parte del precio que pagamos por un acceso "gratuito" a la información. Pero al igual que nuestro rastro es utilizado para fines comerciales, puede ser utilizado para cualquier otro. No es extraño que al hacer una entrevista de trabajo, el entrevistador sepa de antemano a qué dedica el tiempo libre o a quién vota su aspirante. Hacienda ha anunciado que rastrea hábitos de los ciudadanos para buscar defraudadores, lo que deja entrever que los gobiernos, aun democráticos, controlan la vida digital de sus administrados.
El fotógrafo ruso Egor Tsvetkov decidió comprobar el alcance de nuestro rastro digital cruzando dos simples técnicas: hacer una foto en la calle a un desconocido y contrastar esta imagen con una herramienta de reconocimiento facial. El resultado es que aproximadamente el 70% de las personas entre 18 y 35 años son reconocidas e inmediatamente la red arroja gran información sobre ella. Sin duda, esta noticia deja en entre dicho nuestra privacidad y debería hacer que nos replanteáramos qué datos personales exponemos en la red.
alfonsovazquez.comciberantropólogo