Hace muchos años leí la siguiente historia que me hizo reír bastante:
Llegaba un hombre a casa después de un difícil día de trabajo y se encontró con el peor panorama posible. Tan solo bajarse del automóvil, encontró la puerta principal de par en par.
Al ingresar a su hogar vio todo como un basurero: platos y ollas estaban sucios en el lavaplatos, los niños corrían y hacían barullo por todas partes, el perro había escapado. Había ropa sin lavar, cojines y basura tirados a partes iguales por toda la primera plata; y las cosas no mejoraron conforme iba caminando por toda la casa.
Subir las escaleras fue un reto y llegar a su habitación aún más. Mientras lo hacía, se iba llenando de una intensa furia, pero no se decidía a gritar para llamar a su esposa, pues parecía que ella no estaba en casa.
El corredor del segundo piso y las habitaciones eran una repetición de lo que había visto abajo. Así que muy enojado, entró en la habitación matrimonial para rumiar el malestar a solas. Sorpresa se llevó cuando no más entrar vio a su esposa tirada en la cama durmiendo con tapones en los oídos y tapa ojos.
Su rabia subió de tono y muy enojado, sin soportar más comenzó a gritar:
pero ¿¡Qué has estado haciendo todo el día?!
Ella, con una sonrisa ladina dibujada en su rostro, se quitó los tapones de oído y tapa ojos y le respondió:
pues como tú no haces más que decir que yo me quejo de estar cansada todo el día y me quedo en casa sin hacer nada, pues eso hice hoy: ¡NADA!
Las cosas van cambiando
La anterior es solo una anécdota que encontré hace años por la red, pero con sinceridad aplica para quienes consideran el trabajo de casa algo así como «de baja categoría».
Hace unas 3 ó 4 décadas era normal que la esposa se quedará en casa al cuidado de sus hijos, mientras que el esposo se dedicaba a trabajar fuera de casa. Nada malo o reprobable había en ello, pero como todas las cosas, la realidad social cambió. Así, las mujeres comenzaron a luchar con más ahínco por tener más libertad profesional y estabilidad financiera. Fue con esto que se hizo habitual que salieran de forma similar que los hombres a trabajar. La carga aumentó para ellas, pero igualmente se sentían realizadas.
La realidad es que las parejas donde ambos salían a trabajar, tuvieron que adaptarse a esa situación. Fue así como los hombres tomaron un rol más activo en sus hogares y en la vida de sus hijos, y las esposas comenzaron a hacerse más responsables económicamente de los gastos de la casa.
Y sí, para muchas personas las cosas cambiaron, sin embargo para muchos otros no. Lo curioso de todo es que así como antaño la mujer que salía a trabajar era vista como una «mala madre», ahora la que opta por ser ama de casa es vista como retrógrada que patrocina el machismo de su pareja.
Es real que en la actualidad se armoniza el hecho de que una mujer o un hombre decida ser amos de casa en lugar de salir a trabajar. La situación es que ambos roles: el de proveedor como el de mantenimiento del hogar son importantes para una familia, son dignos de respeto porque el uno no es sin el otro.
El valor de cada oficio
Como decíamos, ambos trabajos el de fuera de casa como el de puertas adentro valen mucho. No debe haber ningún tipo de razón para poner a uno por encima del otro. Así como tampoco hay nada de malo o reprobable en el que sea el hombre quien se queda en casa mientras la esposa labora fuera del hogar; siempre y cuando ambos estén de acuerdo y no haya ningún tipo de maltrato, ¿por qué no?
¿Que si se le debe pagar un sueldo al cónyuge que se queda a cargo del hogar?, pienso que no habría nada de malo en reconocer esa labor. Pese a esto, si quien labora fuera del hogar provee más allá de lo básico, colabora en su tiempo libre en las labores de casa, y se esmera por dar una buena calidad de vida a su pareja, creo que el tema del sueldo puede quedar en un segundo plano.
Lo que sí cabe destacar es que cuando una pareja decide formalizar su relación, ambos deben tener claro el nivel de participación al interior de la familia. Con todo, las cosas siempre van a ir cambiando con el paso del tiempo; por esto, deben tener la mente abierta a todas las posibilidades. Lo que jamás debe cambiar es el respeto y valor que se le debe otorgar a la labor del otro dentro del hogar, la pareja y la familia.