La libertad es un lujo que no todos pueden permitirse, dijo Otto von Bismark allá por el siglo XIX. Nada más lejos de la realidad, casi dos siglos después seguimos hablando de casos de esclavitud en todas sus formas, una aberración que se va renovando y reciclando en el tiempo hasta que hemos acabado acuñando el término de “esclavitud moderna”. Y siempre pagan los que menos tienen. En otra publicación dijimos que Asia es una niña esclava y de nuevo nos encontramos ante otro episodio brutal: la explotación y maltrato de mujeres que se desplazan a Hong Kong para realizar tareas domésticas.
Una trabajadora doméstica indonesia sostiene el contrato engañoso por el que fue abusada en Hong Kong / Amnistía Internacional, Norma Kang Muico
Miles de mujeres procedentes de Indonesia están sometidas a una brutal esclavitud doméstica en Hong Kong sin que ninguno de los dos gobiernos tome medidas, según el informe “Exploited for Profit, Failed by Governments” publicado por Amnistía Internacional. Se ven obligadas a emigrar ante una situación de total precariedad en su país, bajo la promesa de un trabajo muy bien remunerado como trabajadoras domésticas de familias hongkonesas. Pero cuando llegan a la región china descubren el engaño: sus empleadores las controlan las 24 horas del día, además de maltratarlas física y verbalmente, abusar sexualmente de ellas, dejarlas sin comer y obligarlas a inyectarse anticonceptivos. Además, también son maltratadas por las familias para las que trabajan, según indica el mismo informe. En cuanto a la explotación, trabajan una media de 17 horas diarias y muchas no reciben el salario mínimo establecido en Hong Kong (unos 500 dólares estadounidenses al mes), por no decir que sus empleadores les cobran mucho más de lo establecido por la ley.
Atrapadas por un engaño
En Indonesia, antes de emigrar, estas mujeres tienen que firmar un contrato en inglés (una lengua que la mayoría no comprende) según el cual se comprometen a dejar un depósito de casi 3.000 dólares como garantía de que no dejarán su trabajo. Así, cuando llegan a Hong Kong se ven obligadas a sufrir en silencio todo tipo de maltrato, por miedo a que su contrato les sea rescindido por quejarse. Para más inri, la ley hongkonesa estipula que estas trabajadoras deben abandonar el país si no encuentran un nuevo empleo en un plazo de dos semanas tras la finalización de su contrato. El depósito, sin embargo, contrasta enormemente con el salario que perciben, de tan solo 460 dólares al mes, de media. Por no hablar de las mujeres que no pueden pagarlo y deciden endeudarse, con lo que emplean todo el salario de sus dos primeros años de trabajo en saldar su deuda.
Mientras tanto, los gobiernos indonesio y hongkonés no toman medidas efectivas para atajar el problema de la esclavitud doméstica. De hecho, las respectivas agencias de contratación y colocación poseen licencias gubernamentales, a pesar de saberse que engañan y explotan a las mujeres saltándose los límites establecidos por la ley. Es una de esas cosas que todo el mundo sabe, pero que por algún motivo nunca salen a la luz. Preguntémonos por qué. Amnistía Internacional, por su parte, ya pidió a ambos gobiernos que apliquen cuanto antes el convenio de la Organización Internacional del Trabajo sobre las trabajadoras domésticas, y también acaba de entregar - junto con la Confederación Sindical de Hong Kong, la Federación Internacional de Trabajadores Domésticos y la ONG Walk Free- 103.307 firmas al gobierno de Hong Kong contra la explotación de estas mujeres.
En Hong Kong hay más de 300.000 inmigrantes que son empleados domésticos, la mitad procedentes de Indonesia y casi todos son mujeres. Pero, aunque son la mayoría, no solo son las indonesias quienes sufren esta situación de esclavitud. La directora ejecutiva de la organización dirigida a trabajadoras emigrantes Bethune House Migrant Women’s Refuge, Edwina A. Antonio, asegura que “muchas empleadas domésticas procedentes de Filipinas, Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia, son abusadas”. Y asegura que, a pesar de todo, hay mujeres “valientes” que deciden romper su contrato, pero porque realmente “están en situaciones insoportables”. Nos podríamos imaginar de todo, pero la crueldad siempre supera los límites de cualquier fantasía y se ceba con los más débiles, los millones de esclavos que todavía hay en este mundo.
CLÁUDIA MORÁN