Tú, pequeña gran superpotencia

Publicado el 08 mayo 2012 por Diebelz

Suspiraba con agonía. "Volvemos a la realidad", sentenciaba a mi costado. Nada más partir el aire en el umbral de mi portal, un gélido aire nos compungía. Allá afuera, bajo oscuros nubarrones nos esperaban los titulares desangrando tristezas en las cafeterías, en nuestras pantallas. Eran llantos metálicos procedentes de una aldea palestina, de algún enjambre de ciudad enloquecida por los semáforos, el frenesí desatado por los coches y en cuyos oscuros rincones se urdían afilados dientes. Eran aullidos de desesperación surgidos en campos de refugiados, llantos de niños atrapados en lejanos continentes, dolores enclaustrados en perdidas ciudades. La clepsidra de nuestros calendarios nos expulsaba del dulce entreparéntesis y nos vimos presos en horarios, apilados papeles, imposiciones. De pronto nuestros rostros perdieron el color que pincelamos en la noche y la sonrisa invernaba ante los rugidos, las leyes, los altos cargos que nos gritan y desamparan nuestros pasos en un alelado ir y venir. Nuestros cabellos cobijaban el reflejo de la desesperación, la agonía de nuestras inocentes yemas por no hallar resuello ante los temores de las agendas, los números rojos, las tareas que parpadean constantes frente a blancas pantallas; la soledad envuelta en una tibia oscuridad, los ojos lamentando el envés, el cuerpo embebido por el goteo de las agujas del reloj. De pronto, la realidad superó a la ficción. Ahora, cruzo un portal tapizado por rendijas y resulta que, tras ellas, lo primero que contemplo es la sede azulada del partido gobernante, el PP.  Vivimos tiempos oscuros, tiempos donde la zona cero extiende sus manchas oscuras por todas nuestras ciudades. Me hallo cabizbajo frente a mi portal y suspiro en soledad nuestra agonía como todas las mañanas: "volvemos a la realidad" Desconozco el futuro en estos tiempos de incertidumbre. Pero en ocasiones me detengo frente a la puerta y una mano del pasado se envuelve con la mía. Es un dique que me aprieta y cobija en su palma una huída hacia la luna. Su sonrisa vuelve a crecer y me contagia. De pronto las rendijas y la sede han desaparecido. Nos carteamos sin sellos besos de despedidas y encuentros, noches donde un beso pedía un beso y la timidez se anidaba dulcemente en mis entrañas. Tu mano en mi mano, tu sonrisa en mi sonrisa. Tú, mi amor, pequeña gran superpotencia, me despertabas -y yo te despertaba- de esta realidad cada vez más sólida, robusta, que carcome nuestros sueños. Tú y yo, como un poema de Benedetti, éramos -y somos- el embate ante los nubarrones, la paleta que hacía -y hace- posible otro mundo posible con batallones de sonrisas, con fragatas de caricias, con  obuses de dulces palabras.