Estoy en la edad en la que todo a mi alrededor respira, expira, suspira y sueña con bebés. Mi Facebook está repleto de la primera foto, el peluche favorito, las mamis pro lactancia, las que sufren porque deben regresar a trabajar y dejan a sus pequeños de 3 meses en una guardería, que si el pañal desechable no que mejor el pañal de tela y así, post tras post.
Hace un par de días una amiga muy querida me mandó vía whatssapp la prueba en video del primer gateo de su pequeño. Además de la gran sonrisa que dibujó en mi rostro, la emoción fue mayor al escuchar su voz entrecortada diciendo –ay mi amor tu primer gateo, vente mi vida, vente, pero que bonito mi amor, muy bien mi amor– ¡UFF! veo el video una vez más y me sigue estrujando todita. 00.21 segundos en los que para ella, no hubo nada más importante que él.
Imagen / Pinterest
Cuándo estás por nacer ya tienes a toda la parentela esperando por ti. La mamá, pues la mamá ahí está, pujando, luchando, sufriendo pero vamos para los parientes ella no es la importante. Ellos van a verte a ti, a sacar tu primera foto y escudriñar tu rostro hinchado para así identificar el gen ganador. Que si los ojos del papá que si la sonrisa de la mamá que si la abuela tenía los mismos rizos, etc.
Cuando llegas a esta vida, te conviertes en el centro de todas las miradas y comienza la carrera de la primera vez.
La primera vez que sonríes, la primera vez que lloras, la primera vez que cagas, la primera vez que te da reflujo. Y así hasta que comienzas con más monerías como decir agu gu gu, risitas, jugar con la comida hasta llenarte la cabeza de papilla, tu primer gateo, tu primer diente, tu primera caminata, tu primera caída, tu primer día de cole, tu primer gol.
Con tanta primera vez, los papis andan locos tomándote fotos y video. Tienen que tener el testimonio de cuanta monería haces. No caben de felicidad y en el trabajo, en la reuniones familiares o en las salidas con amigos no esperan ni dos segundos para enseñar el acervo fotográfico o bien para contar tu última hazaña.
Imagen / Flickr
Eres la estrella de la casa, el héroe, el artista, el mejor y desde ese momento, tus papás se convierten en TU PRIMER GRAN FAN.
Te vas haciendo mayor y como que la cosa va cambiando y ya no hay tanta foto. Quizá sólo encuentres la de tu graduación y esas cosas escolares que a veces parece que es lo único importante. Pero tus monerías, tus sueños alcanzados, tus logros, esos rara vez los encuentras encima de la mesita de noche. Y lo que antes les emocionaba a tal grado que lloraban, hoy se convierte en un –a que bueno m´hijo–
Hay padres que ni siquiera conocen la carrera de sus hijos. Los hay los que no saben ni en qué trabajan, o qué les gusta, o si tienen algún hobby. Sólo saben que les va bien y que quizá son exitosos (lo miden por la casa en la que viven y el coche que traen). Los hay los que viven en tremenda decepción porque sus hijos ahora adultos no tienen un trabajo de lo que estudiaron.
Quizá la comunicación resulte fundamental en esta fórmula pero aún así, tal parece que los papás dan por hecho que haces las cosas bien y es como si todo eso que en un inicio los hacía sentirse orgullosos porque era la “primera vez” ahora que eres mayor pues ya pasa desapercibido. Ellos te ven bien así que mientras no comentas fechorías pues ya ni se inmutan. Porque eso sí una vez que comentes un error ay dios ni quien los pare. Pero eso, eso lo dejamos para el otro post. (Ensayo y error)
¿Qué pasa? En qué momento como padre dejas de admirar a tus hijos o en qué momento eso que antes te sorprendía y te llenaba los ojos de lagrimas aunque tú no lo hicieras ahora está mal visto simplemente porque eso que hoy hace tu hijo no es lo que tú querías que hiciera.
Por ahí dicen que amar es aceptar las diferencias. Quizá tu hijo no es el abogado que querías pero es informático, quizá tu hijo no es el médico que la familia esperaba pero es maestro. Quizá tu hijo no es EL EXITOSO licenciado, ingeniero, y la lista continua pero… ¿qué sabes tú? Lo más seguro es que sea exitoso en lo que hace y tú, ni enterado.