Tu sangre en mis venas. Poemas al padre.Edición de Enrique García-Máiquez.Editorial Renacimiento. Sevilla, 2017.
“Quizá el golpe de la muerte, que abre de par en par la puerta a unos sentimientos largamente comprimidos y a unas conversaciones postergadas, explique un llamativo aspecto formal de la antología: la frecuencia de poemas -torrenciales, la abundancia de versos más o menos libres y una expresión a menudo más suelta de lo habitual. Hemos mencionado el sentimiento de culpa o la impresión frente a la muerte; pero no olvidemos el sentimiento de orfandad. «Se canta lo que se pierde»; y, entre lo perdido, la protección que emanaba del padre”, escribe Enrique García-Máiquez en el prólogo de Tu sangre en mis venas. Poemas al padre, el título que inaugura una nueva serie de antologías temáticas en la Editorial Renacimiento.
Desiguales en altura poética, dispares en hondura emocional y en alcance literario -como es lógico- y variados en tonos y enfoques, los poemas de esta amplia selección conforman un conjunto representativo del tema del padre y sus múltiples variaciones en la poesía hispánica moderna, desde Unamuno a la actualidad.
Al amparo de la memoria o el sueño, se suceden en estos versos elegíacos la evocación del pasado, la descripción física o la necesidad de reconciliación con los propios recuerdos, los vacíos y las heridas.
Están en estos versos César Vallejo y sus “dos viejos caminos blancos, curvos. / Por ellos va mi corazón a pie”; Luis Rosales y el recuerdo de su padre: “cabal, irrevocable y generoso”; el Manuel Alcántara que se recuerda de la mano de su padre en aquel Niño del 40 que musicó inolvidablemente Mayte Martín: “Un tranvía de sol con jardinera”; o el padre de Fernando Ortiz, que regresaba a sus sueños para no hablarle; el olor taciturno del invierno en la evocación sombría de Eloy Sánchez Rosillo; el descenso al inframundo de Luis Alberto de Cuenca para reencontrarse con su padre guiado por Virgilio; el sueño de un café con espejos y espejismos de Abelardo Linares; el espléndido inédito –El inexistente- de Felipe Benítez Reyes o el machadiano recuerdo del padre -niño de nueve años- en un emocionado poema de Antonio Praena: “toda la fuerza de tu vida / ha estado en la inocencia y en ser bueno.”
Y a veces también la mirada entre amarga e irónica de Javier Salvago en el potente Cerca del cielo:
A aquella tabernucha la llamaban«Cerca del cielo», por los altos techosque cobijaban a los parroquianos.Misterios del azar: al tabernerolo apodaban «El tío de la nube»,por la mancha del ojo. Si ahora vuelvohacia allá la mirada, puedo vera mi padre, feliz, cerca del cielo–sólo por el poder que tiene el vinode pintar de colores lo que es negro–apoyado en la barra, rodeadode amigotes juerguistas y risueños,cantando por fandangos y alegrías,sin respetar la noche ni el letrerode «Se prohíbe el cante». Y puedoverme también a mí, sentadosobre un alto barril –apenas tengoocho inocentes años–tiritando de frío,muerto de hambre y de sueño,avergonzado,cerca del infierno.
Santos Domínguez