Llegamos a Tudela recién estrenado el año 2016. Fue nuestra elección para pernoctar tras visitar las Bardenas Reales, que fue nuestro objetivo en este viaje aprovechando el día festivo del 1 de enero y del que ya os hablamos en el pasado. Como era la siguiente visita al plato fuerte (el curioso paisaje de las Bardenas era un lugar que llevaba mucho tiempo queriendo conocer), nuestras expectativas no eran demasiado altas, además de no haber preparado nada especial e ir improvisando sobre la marcha. También llegábamos algo cansados y resacosos, sin esperar demasiado y quizás fuera por eso que al final nos sorprendió. Cruzando el río Ebro a la entrada de la ciudad, nos adentramos en ella, aunque esperamos un poco a conocerla tras una siesta rehabilitadora.
Cuando nos pusimos en pie, buscamos la zona antigua, que fue la que más nos llamó la atención. El día estaba apunto de caer, pero aún pudimos apreciar la Tudela vieja, respirando un ambiente de pueblo que contrasta con sus más de 30.000 habitantes en la actualidad. Lo mejor fue pasear sus callejuelas, fijarnos en las fachadas y en los edificios antiguos y pasear tranquilamente. Y de esa zona, encantadora, nos paramos un poco más en la plaza de la Catedral, el monumento más imponente de Tudela.
Los catamos en un par de bares de la plaza, pero no merecen mucho la pena, así que rastreamos Internet en busca de una opción segura. Llegamos así al bar José Luis, donde podemos elegir entre un montón de propuestas con una pinta increíble. Aquí, otra vez, como en la capital navarra, volvemos a dejarnos llevar por la gastronomía del lugar y comemos por encima de nuestras posibilidades.
Tras una vuelta al monumento y divisar de nuevo el río Ebro o las cercanas montañas, decidimos emprender la vuelta. No sin antes quedarnos bastante sorprendidos viendo a una creyente disfrutar en su teléfono móvil de una canción religiosa de Navidad. Me parece un momento entre espiritual y extraño, pero yo, agnóstica convencida, vuelvo pronto a disfrutar de otras cosas que me tocan más de cerca, como son las vistas de la ciudad.
Nos despedimos ya, pues toca coger el coche y seguir el camino. Respirar aire puro por última vez nos ayuda a continuar la marcha.
Datos prácticos:
*Cómo llegar: Llegamos a Tudela en coche, sin ninguna complicación. Hay que tener cuidado al aparcar, ya que si infringes una norma, como es normal (valga la redudancia), no perdonan. Lo digo por experiencia.
*Dónde dormir: Nosotros nos alojamos en el Hotel Santamaría, una opción correcta y bastante aceptable. Tenía todo tipo de servicios y un servicio muy amable que te ayudaba en todo, pero no esperéis algo especial. Precio: 62 euros la noche.