Tull en el Empire Pool, 1973

Publicado el 19 julio 2011 por Bitacorock


Posiblemente hoy nos cueste retornar mentalmente a esas épocas de los '70 en las que el público consumidor del rock en la Argentina sólo tenía dos caminos para imaginar lo que los notables exponentes ingleses del género serían sobre un escenario: 1) escuchar un disco en vivo o, 2) leer la crónica de algún show celebrado en Estados Unidos, Europa Occidental o tal vez Japón.

Eso era todo. Y a eso nos ateníamos. Hoy parece impensable, porque aun cuando dichas bandas no vinieren, se sabe que las instancias de tal o cual concierto ganan la platea de YouTube en el mismo momento en que se apagan las luces del escenario.

Pero hace 35-40 años era diferente, y por eso eran tan esperadas mes a mes las crónicas que la revista "Pelo" solía publicar en sus páginas. Esta vez vamos a entretenernos con el relato de un concierto de Jethro Tull de 1973 en el Empire Pool de Wembley, Inglaterra, en ocasión del estreno de su nuevo álbum de entonces, la pieza conceptual "A Passion Play".

La nota de "Pelo" es interesante por varios motivos. Aunque no se precisa la fecha exacta de este concierto, una rápida consulta al sitio web "The Ministry of Information" nos permite asegurar casi con certeza que se trata del doblete llevado a cabo el 22 y 23 de junio del '73. No es arduo deducirlo, ya que una oportuna aclaración en el mismo sitio web da cuenta de que "estos son los shows que fueron flagelados por los críticos británicos, cuyos futuros reviews de Tull proseguirían en la misma tesitura". Bien, pues este es el caso de la presente crónica, porque lo que hoy se contempla como un hecho anecdótico en su momento hizo historia.

No puede aventurarse cómo fue en realidad la performance de Tull durante esos conciertos que despertaron tanta controversia. Pero lo que sí es innegable, incluso 40 años después, es que más allá de cualquier crítica "A Passion Play" es un auténtico clásico tulliano.


"Pelo" Año IV
Nº 42 - Septiembre 1973
pp. 28 y 29

¿CÓMO ESTÁN, JUECES?

El grupo de Ian Anderson siempre tuvo problemas con sus críticos. Esta nota, precisamente, es de un prestigioso crítico inglés que asume ese problema y se ve en la difícil posición de criticarlos a pesar de amarlos. La crítica está dirigida sobre "A Passion Play", la última obra de Jethro anticipada en Argentina a través del programa "Algún Día".

Una hora y media de sólida y buena música de Jethro Tull en el Empire Pool, en Wembley, habría sido suficiente para mandar a más de un fan contento a su casa. En cambio, una maratón demasiado larga, sobre-producida, causó el efecto contrario y afectó seriamente la reputación del grupo.

"The Passion Play" [sic], que constituyó la primera parte del recital, y que es la base del último álbum de Tull, fue una desilusión. Y algunos errores tácticos llegaron a tal punto que los temas finales, como "My God" y "Locomotive Breath" se convirtieron en una prueba de "aguante" para los que estaban sentados en las duras plateas del Pool, en vez de ser una compensatoria experiencia musical.

Como respetadores de Jethro Tull, nosotros habíamos esperado no tener que caer en el clamor general de críticas que los han rodeado durante los últimos meses. Tull siempre ha sido un grupo ubicado en los niveles más altos; han pasado largas horas presentando perfectas actuaciones escénicas, y música, letras y volumen excelentemente arreglados, y por eso ahora parece totalmente ridículo tener que decir una sola palabra de protesta o crítica adversa.

Estamos seguros de que Ian Anderson siente lo mismo. Mientras saluda a la grande y estática audiencia se inclinó elaboradamente hacia el lugar donde estaban ubicados los críticos y dijo: "¿Cómo están? Panel de jueces, siempre ganan ustedes, al final."

Vamos Ian, no peleeemos [sic]. Cualquier grupo puede sobreactuar, cometer errores o perder un momento su línea. Las críticas que se le hacen a Tull en este momento son puramente constructivas, y no tienen de ninguna manera intenciones intolerantes o despiadadas o dogmáticas.

En primer lugar, hay que dejar bien claro que el recital al que aludimos fue un éxito en cuanto a la terrible cantidad de gente que estaba presente para verlos y escucharlos tocar. La audiencia aplaudió a rabiar cuando aparecieron sobre el escenario y acompañó casi todos los temas golpeando el piso con los pies, siguiendo si ritmo con las manos. Era la primera vez que veían al grupo en vivo después de casi un año y estaban dispuestos a disfrutarlo lo más posible.

Después de esperar un buen rato, empezó por fin "The Passion Play" [sic]. La música parecía rápida y poderosa, con una innovación: Ian tocó el saxo soprano, con gran habilidad y considerable facilidad, lo que agregó una nueva dimensión tonal al sonido del grupo. Jeffrey Hammond-Hammond, el bajista, apareció en el escenario vestido con traje y con un sombrero Panamá, con una tonta manera de caminar, que parecía una parodia de les movimientos naturales de un músico inspirado por su música.

La batería dirigía cada cambio, cada acento, como si estuviera persiguiendo la línea principal, y su efecto dentro del sonido general era bastante parecido al de la banda de un circo que va siguiendo los movimientos de un acróbata. Y de repente empezó a ocurrírsenos que esta música era muy pobre, en realidad. La cosa no radicaba en que la complejidad era exasperante, sino en que la estructura ya no era un vehículo de la expresión: era fría y completamente exenta de emoción alguna.

Las letras, o la historia, de "Passion Play" no comunicaban un comino: hacia el final, todavía nadie tenía la menor idea de qué se trataba.

Parte de la obra se mostró en una película, filmada en color, y presentando a los miembros del grupo con una compañía de ballet. Al público en general no le gustó, y a nosotros tampoco, pero un colega que piensa que todo el show fue simplemente terrible, comentó que ésa había sido la mejor parte, lo que por lo menos demuestre que las opiniones pueden diferir a veces.

El film tenía una excelente fotografía, ¿pero qué quiso decir y cuál fue su importancia con respecto a la obra? Creo que si la mayoría de nosotros hubiera sabido que íbamos a ver una simple película habríamos ido e un cine cualquiera, a ver un film que realmente tuviéramos ganas de ver, porque éste, en realidad, tenía menos sentido todavía que "200 Moteles", de Zappa.

De ahí en adelante regresamos a Ian cantando sus interminables, desconcertantes letras, y a una singular carencia de buena improvisación o real melodía por parte del grupo.

Después de que finalmente terminaron con "Passion Play", la banda empezó a relajarse y a mejorar. Y Ian empezó a dirigirse a la gente con ese agudo ingenio suyo que siempre impacta de alguna manera. A un tipo que lo miraba, por ejemplo, le dijo: "¿Sí, señor? ¿Está todo bien, señor? ¿Qué es lo que desea? "¿Thick As A Brick?", ¡Perfecto!". Después le dijo a la audiencia que estaban todos con muy buen aspecto, y que él se sentía muy contento de estar nuevamente en Blackpool. Cuando el pianista John Evans se dirigió corriendo hacia el piano, y se cayó en el camino, realizando una perfecta vuelta hacia adelante, lan casi hizo morir a todo el mundo de risa al afirmar: "Es difícil creer que hace esto casi todas las noches".

Ahora iba a aparecer por fin el verdadero Jethro Tull y alrededor de las diez y cuarto (el recital había empezado a las nueve) la gente gozó del primer momento disfrutable. Un brillante solo de flauta, interpretado por Ian sobre "Thick As A Brick", estuvo tan lleno de vida, de invención y de alegría, que hizo sentir que "Passion Play" era algo completamente muerto. Ian estuvo impecable y todo el grupo recibió una ovación por esa entrega, tan esperada desde que empezaron a tocar, tan excitante.

Parecía como si un nuevo espíritu de creatividad instrumental estuviera infiltrándose en el grupo. Barriemore Barlow siguió con un excelente solo de batería, al final del cual el grupo interpretó un pasaje de "Aqualung".

La banda dejó el escenario, para volver a hacer un bis. Ian presentó entonces a Martin Barre, que ejecutó un solo de guitarra, después del cual tocó el piano el extrañamente extraño John Evan. Con su traje blanco y su corbata roja, tocó de una manera curiosamente fría, con un estilo perverso, clásicamente entrenado, donde la ocasional introducción de notas de jazz "blues" suena casi pintoresca.

Finalmente, las luces se apagaron. Tull ya no estaba sobre el escenario. El show había terminado.

Cuando salimos del teatro, nos sentimos incómodos, con una especie de tormento interior. Las discusiones sobre los méritos y la calidad de la presentación iban a abundar, pero nuestra conclusión final es que este show tendría que haberse realizado en un teatro apropiado para lograr un efecto mejor y una mayor satisfacción.

Antes de que Jethro Tull salte a través de su próximo espejo, podrían parar un poco, y mirar, larga y detenidamente, hacia ellos mismos. La respuesta, mis amigos, está soplando en la flauta.

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