En resumen, una ciudad que nos ha sorprendido de verdad, y cuando digo de verdad es de verdad. Con signos de cultura parecidos a los nuestros como el vermú acompañado por los aperitivos y que sirve como excusa para reunirse con los amigos y pasar un buen rato charlando. Y el chocolate, que te lo ofrecen sobre todo en las cartas de los cafés en una mezcla de esos dos productos. Pero sobre todo, la casi ausencia de turistas. Salvo una pequeña concentración en las zonas más céntricas en los alrededores del Palacio Real, es verdaderamente difícil encontrar alguno. Eso nos permitió vivir la ciudad en su ambiente más auténtico, algo casi imposible de encontrar en otras ciudades italianas. Como anécdota unos italianos (supongo que de otra región) nos preguntaron por donde se llegaba al Viale Roma y nosotros les indicamos por donde llegar. Se quedaron un poco perplejos que unos turistas españoles les dijeran sin titubear por donde ir, y no debieron quedar muy convencidos ya que les vimos preguntar a otros. ¡Ay! hombres de poca fe..la indicaciones nuestras era buenas.
Piazza de San Carlo
Galleria Subalpina
Museo del risorgimento situado en el palacio barroco de Carignano
El castillo medieval
Estación de tren Porta Nuova