Bajamos del auto y escuchamos voces. Eran pocas y entonaban unas plegarias. Cuando nos acercamos vimos a varias personas salir de una casa de piedra. Cada una llevaba algo: flores, banderas o un pequeño altar. Luego supimos que eran María, Enrique y sus vecinos, que casi todos los días, al atardecer, repiten el ritual del rezo en las distintas casas de la zona.
Respetar estas tradiciones y compartirlas con los visitantes forma parte de la idea de turismo campesino que comenzaron a desarrollar los pobladores de la zona.
“La zona” son localidades rurales dispersas, de unas pocas casas diseminadas por las montañas, en las que los productores agropecuarios y artesanos decidieron unirse en cooperativas y abrir las puertas de sus casas y actividades a todo aquel que quiera conocerlas.
María y Enrique viven en El Divisadero, a unos pocos kilómetros de Cafayate. Llegamos a su casa gracias a Ismael, que fue quien nos permitió presentarnos con nuestro proyecto social en unas escuelas rurales cercanas a la ciudad. Llegamos con una docena de facturas y muchas ganas de escuchar la historia del lugar. Ismael es el hijo mayor de la pareja y uno de los que más se entusiasma al contarnos de qué se trata la iniciativa.
“El turismo campesino es vivencial, es que los campesinos y artesanos de la zona puedan mostrar y compartir sus costumbres y conocimientos a los viajeros que compartan los mismo valores que nosotros, que quieran un mundo más equitativo, que viajen con el corazón y sean respetuosos de otras culturas y paisajes”.
Después de una rica merienda, Enrique nos invita a conocer la habitación que construyeron en la parte más alta del terreno “para que la gente de todo el mundo pueda disfrutar del hermoso paisaje en el que crecimos nosotros”, aclara y se le llena la voz de orgullo.
Subimos por una pendiente algo pronunciada y apreciamos las hermosas vistas desde esa habitación. Nos imaginamos pasar una noche allí, con un cielo cubierto de estrellas y amanecer con los rayos de luz golpeando en la ventana.
“Nosotros les ofrecemos el alojamiento, la comida tradicional de la zona, los invitamos a cocinar con nosotros y a participar en alguna otra actividad, como tejer en telar o elaborar dulces”. Eso sí, lo primero que me aclara es que no hacen turismo aventura. “Acá la gente viene a desconectarse de verdad”.
A partir de este emprendimiento y la creación de la Red de Turismo Campesino de los Valles Calchaquíes, muchas parejas como María y Enrique pueden tener otro ingreso y estar en contacto con personas de todo el mundo. Además de El Divisadero, otros parajes o pequeñas localidades que forman parte de la red son El Barrial, Payogastilla, Corralito, San Luis de Chuscha y San Carlos, entre otras.
“Para nosotros es una alegría poder hacer esto, nos rejuvenece y podemos mostrar nuestro trabajo”, cuenta Enrique mientras se aleja con Tahiel (se hicieron amigos enseguida) para ir a ver a las cabras y darles de comer.
“El viajero que elige la oferta de nuestra cooperativa, elige ser compañero de la autogestión campesina, promotor del turismo responsable y equitativo, socio del comercio justo, amigo de la naturaleza y aliado del buen vivir de las comunidades campesinas”.
Información práctica
La oficina central se ubica en Calle San Martín Medidor 560, San Carlos.
El mail es infored@turismocampesino.org
Y pueden ver fotos, conocer la historia y leer más en www.turismocampesino.org
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