Tenemos una suerte enorme. Twitter tiene menos poder del que nos pensamos los adictos a este ecosistema. De lo contrario la sociedad viviría sumida en una contínua cortina de humo creada a base de rumores, declaraciones y manipulaciones.
A la comunidad de tuiteros le queda mucho todavía para madurar. Aceptamos cualquier mensaje sin contrastar la realidad, sin consultar las fuentes. La inmediatez es quien manda cual prima de riesgo.
Y luego pasa lo que pasa, que una declaración de un político se toma como si fuera una ley aprobada y entramos todos a generar ruido en torno al tema, desviando la atención de otros temas realmente importantes y sobre el que ese mismo político no tiene la solución.
Y cuando la prima de riesgo aprieta, cuando Valencia pide la intervención, sale otro político haciendo unas simples declaraciones, porque son sólo eso, declaraciones: ni leyes, ni reformas, ni decretos… Por ahora sólo son declaraciones sobre una posible reforma de la Ley del Aborto, y allá que vamos todos de cabeza a criticar a Gallardón, al PP, al Gobierno, a la Iglesia…
Hasta hace poco eso era habitual, pero en estas fechas de poca información que se pueda utilizar para distraer a la opinión pública, recurrir a las declaraciones polémica se está convirtiendo ya en un vicio.
Anoche mismo sucedió otro caso, en esta ocasión en boca de la cantante Marta Sánchez que encontró la solución a la crisis recomendando a la gente que trabaje más en lugar de manifestarse tanto. Justo en ese momento se producían declaraciones de los gestores del Banco Central Europeo que condeban a España a la intervención total y que recomendaban a Grecia que abandonase por fin el Euro. Pero de eso no te has hecho eco, verdad? Quizás ni te has enterado mientras hacías chistes de Marta Sánchez.
Y es que en Twitter somos así. Nos consideramos la salvación de la sociedad de la información, presumimos de ser los que estamos más informados y antes que nadie. Pero es todo tan frágil y fácil de manipular que toca hacer un poco más de autocrítica y ser más consecuente con lo que se comparte sin contrastar la información.