Coppola es una cita indispensable del actual cine invisible. Un cineasta que ha pasado por todo en una carrera tipo montaña rusa: desde la promesa de ser integrante del nuevo Hollywood de los años 70, hasta realizar una obra maestra a los 29 años con El padrino (1972), sufriendo los mayores reveses del público, disfrutando de los honores de la crítica con otra de sus joyas, Apocalypse Now (1974), abandonando el cine durante 10 años, de 1997 a 2007, para dedicarse a sus viñedos o regresar para concebir proyectos cada vez más personales, alejado de los grandes estudios y libres de cualquier presión estética o comercial.
Casi han transcurrido 50 años desde su primera película, Dementia 13 (1963), número añadido porque ya existía otra con idéntico título, bajo las órdenes del magistral productor, Roger Corman, mago del bajo presupuesto y la alta inspiración. Esta producción irlandesa, en blanco y negro, ponía en escena una de las obsesiones recurrentes del cineasta: la muerte de una joven, ahogada en un lago, en un escenario gótico inquietante, un antiguo castillo supuestamente embrujado, repleto de malos presagios y una familia angustia por esta pérdida.
Twixt parece una versión actualizada del universo de las pesadillas coppolianas. De hecho el director cuenta haber soñado en Estambul esta historia en 2009: una joven muerta (Elle Fanning), un escritor sin inspiración (Val Kilmer) ayudado por el sheriff, fanático lector de sus novelas de vampiros (excelente Bruce Dern), en una inhóspita ciudad con un hotel encantado y muchos fantasmas (niños asesinados por un reverendo o, el mismísimo Edgar Allan Poe, que le echará una mano al alcohólico novelista).
Coppola escribió su primer guión para Dementia 13, y sin saberlo, también su peor pesadilla, antes de que sucediese en la realidad. En el verano de 1986 su hijo mayor murió ahogado y Twixt recrea en parte hoy, lo que ya anunciaba Dementia 13 en 1963: la obsesión del cineasta por la protección de la familia y su defensa ante todo y todos. De hecho, la saga de El padrino o Tucker, un hombre y un sueño (1988, año en que Coppola añadió Ford a su nombre) no son más que los esfuerzos, sin límites, de paterfamilias por crear un universo mejor para todos sus allegados; Peggy Sue se casó (1986) indaga sobre la posibilidad de recomponer la pareja, o incluso, en la versión final de Apocalypse Now (1979), lo que el director insertó fue el pasaje de intento de preservar, de nuevo, a la familia de una guerra que acabará por destruirlo todo.
Resulta sintomático que su hija, Sofia Coppola, centre todas sus películas justamente en el efecto contrario: la afirmación de la propia personalidad fuera del ámbito familiar; ya sea en Lost in traslation (2003), con Charlotte alejada de su marido y desvelando su verdadero carácter, María Antonieta (2006) intentando defender su poder y opciones personales independientemente de su condición de reina o el actor de Somewhere (2010) recobrando la suya gracias a su hija.
Twixt dividirá, sin duda alguna, al público y a la crítica por su mezcla de géneros, temas y absoluta libertad: gore, vampiros, misterio, cine negro, gótico, la peligrosa juventud del lago que recuerda La ley de la calle o Rebeldes (1983) o hasta sus momentos de comedia. Y este aspecto constituye la mejor aportación y la novedad de la última aventura de Coppola. Un irónico humor, corrosivo, delirante, próximo a los hermanos Coen y muy inteligente.