La cojonuda actuación de Tyler Bryant & The Shakedown (a partir de ahora, TBS, como en los contratos) como teloneros de GN'R -no se me enfanden sus fans, pero vaya bajonazo a continuación con el coñazo de Mark Lanegan-, a pesar de la escasez de minutaje y medios técnicos que acompañan a las bandas que abren para una vaca sagrada en un show de estadio, con un Tyler dueño y señor del enorme escenario, arengando a la masa sin cesar, ya hacía presagiar que un concierto de TBS en sala pequeña iba a ser algo grande. Que Guns N' Roses, que el rock duro reuna a 40.000 personas en un recinto, en 2017, es un bonito anacronismo. Ser testigo de ello mola. Pero el espectacular concierto de TBS en Rocksound, esta vez sí, uno de los conciertos de mi vida -"exagerao!", me espetan mis colegas- fue la confirmación de que mi sitio -y del RN'R- está en los clubs. No voy a extenderme. Tyler Bryant, a sus 25 años, "lo tiene", sencillamente vi a una estrella brillar. Pero sus Shakedown, en los que destacan su incendiario batería, un tipo que se pasa buena parte de la actuación de pie y que termina aporreando el bombo entre el respetable, y la guitarra secundaria de Graham Whitford -hijo de Brad de Aerosmith-, no se quedan a la zaga. Puro éxtasis hard-rockero, tíos. Con bandas como TBS, Honeymoon Disease o Jetbone -todos ellos han arrasado Rocksound en los últimos meses-, formadas por tíos/as menores de 30 años, uno se pone optimista con la salud del RN'R. Aunque la media de su público se acerque a los 50.
La cojonuda actuación de Tyler Bryant & The Shakedown (a partir de ahora, TBS, como en los contratos) como teloneros de GN'R -no se me enfanden sus fans, pero vaya bajonazo a continuación con el coñazo de Mark Lanegan-, a pesar de la escasez de minutaje y medios técnicos que acompañan a las bandas que abren para una vaca sagrada en un show de estadio, con un Tyler dueño y señor del enorme escenario, arengando a la masa sin cesar, ya hacía presagiar que un concierto de TBS en sala pequeña iba a ser algo grande. Que Guns N' Roses, que el rock duro reuna a 40.000 personas en un recinto, en 2017, es un bonito anacronismo. Ser testigo de ello mola. Pero el espectacular concierto de TBS en Rocksound, esta vez sí, uno de los conciertos de mi vida -"exagerao!", me espetan mis colegas- fue la confirmación de que mi sitio -y del RN'R- está en los clubs. No voy a extenderme. Tyler Bryant, a sus 25 años, "lo tiene", sencillamente vi a una estrella brillar. Pero sus Shakedown, en los que destacan su incendiario batería, un tipo que se pasa buena parte de la actuación de pie y que termina aporreando el bombo entre el respetable, y la guitarra secundaria de Graham Whitford -hijo de Brad de Aerosmith-, no se quedan a la zaga. Puro éxtasis hard-rockero, tíos. Con bandas como TBS, Honeymoon Disease o Jetbone -todos ellos han arrasado Rocksound en los últimos meses-, formadas por tíos/as menores de 30 años, uno se pone optimista con la salud del RN'R. Aunque la media de su público se acerque a los 50.