Creador: Gideon Raff
Otra serie de FX que acaba su temporada, y sin pena ni gloria, vale la pena agregar. Quizás les suene el nombre del creador de "Tyrant", pues es el mismo que creó "Homeland", aquella serie que es como una montaña rusa: va de espectaculares altas a inclementes bajas, para volver a subir y seguir en esa espiral de irregularidad. "Tyrant" es similar, pues su piloto es bastante bueno -no la gran cosa, no al nivel del piloto de "The Leftovers"-, aunque su desarrollo posterior deja mucho que desear. Le serie en sí misma deja mucho que desear, y la verdad habla por sí solo el hecho de que a estas alturas, un par de semanas después de transmitido el final de temporada, todavía esté al borde del abismo la renovación. Yo sabía que muy enganchado no iba a quedar, pero aún así me siento disconforme y un tanto decepcionado -un tanto, pues ya entienden que no esperaba gran cosa-. Además, por algo me demoré en comenzar y terminar de verla: mediocridad es la mejor palabra para definir esta primera y quizás única temporada de "Tyrant".
Bassam Al Fayeed es hijo del gobernante, líder o presidente -como quieran llamarle da lo mismo, pues sería un eufemismo para dictador de un gobierno totalitario- del ficticio país de Abuddin, ubicado en Oriente Medio. Sin embargo, de adolescente Bassam abandonó su tierra natal pues la vida se le hacía insoportable, especialmente por su padre. Ya de adulto y como responsable doctor, esposo y padre, decide asistir, no con muchas ganas, a la boda de su sobrino, boda a realizarse en la tierra de la que huyó en sus años mozos. El retorno a Abuddin estará marcado por las típicas rencillas familiares como por todo el tejemaneje político de un país que no destaca mucho por su democracia.
Husein, Gadafi, Mubarak. No es nada difícil notar por dónde van los tiros en "Tyrant": todos los nombrados vieron sus gobiernos caer frente a ellos, y, de manera más brutal dependiendo del caso, sufrieron distintos tipos de castigos -encarcelamiento, ejecución, asesinato post-sodomización-. Y la razón de todo esto es sencilla: los tiempos han cambiado y la población ya no es tan temerosa o, en el peor de los casos, sumisa como solía ser hace no muchos años atrás. Los medios de comunicación han hecho maravillas y la gente ha encontrado en las redes sociales un poderoso aliado -que, por mucho bien que haga, también es una navaja de doble filo-. Nada más vean toda la situación en Egipto. La conclusión es clara: los totalitarismos ya no tienen por dónde sostenerse, a menos que Estados Unidos sea tu aliado, en ese caso, y dentro de dudosos pero amplios límites, puedes hacer lo que quieras en el poder, caso contrario, despídete de tu trono, oh maldito tirano. Pero no vayamos tan lejos, pues el rol de Estados Unidos no es tan, tan fundamental en "Tyrant", que nace de la premisa que se puede inferir de toda la palabrería previa: ¿Cómo sostener un gobierno totalitario en estos tiempos en los que supuestamente todo se sabe? Engañar a la gente ya no es tarea sencilla -y mucho menos cuando todos pueden saber los lujos en los que viven los gobernantes y la pobreza en la que vive la mayoría de la población. ¿Han visto las fotos de la mansión de Gadafi?-.
En el presente caso, Abuddin es el país gobernado, durante no-recuerdo-cuántas-décadas-exactamente, por la familia Al Fayeed, cuyo líder hace lo suyo con mano firme, asesorado por el general Tariq -hermano del presidente-, cuya mano de hierro es temida y legendaria. Bassam y Jamal son los hijos, herederos del poder -más bien Jamal, que es el mayor-, y como el hijo del segundo se casa, el primero y su familia deciden viajar para asistir a tan sublime ceremonia. Y, como ya señalé previamente, este retorno no sólo hace que Bassam lidie con su problemática vida familiar, sino que también lo introduce en el tejemaneje político de su tierra natal. Y el aspecto político no puede ser más complicado considerando todo el tema de las redes sociales y que, luego de mucho tiempo, líderes opositores se han decidido a protestar y luchar por lo que dicen son los derechos del pueblo. Familia, política y negocios: la vida le cae encima al buen Bassam.
Algo que se puede rescatar de "Tyrant" es que su discurso no peca de ingenuo: en estos casos suele retratarse a los líderes gobernantes como seres sin alma ni corazón ni humanidad. Claramente hay y han habido casos de dictadores que parecen cumplir cabalmente todo lo anterior, pero en la mayoría de los casos son simples humanos como tú o como yo, que ante el prospecto e influencia del poder, se dejan llevar y terminan siendo y haciendo lo que todos conocemos. Y esa es la gracia: son humanos. Lo entretenido sobre los humanos es que si tomas a un sujeto, por muy normal y buena gente que pueda parecer, y le das algo de poder -no sobre un país, pero sí sobre un pequeño grupo de personas-, puede terminar siendo un completo imbécil. Los Al Fayeed son violentos, chapados a la antigua, inestables, conflictivos, superficiales y discriminadores, pero también son padres preocupados de sus hijos, esposos preocupados de sus esposas, y humanos temerosos de cualquier tipo de daño que se pueda sufrir. No es que Raff, el creador, los defienda ni exculpe de todo, pues ahí tienen el gobierno de Abuddin y su triste historia salpicada con su buen par de acontecimientos de lesa humanidad, pero no cae en la burda simpleza de mostrarlos como viles monstruos. Y para ello también vemos a los opositores que ponen bombas y cosas así, en toda su imperfección anti-idealización. Nadie es perfecto ni merece un culto que lo sacralice. Más allá de lo que tengan -dinero, poder, fama, etc.-, estos personajes no son ángeles ni santos ni blancas palomas.
Eso es lo que quería rescatar de "Tyrant", que, dejando de lado aquello y otra cosa que mencionaré dentro de poco, no tiene mucho más que ofrecer y, por consiguiente, nada en lo que destacar.
El peor problema de "Tyrant", el que hace que no sea nada memorable, es la manera en que está desarrollada la historia, organizado el relato. Para empezar, no tiene realmente una consistencia durante los diez episodios de la temporada, porque hasta el episodio siete todo era completamente olvidable. Puede que decente y aceptable, pero que se va al baúl del olvido de inmediato. Puede que corra peligro al afirmar que no hay una línea clara que guíe al relato, pues yo no creo firmemente en aquello: al contrario, pienso que una serie o una película puede perfectamente sobrevivir sin tener un conflicto central ni nada por el estilo. En ese caso, el principal soporte sería el elemento emocional -"Rectify" es una serie que destaca por ésto: no un storyline preciso, pero sí una progresión emocional potente-.
Pues buen, sumado a la carencia emocional de la serie, durante gran parte de la temporada -los siete primeros episodios, para ser exactos- la trama va dando tumbos de una cápsula argumental a otra, sin poder establecerse en una para saltar a la otra inmediatamente, lo que tiene el consabido peligro de olvidar elementos usados en cápsulas anteriores -elementos tan importantes como personajes que claramente no desaparecerían así como así, a menos que estén en una serie mediocre como ésta-. En pocas palabras, digamos que la trama cae en mini-historias completamente prescindibles, pues con el paso de los episodios, uno se va dando cuenta de que todo iba a llegar, de una forma u otra, al final que nos muestran: la sorpresa se va perdiendo perpetuamente y la trama pierde naturalidad y fluidez. Es lo que suele pasar con historias que dependen demasiado del final o alguna secuencia en particular: fuerzan todo el cuerpo restante del relato para ese fin. Esto mismo es peor cuando en vez de tener un final o secuencia específica que tiene que estar sí o sí, es un discurso lo que fuerza la película. No es el caso de "Tyrant", lo cual es un alivio en cierta forma, pues habría quedado realmente enojado de haber sido el caso -aunque sí hay diálogos cursis sobre la libertad y dar la vida y cosas así: le quitan toda la seriedad y respeto-.
Además de tener una trama forzada, la temporada en general está plagada de clichés y lugares comunes que hacen de ésta una historia arquetípica con personajes salidos de la fábrica de moldes que hay en Estados Unidos, la cual es la principal materia prima de Hollywood. Lo irónico es que los clichés pueden ser favorables, pues en realidad son herramientas narrativas que, por muy mal que caigan en general, pueden funcionar e incluso salvar la función. Claro que para ello hay que tener habilidad y aprovechar las bondades del cliché. No pasa en "Tyrant", en la que vemos militares sin sentimientos, los típicos dilemas político-familiares, la esposa que quiere saber todo de su esposo que reprime malos recuerdos, la hija seria y sabionda que critica el lugar en el que vive tan cómodamente, el hijo que disfruta todo el lujo -y que además es gay, algo totalmente forzado y fuera de contexto. El único motivo que le veo a la inclusión es que el propio Gideon Raff es gay. La trama gay es algo que se olvida en la medianía de la temporada, dejando de manifiesto su importancia: menos que cero-, etc. Tenía más lugares comunes que mencionar, pero los he ido olvidando durante la semana.
Esta manera tan convencional de ir relatando la historia no le hace mucho bien a una serie bastante superficial, pues eso de que el pueblo unido puede derrocar gobiernos totalitarios es un tema tan manoseado que ha perdido todo su poder e impacto. Definitivamente, el elemento político de "Tyrant" no es su fuerte incluso cuando es el principal gancho con que se vende; en realidad se queda corto y sin personalidad. Y, ahora que lo pienso mejor, quizás el error supremo de Raff a la hora de relatar su serie, es que durante los siete episodios olvidables, tanto lo político como lo íntimo-familiar de los hermanos Al Fayeed apenas se entrecruza; me pueden contradecir diciendo que Bassam se la pasa aconsejando a su hermano Jamal, pero eso no es realmente cruzar familia y política. Lo que sucede en los últimos tres episodios es cruzar familia y política, y por eso "Tyrant" repunta en algo todo el tiempo que nos hizo perder, porque, claramente, el elemento familiar es el fuerte de la serie, y cuando la política amenaza casi inminentemente, es ahí cuando las cosas se ponen un poco interesantes. Recién ahí, cuando la temporada está llegando a su final.
Por desgracia, Raff no se dio cuenta antes y nos mantuvo con la historia política y la historia personal, separadas y avanzando de manera paralela, lo que resta todo el poco interés que cada una tiene por sí sola, hasta límites en los que ya no se podía reparar el daño hecho: "Tyrant" ya estaba condenada cuando se hizo algo interesante. De haber sucedido más temprano este choque de caminos -de manera más contundente, digo-, sin duda que la temporada habría resultado más entretenida. Ah claro, y un poco menos de idealización también habría caído bien; tanta solución y bienestar queda raro.
Tampoco ayuda que el elemento formal sea tan común y corriente, sin personalidad. David Yates dirigiendo el piloto no es la gran cosa, pues él tampoco es el gran director -su labor en la saga de Harry Potter no me gustó nada: de cuatro que hizo sólo me gusto la 7.1. De todas formas, se hizo famoso por dirigir buenas miniseries en su Inglaterra natal-, aunque admito que me hizo sentir tenso, especialmente cerca del final. Pero de ahí en adelante, los episodios se vuelven monónotos, insípidos y sin construcción audiovisual alguna: entran por una oreja y salen inmediatamente por la otra... el cerebro no interviene, sólo es una estación pasiva.
Lo que más irrita es el bajísimo nivel interpretativo de la gran mayoría de los actores. Por ejemplo, la nuera de Jamal, Nusrat -esposa de su hijo, Ahmed, ingenioso nombre-, interpretada por no sé quién, realmente apesta en su labor. Me daba vergüenza ajena ver actuar a la pobrecita, y ya me imagino a los editores cuando les llegaba el material con ella como principal rostro: la reacción debía ser "demonios, no hay nada que se pueda hacer con esto". De todas formas, el que Jamal actúe mal definitivamente es un terrible precedente, pues no se puede tener a un personaje tan importante con un actor que lo interpreta a medias, y que más encima tiene cara de idiota. Todos los demás molestan con sus mediocres labores, aunque uno se termina acostumbrando. Sólo rescato a Bassam, a su amigo periodista bloguero y a Tucker, el embajador de Estados Unidos.
Es decir, además de la superficialidad de la trama, la simpleza y arquetípica manera de relatarla y la débil dirección de los directores de turno, el que los actores interpreten a sus personajes mediocremente es la gota que rebalsa el vaso. De ahí ya se hace difícil seguir viendo.
De todas formas, a pesar de la mediocre labor del actor que hace de Jamal, debo decir que su personaje me gusta bastante, no tanto al inicio, cuando es un personaje apenas dibujado, sino más adelante, especialmente en los tres episodios finales, que son en los que se nota mayormente su intimidad personal y emocional, y todo lo que ha tenido que acarrear desde pequeño por ser el hermano mayor. El tipo es un asesino, violador y quién sabe qué otra cosa, pero está roto y uno puede llegar a comprender en cierta forma su dolor, su deseo de libertad. De hecho, en el episodio final, Jamal está tan bien dibujado que su actor lo interpreta bien. Miren ustedes.
Jamal y Bassam probablemente son los dos únicos personajes que me caen bien de toda la serie... perdón, olvidaba a John Tucker. Ahora sí, ninguno más me cae bien.
Para ir terminando, a pesar de que en los últimos tres episodios la tensión crezca y veamos más drama personal e intimo amenazado por los problemas políticos de Abuddin, lo cierto es que el final, aunque interesante, no es realmente sorprendente. Las ironías son obvias y aunque al inicio haya un mini-impacto, luego uno se da cuenta de que aquello no fue una sorpresa ni, mucho menos, un impacto -valga la redundancia-. El tramo final de la temporada es interesante pero no salva la función.
En definitiva, "Tyrant" es una serie mediocre y sin personalidad, que se olvida fácilmente pero que al menos guarda en su tramo final algo de interés. Lo curioso es que partía siendo, o al menos lo intentaba, una crítica hacia los gobiernos tipo Al Fayeed, pero termina siendo una serie de complots e intrigas totalmente alejada de los valores que al inicio parecían ser la norma. Esto demuestra que nunca se tuvo nada realmente claro y que todo lo social era puro blablá. En cualquier caso, "Tyrant" no habría destacado ni por ser una alegoría ni por la excelencia de su entramado argumental, ni por una mezcla de las dos.
FX todavía no la ha renovado por una segunda temporada, y desde mis humildes aposentos, sugiero que no lo hagan, pues sería una pérdida de todo lo que se les ocurra. Lo único malo de la no renovación es que quedaríamos con la incógnita del final de la primera temporada, pero incluso si renovaran, despejar dicha incógnita no lograría sustentar otros diez episodios: es un precio que hay que pagar, y con todo gusto. "Tyrant" no merece volver a nuestras pantallas.
No puedo decir que he quedado decepcionado, pues no esperaba mucho de esta serie, pero sí debo decir que quedé disconforme, pues pensaba que algo podría rescatarse y valorarse.
No la vean. Esa sería mi recomendación.