Über uns das All (Above Us Only Sky), Alemania 2011

Publicado el 13 agosto 2012 por Cineinvisible @cineinvisib

Martha puede considerarse la mujer más afortunada del mundo. Felizmente casada con Paul, un brillante profesor de universidad, contenta de su trabajo y dichosa de las perspectivas que se le presentan. Tras años de laboriosos esfuerzos y arduas investigaciones su marido se ve recompensado con un puesto vacante en Marsella.

El destino de ensueño, reiteradamente solicitado y siempre esperado, de cualquier alemán: el dulce sur, máximo exponente de la verdadera paradoja europea. Nosotros, los sureños, anhelamos el bienestar físico del norte, y ellos se regodean en la posibilidad de disfrutar de nuestra calidad de vida psicológica (por ahora no se planea subir el IVA a los rayos del sol aunque todo es cuestión de –buen- tiempo).

Se inician los preparativos y un sano estrés aumenta entre despedidas de los amigos e intentos de liquidar asuntos pendientes. Solucionando la multitud de pequeños detalles que nos atan a un lugar, casi sin darse cuenta, Martha se encuentra despidiéndose de Paul que, para facilitarle la instalación, se instalará unos días antes en Francia. La excitación de un nuevo comienzo y la alegría de participar en una aventura diferente hacen que Martha no tarde en llamar a Paul para preguntarle por su viaje.

Primera llamada sin respuesta. Contestador. Segunda. Contestador. Tercera, quinta y… Martha ya ha perdido la cuenta. Siempre el mismo sonido metálico de la voz impersonal de un número que ha dejado de existir. Para no desvelar más detalles de la película, Paul pasa a la historia y Martha, en una fracción de segundo, descubre que todo en lo que había creído siempre, simple y llanamente, no existe. Todo, absolutamente todo, era mentira.

El primer y brillante trabajo de Jan Schomburg consigue que el espectador, cautivado por la historia, siga los pasos del viacrucis de esta pobre mujer. Desde su caída hasta su resurrección, sin olvidar pasar por las casillas más frecuentes del monopoly de la vida, el recurrente pésame de lo que pudo ser y no fue, las fachadas barrocas sin edificio detrás y el mundo como mucha representación y poca voluntad (divino Schopenhauer que no añadió mucho más a la afirmación, establecida desde Píndaro hasta Calderón –éste último cumbre de su expresión en los versos de la vida es sueño-, de la eliminación total entre vigilia y ensueño).

El director se hubiese podido quedar aquí, incluso con honores, pero arriesgándose va más allá. Con la seguridad de contar con dos excelentes actores, la sublime protagonista, Sandra Hüller, totalmente desconocida para mí pero que me impresionó desde la primera escena, y un habitual del cine del norte, Georg Friedrich (visto últimamente en la excelente Atmen), decide tomar el camino de la reconstrucción de la protagonista.

A partir de un gesto familiar sobre el rostro de un desconocido, Martha emprenderá otro viaje, quizás aún más complicado que el del pésame. ¿Existe la posibilidad, por mínima que sea, de superar una mentira total, avanzar entre obstáculos de engaños y alzar el vuelo hacia la felicidad, sin morir en el intento? Cómo estamos de densos este veranito… y es que ya se sabe, el sueño a la sombra de la falsedad produce monstruos.