Por encima de todo, esa guerra abierta había provocado, estaba provocando, una enorme sangría económica y había conducido al país a una situación financiera muy complicada, con su moneda nacional (la hryvnia) devaluada más de un 200%, los precios elevados, el coste de la vida muy complicado. La gente normal atribuía buena parte del desplome nacional a la ineficacia de los políticos, además de a la corrupción y a la ambición de los de siempre. Antes eran oligarcas pro-rusos, ahora son oligarcas pro ellos mismos. Y muy solapadamente se repetía que tanta promesa sobre la Unión Europea y la verdad es que poco se había notado la ayuda del aparente gran protector.
Pongo un ejemplo absolutamente significativo: Una vecina y amiga nuestra, con cáncer bastante extendido, precisaba radiografías y tratamiento de quimioterapia para tratar de paliar la rápida progresión del mal. Consiguió pronta atención primaria del médico de familia (equivalente al de un Centro de Salud español), a quien hubo de pagar una cantidad relativamente asequible; pero para el tratamiento de quimioterapia, por menos de ¡1.500 Euros! No podía conseguirlo.
Felizmente las gafas descompuestas aun permitían cierta visión, por lo que aun pude tomar el coche y dirigirme al domicilio, en el que, además de comprobar el alcance de la lesión, los buenos oficios de mi esposa (veterana y experimentada doctora) contribuyeron a paliar algo los “desperfectos” y a evaluar que, sin perjuicio de la tremenda hinchazón, no parecía existir rotura ósea alguna, por lo que de momento era prescindible la asistencia hospitalaria, que para ello había analgésicos, desinfectantes y otros paliativos médicos. Este inopinado y nada agradable incidente sirvió para que, estando en Ucrania, mi sangre derramada sirviera para que cuando los amigos y conocidos se interesaran por mi estado, les dijera, con ironía, que yo también había derramado algo de mi vida por Ucrania; y también por la nieta Milana y su globo. Para los curiosos diré que se ha confirmado la ausencia de roturas (excepto de las gafas) y que los “chichones” han menguado, y hasta han desaparecido los derrames en las cuencas oculares, de manera que ya no parezco un “oso panda”. Experiencias viajeras, ni más ni menos, que uno puede seguir contando. Afortunadamente.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA