Ayer Uganda se ha llevado una gran alegría con la inesperada victoria de Stephen Kiprotich en la prueba de maratón de los Juegos Olímpicos de Londres. Me encontraba
Luego he podido ver más detalle de cómo transcurrió todo. Cuando los kenianos (uno de ellos llamado también Kiprotich) creían que tenían la victoria en su mano, el atleta ugandés atacó cuatro kilómetros antes de la meta y consiguió sorprenderles con su ataque. Sin duda Kiprotich era la única esperanza de los aficionados ugandeses. En el escaso número de los representantes olímpicos (no creo que llegaran a 12 cuando desfilaron en su día por el Estadio Olímpico), Kiprotich era de las pocas opciones que había a podio y, afortunadamente, no ha defraudado a su parroquia.
Stephen nació en el distrito de Kapchorwa, el cual linda con la frontera keniana. En esta zona hay una tribu que está a ambos lados de la frontera y estos son los Kalenyín, cuyos representantes kenianos han constituido desde hace varios años la élite del deporte de aquel país. Se dice que la altura de estas zonas y el poco oxígeno presente en el aire hace que los atletas se acostumbren a ejercitar sus cuerpos con un rendimiento mucho mayor que las personas nacidas en zonas más bajas. Incluso el centro más famoso de África para atletas de élite se llama “Centro de entrenamiento de gran altura” y se encuentra en la ciudad keniana de Eldoret, a más de 2100 m sobre el nivel del mar.
Ya era una tónica casi monótona ver a los kenianos venciendo en las distancias medias y largas, especialmente en los maratones más importantes del circuito internacional. Esta vez, sin embargo, la suerte del maratón ha estado de lado del Kalenyín ugandés... lo que supone la segunda medalla de oro que el país ha obtenido en unos Juegos Olímpicos. La primera fue la de John Akii-Bua, cuya sufrida y gloriosa historia y su victoria en los 400 metros obstáculos de Munich 1972 ya presentamos en este blog hace unos cuantos meses.
Me alegra de manera especial que este pequeño país pueda tener de nuevo la gloria de subirse a lo más alto de un podio olímpico y más aún en una disciplina tan dura y tan vistosa como es el maratón. Creo que hay muchos países africanos que tienen verdaderas estrellas en los diferentes deportes, pero la falta de apoyo oficial y de centros que puedan promocionar sus valores más jóvenes y formar a una generación de atletas completos hace imposible que los sueños de muchos se hagan realidad. Aptitudes no faltan desde luego. Recuerdo en Sudán sufridos ciclistas que – en una bicicleta china de hierro sin marchas ni nada – eran capaces de transportar en un día 3 contenedores de repletos de miel (de 20 litros cada uno) en el portaequipajes de la bicicleta a 150 Km de distancia por endiablados caminos y veredas. Si se les quitara el lastre, se les entrenara un poco y pudieran disfrutar de bicicletas mejores, seguro que podrían competir con lo más granado del ciclismo internacional... pero como nacieron pobres y lo que les da dinero no es llegar primero sino el transportar la miel o lo que proceda... pues ahí se quedaron, en una obligada anonimidad.
Espero que hoy, en algún rincón de este país, haya algún niño o niña que, mirando las imágenes únicas y gloriosas que Kiprotich está dando a los ugandeses, determine que quiere seguir esa senda, pueda hacer realidad sus sueños y traiga un día más gloria al modestísimo medallero olímpico de Uganda, este sufrido país también llamado la Perla de África.
(UG)