Les adelanto mi reseña sobre el último libro de Pombo. Discreto. Yo de ustedes me lo ahorraría.
Un catedrático de narratología, retirado, encuentra en una librería de viejo el manuscrito que cuenta con rebuscada brillantez la amistad entre el oficial Aloof y el aventurero Redkins. Viven juntos una peripecia militar, con varios cambios de bando incluidos, intercambiarán sus (inexistentes) premisas vitales y encontrarán consuelo en la común vaciedad de sus planteamientos. Comparten desamparo mental e indiferencia ante el destino y su camino lleva inevitablemente a la tragedia.
Este último artefacto literario de Pombo es desconcertante pero perdonable. Los textos del manuscrito se entremezclan con los comentarios del catedrático, que indaga en la vida real la identidad del autor de los cuadernos. Verdad o verosimilitud, realidad o texto. A la vez, hay una segunda voz en aquellos, que no es la de Aloof, que confunde al profesor y a nosotros -lectores reales- con él. Narrador narrante y narrador narrado.
Al profesor le preocupa que no le queda tiempo y que su vida ha sido poco satisfactoria; ve en el espíritu aventurero de esos personajes y en su amistad, algo de lo que hubiera querido tener. Todo esto no parece mucho para construir una novela, pero Pombo nos la hace pasar sin protestas gracias una vez más a su brillante castellano. Las preocupaciones librescas y existenciales del profesor resultan frías, la elocuencia anticuada de Aloof y sus vaivenes sin rumbo un tanto absurdos y las reflexiones de Redkins sobre la patria, la guerra y la impostura casi triviales. Pombo se deja llevar una vez más por su querencia filosófica y nos presenta unos personajes que no encuentran sentido a la existencia, y sólo se les ocurre distraerla con las alegrías instantáneas que les proporcionan las aventuras.
La previa muerte del lugarteniente Aloof es un volantazo de Pombo para huir de sus obsesiones (el amor –sus inolvidables personajes femeninos-, la muerte, la religión). La sólida trayectoria del escritor santanderino puede permitirse estos divertimentos, y sus lectores podemos digerirlos sin merma de su prestigio.