Según mi bitácora, no vi las anteriores cintas dirigidas por David Ayer (Tiempo para Morir/2005 y Reyes de la Calle/2008), pero sí recuerdo muy bien un par de las películas que ha escrito: los magníficos dramas policiales angelinos Día de Entrenamiento (Fuqua, 2001) y El Rostro Oculto de la Ley (Shelton, 2002). Tanto en estos filmes que escribió como en las dos cintas dirigidas por él, el escenario es el mismo -la ciudad de Los Ángeles- y los personajes son muy similares: policías, delincuentes y quienes rodean a unos y a otros. Último Turno (End of Watch, EU, 2012), su tercer largometraje como cineasta, explora la misma ciudad y más o menos los mismos personajes, con humor, verosimilitud y pertinencia dramática, aunque no sin algunos excesos injustificables. El gran problema de Último Turno es su molesto gimmick estilístico al que, además Ayer- y con él su cinefotógrafo Roman Vasyanov- ni siquiera permanece fiel. Al inicio, una voz en off nos indica que vamos a ver lo que realmente hace un policía angelino en la calle. Describe lo que piensa de su trabajo, su ethos respectivo y hasta el sentido de lealtad que existe en el cuerpo policial angelino. Después de una emocionante persecución que termina en intercambio de disparos -con todo y la muerte de los agresores-, vemos el rostro del de la voz: el exmarine y ahora valiente cuico angelino Brian Taylor (Jake Gyllenhaal). Sucede que Taylor está grabándose a sí mismo en plena acción, en plena chamba, al lado de su compañero, el igual de arrebatado policía mexico-americano Miguel Zavala (Michael Peña). Taylor tiene cámaras por todas partes -en la mano, en la patrulla, en la solapa- pues se supone que está haciendo un ejercicio escolar -está estudiando para ascender a detective-, así que el uso de la shaky-cam se justifica... hasta cierto punto. Pues luego, aunque Taylor ni sus camaritas estén presentes, la cámara en mano se sigue usando sin ningún sentido. Más aún: ni siquiera la voz en off se vuelve a usar en el resto de la película. Es una lástima que Ayer no sea más moderado y consistente en su puesta en imágenes, pues la historia y las actuaciones de su espléndido reparto extendido no necesitaban de trucos estilísticos tan baratos y, además, tan mal usados. De cualquier manera, con todo y que el citado gimmick resulta una distracción constante, si uno logra hacerlo a un lado -y yo, a pesar de todo, lo logré-, lo que queda es una película emocionante, bien escrita, con diálogos graciosos y un par de actores protagónicos que transmiten un genuino rapport (de camaradería, de amistad) en medio del constante riesgo de perder la vida. Vamos, uno siente al ver la película que la chamba de Taylor y Zavala en las calles de Los Ángeles es realmente peligrosa. A pesar de que abunda el humor -basado en las burlas que uno y otro se lanza a sus respectivos estilos de vida-, lo que enfrentan los dos cuicos en Último Turno dista mucho de ser un juego. Y, por eso mismo, uno termina enganchado con los personajes y sus broncas: no queremos que les pase nada. Ayer triunfa, además, en otros terrenos más complicados: en su muy verosímil descripción del entorno social chicano/angelino -habla, vestimenta y música- y en su apuesta por una descripción más balanceada del proceso de enfrentamiento y/o integración de los mexicanos en Estados Unidos, pues aunque Zavala es mostrado como el perfecto chicano asimilado -sí, es gringo, pero tampoco deja de ser mexicano-, también es cierto que la amenaza en South Central son las pandillas mexicanas, mientras que la amenaza que viene de fuera es el temible cártel de Sinaloa... con todo y música de Chalino Sánchez ("Alma Enamorada") tocando a todo volumen en la camionetota. Y eso sí da miedo.
Según mi bitácora, no vi las anteriores cintas dirigidas por David Ayer (Tiempo para Morir/2005 y Reyes de la Calle/2008), pero sí recuerdo muy bien un par de las películas que ha escrito: los magníficos dramas policiales angelinos Día de Entrenamiento (Fuqua, 2001) y El Rostro Oculto de la Ley (Shelton, 2002). Tanto en estos filmes que escribió como en las dos cintas dirigidas por él, el escenario es el mismo -la ciudad de Los Ángeles- y los personajes son muy similares: policías, delincuentes y quienes rodean a unos y a otros. Último Turno (End of Watch, EU, 2012), su tercer largometraje como cineasta, explora la misma ciudad y más o menos los mismos personajes, con humor, verosimilitud y pertinencia dramática, aunque no sin algunos excesos injustificables. El gran problema de Último Turno es su molesto gimmick estilístico al que, además Ayer- y con él su cinefotógrafo Roman Vasyanov- ni siquiera permanece fiel. Al inicio, una voz en off nos indica que vamos a ver lo que realmente hace un policía angelino en la calle. Describe lo que piensa de su trabajo, su ethos respectivo y hasta el sentido de lealtad que existe en el cuerpo policial angelino. Después de una emocionante persecución que termina en intercambio de disparos -con todo y la muerte de los agresores-, vemos el rostro del de la voz: el exmarine y ahora valiente cuico angelino Brian Taylor (Jake Gyllenhaal). Sucede que Taylor está grabándose a sí mismo en plena acción, en plena chamba, al lado de su compañero, el igual de arrebatado policía mexico-americano Miguel Zavala (Michael Peña). Taylor tiene cámaras por todas partes -en la mano, en la patrulla, en la solapa- pues se supone que está haciendo un ejercicio escolar -está estudiando para ascender a detective-, así que el uso de la shaky-cam se justifica... hasta cierto punto. Pues luego, aunque Taylor ni sus camaritas estén presentes, la cámara en mano se sigue usando sin ningún sentido. Más aún: ni siquiera la voz en off se vuelve a usar en el resto de la película. Es una lástima que Ayer no sea más moderado y consistente en su puesta en imágenes, pues la historia y las actuaciones de su espléndido reparto extendido no necesitaban de trucos estilísticos tan baratos y, además, tan mal usados. De cualquier manera, con todo y que el citado gimmick resulta una distracción constante, si uno logra hacerlo a un lado -y yo, a pesar de todo, lo logré-, lo que queda es una película emocionante, bien escrita, con diálogos graciosos y un par de actores protagónicos que transmiten un genuino rapport (de camaradería, de amistad) en medio del constante riesgo de perder la vida. Vamos, uno siente al ver la película que la chamba de Taylor y Zavala en las calles de Los Ángeles es realmente peligrosa. A pesar de que abunda el humor -basado en las burlas que uno y otro se lanza a sus respectivos estilos de vida-, lo que enfrentan los dos cuicos en Último Turno dista mucho de ser un juego. Y, por eso mismo, uno termina enganchado con los personajes y sus broncas: no queremos que les pase nada. Ayer triunfa, además, en otros terrenos más complicados: en su muy verosímil descripción del entorno social chicano/angelino -habla, vestimenta y música- y en su apuesta por una descripción más balanceada del proceso de enfrentamiento y/o integración de los mexicanos en Estados Unidos, pues aunque Zavala es mostrado como el perfecto chicano asimilado -sí, es gringo, pero tampoco deja de ser mexicano-, también es cierto que la amenaza en South Central son las pandillas mexicanas, mientras que la amenaza que viene de fuera es el temible cártel de Sinaloa... con todo y música de Chalino Sánchez ("Alma Enamorada") tocando a todo volumen en la camionetota. Y eso sí da miedo.