Últimos días en el Puesto del Este, por Cristina Fallarás

Publicado el 14 julio 2013 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Editorial Salto de página. 100 páginas. 1ª edición de 2011; esta de 2013.
Recuerdo haber leído alguna crítica positiva en internet de esta novela de Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968) cuando ganó el Premio Internacional de Novela Corta Ciudad de Barbastro en 2011 y la editó la hoy desaparecida editorial DVD. Este año la ha reeditado Salto de Página, y la verdad es que su portada ha mejorado bastante frente a aquella de DVD en negro, con el título en rojo y con las primeras frases del libro reproducidas en blanco. Con su reedición, Últimos días en el Puesto del Este ha conseguido nuevos lectores y una mayor vitalidad en internet, recibiendo críticas positivas en algunos de los blogs literarios que sigo.
Ya he comentado en el blog que me interesa el trabajo de la editorial Salto de Página. Su apuesta –cercana a la de Valdemar, pero más ramificada– por dignificar la literatura de género me parece destacable dentro del panorama editorial español. Si comparamos, por ejemplo, la tradición literaria española con la argentina durante el siglo XX podremos darnos cuenta de que la literatura en España ha tenido siempre una tendencia al realismo y a la solemnidad que excluye a la literatura de género, que se ha visto normalmente como una literatura de segunda fila: literatura fantástica, de terror, de ciencia-ficción... (quizás la policiaca ha sido la única literatura de género con una presencia destacable en la literatura española del siglo XX, o de finales del siglo XX); en cambio en Argentina la literatura fantástica, de terror o de ciencia-ficción ha sido más leída y respetada que aquí. Esto ha hecho que la literatura argentina, desde mi punto de vista, haya tenido más influencias enriquecedoras que la española y haya conseguido abrir más caminos narrativos dentro del mundo hispano.
Durante la pasada Feria del Libro de Madrid me paseé varios días por allí para curiosear libros y para apoyar a más de una de las editoriales que me gustan. Un sábado me acerqué a la caseta de Salto de Página para saludar a su editor, Pablo Mazo, y para que Cristina Fallarás me firmara su novela. Me pareció una mujer muy espontánea y simpática.
Últimos días en el Puesto del Este pertenece al subgénero, dentro de la ciencia-ficción, llamado apocalíptico. Aunque esto podría ser discutido, ya que, según el crítico británico David Pringle, para hablar de ciencia-ficción no basta con que la historia se sitúe en el futuro, sino que además debemos encontrarnos en ella de forma explícita con algún avance tecnológico, lo que no se da en este caso; así que voy a ser purista y voy a designar a este libro como novela de anticipación apocalíptica.
La acción de la novela se sitúa en 2014, en un futuro muy cercano al momento en que fue escrita (se publicó por primera vez en 2011). Algo indeterminado ha ocurrido en el mundo, algo que podría tener un trasfondo realista o fantástico, y que actúa como una alegoría de la presente situación de crisis en Europa. La novela se mueve en todo momento en el terreno de la sugerencia. Estas son algunas de las escasas pistas que recibe el lector para saber qué ha ocurrido en ese cercano y aterrador futuro de 2014: En la página 29 se apunta: “Todo había sucedido demasiado rápido (...). Los bárbaros estaban a las puertas, los bárbaros organizados, obedientes, sumisos como un ejército de dios, porque eso es lo que realmente eran, un ejército de dios, mas otro ejército de dios, mas otro y otro”. En la página 30: “Los bárbaros se adelantaron, eran los emboscados. Vosotros erais los listos, pero ellos eran más”. Página 32: “Se encarnizaron desde el principio con Europa, era de esperar. O no. Yo qué sé, si en realidad nada era de esperar, todo sucedió inesperadamente. Se encarnizaron con el occidente europeo. Supe que algunas ciudades norteamericanas y sudamericanas también ardían. ¿Qué pasó después?”.
La narradora de la novela –la Rubia, la Polaca– no sabe qué ocurrió después porque desde hace meses se encuentra en el Puesto del Este, la antigua casa de unos amigos a orillas del Mediterráneo, en la costa catalana. Los bárbaros están fuera; podrían asaltar la casa, pero no lo hacen, simplemente esperan a que los sitiados mueran de inanición. El capitán (personaje que se identifica con José, el marido de la Rubia antes del fin) ha salido para ver si consigue algo de comer. La Polaca comparte el Puesto del Este con un grupo de personas: “Quienes se encontraban aquí, quedaron dentro por azar. De nuevo, el azar. Algunos estaban de visita, otros venían por ver si había llegado ya algún arma, también estaban los pululantes y los refugiados. En total, sin contarnos al capitán, a León, a la pequeña y a mí, son trece hombres, catorce mujeres, cinco niñas, tres niños y un joven de nombre Daniel” (pág. 60). León y la pequeña son los hijos del capitán y la Polaca. Sin el capitán la situación parece hacerse cada vez más insostenible y la Polaca empieza a ser acosada por las otras mujeres del Puesto del Este.
La Polaca, para preservar lo que le queda de humano, rememora su amor por Ernesto, antiguo compañero clandestino de su marido José. La novela se mueve en dos planos: en primer término está la Polaca con sus dos hijos, esperando la vuelta del capitán a Puesto del Este, mientras que la convivencia con las otras personas del Puesto empeora y desde fuera llegan los sonidos de los bárbaros; y en un segundo plano están los recuerdo de la Polaca, que trata de revivir los momentos que pasó con Ernesto. Igual que lo que ha ocurrido para llevar a la situación propuesta en el primer plano, que se sugiere más que se explica, en los recuerdos de la vida anterior tampoco se acaba de explicar qué está ocurriendo: un grupo de personas –de las que parecen formar parte José, Ernesto o la Polaca– están conspirando contra el estado del mundo, no está claro si planean alguna acción terrorista, cuando los acontecimientos se precipitan y los bárbaros se adueñan de la situación.
En la página 88 descubrimos que lo leído son unas “notas que no tienen más destinatario que yo misma”; en todo caso, la primera persona de la Polaca ha tenido durante la novela un receptor imaginario: Ernesto, en quien ella ha decidido encarnar el amor o, lo que es lo mismo, lo humano.
El lenguaje de la novela es vigoroso; un lenguaje lírico, rico y en algunos puntos alucinado; y esto, junto con la fuerza del mundo propuesto, crea unas imágines poderosas, que constituyen el mayor logro de la novela, pero que no acaban de ocultar su principal debilidad: la falta de desarrollo novelístico. Es decir, el escenario dibujado es potente y en él creo que Fallarás debería haber hecho que sus personajes tuvieran más desarrollo, más movimiento por el mundo. Inevitablemente, estoy comparando Últimos días en el Puesto del Este con otras novelas apocalípticas que ha editado Salto de Página, ambas de autores argentinos: Plop de Rafael Pinedo y El año del desierto de Pedro Mairal. En estas dos obras el lenguaje es más seco, pero las historias propuestas tienen una capacidad mayor para avanzar en el tiempo y en el escenario creado.
Quizás le estoy pidiendo a la novela de Fallarás que sea el libro que no es, pues su propia limitación de páginas, su propia condición de “novela corta” hacen que el desarrollo anecdótico sea más limitado. No quiero decir con esto que Últimos días en el Puesto del Este no me haya gustado; lo ha hecho porque el tema de las novelas de anticipación apocalíptica me parece muy atractivo y está bien escrita, pero si hablo de ella en términos comparativos, he de apuntar que Plop y El año del desierto me gustaron más. También debería señalar que Plop de Pineda y El año del desierto de Mairal son dos de las novelas, dentro de la narrativa contemporánea, que más me han impactado en los últimos años, y que es de agradecer (dentro de un panorama que casi siempre aboga por el realismo) una aportación española al sugerente género de la anticipación apocalíptica.