Uluru: la roca sagrada de Australia

Publicado el 13 septiembre 2016 por Redespress60

Uluru es el nombre que los aborígenes australianos le dieron a lo que nosotros llamamos Ayers Rock, una montaña de arenisca rojiza de más de 348 metros de alto y 9 kilómetros de perímetro; aunque ya nos pueda parecer una altura muy considerable, lo más llamativo es que su mayor superficie se encuentra bajo tierra, unos 2,5 kilómetros de Uluru se encuentra en sus profundidades…

Está situada en medio de una inmensa llanura al suroeste de Alice Springs, en el Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta, y que forma una de los lugares más increíbles de Oceanía. A su vez, Uluru es uno de los monolíticos más grandes del mundo que recibe las visitas de los turistas que quieren conocer tanto la fauna como la flora del lugar, más sumergirse en las intensas leyendas que tienen que ver con este lugar.

El mirador del mundo

La magia del Monte Uluru son los diferentes tonos que adopta a lo largo del día debido a la acción de la atmósfera sobre los rayos de sol. El polvo en suspensión, la contaminación y el vapor de agua presente en las capas más bajas de nuestra atmósfera actúan como un filtro, limitando las longitudes de onda cercanas al azul y acentuando las de los campos rojizos. Con las primeras luces del día es un enorme monolito ocre que emerge majestuoso sobre una planicie oscura. Al atardecer llega la imagen más esperada: el Uluru teñido de un rojo brillante. La luz tamizada en días nublados provoca también efectos sorprendentes. Más aún, aunque un día lluvioso pueda resultar frustrante, descubriremos una roca enorme de un gris metalizado por cuyas grietas resbala el agua en forma de riachuelos oscuros.

Este monolítico no fue descubierto por ningún occidental hasta 1873, cuando el explorador William Gosse, empleado por el gobierno colonial británico para explorar la zona oeste de Alice Springs, lo que le llevó al descubrimiento de Ayers Rock cuando vio que un montículo se elevaba hacia el cielo en medio de una superficie llana y desértica. Desde entonces, Uluru pasó a ser conocida como Ayers Rock, pues William Gose la bautizó con este nombre en honor a Henry Ayers, el primer ministro australiano de aquel entonces.

Su nombre ha cambiado tanto como sus colores. Después de la colonización blanca, los aborígenes se vieron muy afectados por la toma de territorios y no fue hasta 1985, cuando en un hito histórico, las autoridades australianas devolvieron la propiedad del lugar a los aborígenes. Así pues en la normalización de relaciones con los aborígenes, se le nombró oficialmente  Parque Nacional Uluru-Kata Tjuta en reconocimiento a la comunidad Anangu. Actualmente está en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad.

Uluru es un lugar sagrado para los aborígenes del lugar, un lugar que tiene una simbología muy interesante para los lugareños pues lo consideran el origen de todo lo que conocen, incluso ha sido denominado como el ombligo del mundo. Uluru y sus cercanías siempre ha sido el lugar donde han vivido desde tiempos inmemoriables los pueblos Yankunytjatjara y Pitjantjatjara, conocidos como ‘Anangu’.

Uluru y los aborígenes

Uluru es un lugar de culto para los aborígenes, que le siguen atribuyendo propiedades místicas. Según ellos, alrededor de la roca se formó el primer camino humano hace decenas de miles de años. Asimismo, este lugar cuenta con una gran importancia dentro de los ritos y leyendas ancestrales de los aborígenes.

Uluru posee una gran importancia religiosa para los aborígenes, y constituye el escenario de muchos de sus mitos. No hay grieta, estría o saliente que no tenga una historia que la explique.

Una serie de huecos situados en la base de la formación, por ejemplo, son las huellas que dejaron los pitjantjatjara, los hombres canguro que habitaban en su zona norte, al huir del dingo demoníaco invocado por una tribu enemiga, y al cual lograron derrotar tras arrebatarle el tótem que llevaba en la boca.

Algunas protuberancias son los cuerpos de la tribu de hombres serpiente venenosos que atacó a los yakuntjatjara. Uluru fue el lugar donde se libró la batalla de los tiempos entre seres humanos y Hombres Serpiente. Según la mitología de los pueblos aborígenes, hace tiempos inmemoriales los pueblos de la Tierra fueron invadidos por una raza de Hombres Serpiente. La gran batalla final se libró en Uluru, donde Bulari, la reina de los hombres, derrotó a los Hombres Serpiente con gases venenosos. La leyenda cuenta que los Hombres Serpiente fueron encerrados bajo la gran roca y que muchos de ellos siguen allí prisioneros.

En algunos pliegues puede verse al lagarto Kandju, que llegó buscando su boomerang perdido. Una roca es el cuerpo de otro lagarto, el lagarto de la lengua azul o Lungtaka, que una vez robó un emú a los Hermanos Pájaro Campana y después enterró la carne, la cual se convirtió en planchas de piedra. Sumamente enfadados, los hermanos quemaron la choza de Lungtaka con él dentro. Las manchas del humo todavía se distinguen en las paredes de Uluru.

Pero además de escenario mítico, Uluru o Ayers Rock es también un santuario. En su base existen cuevas y grutas cuyas paredes están cubiertas por multitud de grabados con una función didáctica o religiosa, para ser utilizados como apoyo a la narración de mitos o durante ceremonias. Algunos de esos dibujos son exclusivos para hombres o mujeres, y está prohibido incluso mirar hacia la entrada de una cueva destinada al sexo opuesto.

Según aseguran los nativos las pinturas más antiguas, las más sagradas, fueron echas por los propios habitantes de la Época del Sueño y sus primeros sucesores. Quizá esa sea una de las razones por la cual los aborígenes consideran un sacrilegio escalar la roca. Hace unos  años el gobierno australiano tuvo en cuenta estas tradiciones ancestrales para promover la prohibición, bajo multa, de escalar ‘Uluru’.

Los Wandjinas

El misterio cobra especial fuerza cuando existen pruebas materiales que dan lugar a preguntas “extraterrenales”. En 1938, el Dr. Andreas Lommel, miembro del Instituto Frobenius, vivió durante varios meses en la parte noroeste de Australia, en la región de Kimberly, con una tribu aborigen llamada Unambal, una cultura que ha existido, según la historia oficial, por lo menos unos 60.000 años.

Durante este período, Lommel observo y fotografió la vida cotidiana de estos cazadores-recolectores, sin embargo lo que más capturo la atención del investigador fue el descubrimiento de una cueva considerada sagrada por los aborígenes, en la que se representaban unas enigmáticas pinturas rupestres de seres asociados con la creación del mundo. Entre los aborígenes reciben el nombre de “Wandjinas” y son ciertamente curiosas. Los mismos aborígenes señalan que no fueron hechas por ellos, sino por unos seres de otro planeta que, según ellos, fueron quienes trajeron la prosperidad y la paz al planeta.

Las pinturas han recibido todo tipo de interpretación: representación estilizada de seres humanos, e incluso búhos, hasta llegar a la teoría de los Antiguos Astronautas, según la cual los Wandjina podrían ser antiguos viajeros no terrestres que descendieron sobre la Tierra en las brumas del tiempo. Muchas personas creen que los extraterrestres han tenido un papel directo en la creación del mundo y las leyendas aborígenes hablan de acontecimientos verdaderamente extraordinarios.

Las leyendas, las pinturas y la innegable atracción de la zona atraen a cientos de curiosos amantes de las ciencias ocultas o la Ufología y es un centro de reunión habitual para buscar avistamientos de ovnis.


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