Francisco Umbral, periodista que deleitaba con su desparpajo y hermosos textos en muchos periódicos, escribe ahora solo en uno, desde el que alaba humilde y glutinoso a su director, Pedro J. Ramírez, y al presidente José María Aznar, igual que hacía hasta hace poco con Camilo José Cela.
Con un texto de monaguillo pícaro, Umbral ha novelado un retrato del escritor fallecido el pasado enero para bajarlo de su pedestal y propinarle pataditas y pellizcos disimulados.
A Umbral, se desprende de su libro, “Cela: un cadáver exquisito”, nunca le convenció su biorretratado: era mal articulista, escritor vulgar por encargo, autor de pocas cosas decentes; sus últimos libros son infumables, no hacía honor al Nobel y pensaba solo en ganar dinero.
Así que, aunque trate de ocultarlo, Umbral se Cela: se cela de su obra, porque era académico, por sus premios, por ser despótico y generoso, por casarse con una mujer muchas décadas más joven que él, y por hablar en televisión de ventosidades sin exigir, como Umbral, propaganda para sus libros.
Umbral se Cela a media lengua, con prosa churrigueresca e insinuaciones de cicuta y arsénico. Nadie puede negarle a Umbral su sentido del negocio, y su libro, como las revanchas de los protegidos que prosperan y que se creen por encima de sus protectores, quizás venda más que sus novelas habituales
Y cuando Ramírez o Aznar pierdan poder, que tiemblen ante el libro con el que se vengará Umbral.