De sobra es conocido que para comprender el mundo que nos rodea necesitamos conocer los antecedentes, entender el contexto en el que se enmarca y las entrañas de las posiciones que se enfrentan. De esta forma, se hace necesaria la lectura de los testimonios de los expertos y plantearse una postura a través de una crítica fundamentada sin caer en el racismo y la xenofobia que, a menudo, dan pie a la justificación de que existen unos que son buenos y otros que son malos.
Gracias a su perspectiva se eliminan los tópicos que en ocasiones la opinión pública se establece a través de los medios de comunicación. Tal y como él dice “no se trata de un problema religioso” en sí mismo sino que es más profundo. Es un enfrentamiento por una misma tierra, por unos planteamientos mal estipulados, por un supuesto enfrentamiento entre Occidente y Oriente en los que la religión a menudo se sirve de ello, pero no siempre. Ahí radica el fanatismo, tanto de uno como de otro bando, e igualmente despreciable por su inutilidad.
Como judío que es, suaviza en cierta medida las acciones que han sido llevadas a cabo por el gobierno israelí, aunque ni las niega ni las oculta. De la misma forma que da un paso a favor de los palestinos, a los que reconoce que es la tierra que les pertenece desde mucho antes de la partición del país por parte de la ONU en 1947. Así como el rechazo a los asentamientos israelíes en Jerusalén Este que tantas discusiones ha levantado.
Como detalle anécdotico cabe destacar, seguramente será una errata del libro, las conferencias se fechan a principios de 2001, sin embargo, en la primera de ellas el autor cita los atentados del 11 de Septiembre. Algo no cuadra.
Juanjo Sánchez
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