Chuliko y yo llevamos toda la mañana divirtiéndonos haciendo fotos y me lleva con ilusión a un callejón en el que se han grabado varios videoclips. Quería mostrarme que este pueblo es importante para el turismo de Marruecos así que allí estábamos, en uno de los callejones más famosos de Chefchaouen. Pero esto parecía importar más bien poco a este adulto en miniatura. Comía pipas y parecía esperar a alguien ahí de pie, apoyado en una pared. Se preocupó cuando nos oyó hablar. Una voz demasiado quebrada para pertenecer a este niño de cuerpo azul sonó ronca y amenazadora:
—Shhh, podéis hacer fotos pero no ruido, que hay alguien que está descansando.
Hablaron entre ellos, como no entendí nada hasta el final me dediqué a observarlos y prestar atención al sonido del idioma. Me sorprendí aceptando que el árabe puede llegar a sonar dulce y agradable. Chuliko modulaba su voz para sonar ligeramente más agudo pero a la vez con menos volumen del habitual mientras le ofrecía caricias y arrumacos al chiquillo, que se dejaba querer.
Hubiera apostado por que eran familia, pero ni siquiera se conocían.
Y hablando de los sonidos de los idiomas… escucha a estas chicas. Dicen las mismas palabras a la vez en español y en árabe, ¡pero suenan igual!