Para empezar, su casero es un ser mezquino que se niega a arreglar los abundantes desperfectos de la casa y, cuando se decide a hacerlo, es capaz de entrar en la misma sin permiso de la moradora, como subrayando su superioridad como propietario y como hombre. El resto de los vecinos de La Escapa están más o menos adaptados a esta forma de vida semi solitaria en la que el tiempo pasa lento y aburrido. Nat no tiene mucho interés en relacionarse con nadie, pero al final acabará entablando una relación sentimental que comienza de una manera moralmente ambigua y termina a raíz de un ataque de celos de la protagonista, que acaba comportándose de una manera totalmente tóxica, quizá influida por el ambiente malsano - al menos lo es para ella - en el que se ha obligado a habitar.
En todo momento Nat se siente como un personaje fuera de lugar, incapaz de adaptarse de manera plena a un medio que le es hostil de muchas maneras distintas. Hasta educar al perro que le lleva el casero y conseguir que el animal le tenga un poco de afecto va a convertirse en una tarea hercúlea. La casa, que es casi otro personaje de la novela, tampoco se va a mostrar compasiva con la protagonista y no le va a permitir vivir con un mínimo de tranquilidad: los insectos, las humedades, las goteras y electrodomésticos que no funcionan bien se conjuran para que su bienestar dependa de la voluntad de su brutal casero, del que acaba temiendo que se atreva a agredirla sexualmente. Al final su impotencia deriva en pasividad. Sabe que en el fondo está sola y que no posee muchos medios económicos, por lo que no cuenta con la fuerza de voluntad necesaria para exigir sus derechos. Esto denota en el fondo una pobre autoestima por parte del personaje.
Un amor puede dar en principio da la impresión de novela costumbrista, pero pronto deriva en una narración de carácter psicológico. Nat, que parece no tener familia ni pasado, más allá del episodio laboral que conocemos, está sola en un lugar cuyas reglas no comprende, cuya realidad se convierte a veces en poco menos que pesadillesca. El título puede llevar a equívoco: la obra de Sara Mesa es todo lo contrario a una novela romántica. Se trata de una narración excelentemente escrita cuya cualidad más destacada es la ambigüedad moral que impregna todo el relato. Se trata de una historia de exilio exterior e interior que es capaz de mantener en todo momento el interés del lector. Yo la he leído de una sola sentada.