“UN AMOR” de Sara Mesa

Publicado el 18 septiembre 2020 por Marianleemaslibros

“Al hacerse de noche es cuando cae el peso sobre ella, tan grande que tiene que sentarse para coger aliento. Fuera el silencio no es como esperaba. De hecho, no es silencio. Hay un rumor lejano, como de carretera, aunque la carretera más cercana es comarcal y está a tres kilómetros de distancia. También se oyen grillos, ladridos, el claxon de algún coche, lo gritos de un vecino arreando el ganado, ya de recogida.
Era mejor el mar, aunque también más caro. Fuera de su alcance. ¿Y si hubiese aguantado un poco más, ahorrado un poco más? Prefiere no pensar. Cierra los ojos, se deja caer con lentitud en el sofá, quedándose con medio cuerpo fuera, una postura antinatural que le producirá calambres si no se mueve pronto. Se da cuenta. Se tumba como puede. Se adormila. Es mejor no pensar.”
La historia de Un amor ocurre en La Escapa, un pequeño núcleo rural donde Nat, una joven e inexperta traductora, acaba de mudarse. Su casero, que le regala un perro como gesto de bienvenida, no tardará en mostrar su verdadera cara, y los conflictos en torno a la casa alquilada –una construcción pobre, llena de grietas y goteras– se convertirán en una verdadera obsesión para ella. El resto de los habitantes de la zona –la chica de la tienda, Píter el hippie, la vieja y demente Roberta, Andreas el alemán, la familia de ciudad que pasa allí los fines de semana– acogerán a Nat con aparente normalidad, mientras de fondo laten la incomprensión y la extrañeza mutuas.

¿De qué va la novela?
La novela va de una traductora, Nat, que se muda a un pueblo perdido de mala muerte, La Escapa (ahora caigo que el propio nombre ya presagia algo), huyendo de un error desafortunado cometido en el pasado, esperando encontrar sobre todo paz y tranquilidad. Pero lo que allí se encuentra es de todos menos eso y ciertamente, si ella supiera a lo que se va a tener que enfrentar y lo que su vida le va a cambiar, seguro que hubiera elegido otro lugar, hubiera escapado de allí como alma que lleva el diablo. 
De hecho, yo me he pasado toda la lectura zarandeándola y gritándole para mis adentros: “huye, vete, lárgate rápido”. Pero no, por suerte para los lectores (porque de otra manera no tendríamos historia) no me hizo caso y eso es algo que no he sido capaz de comprender. Porque . . . ¿verdad que no es plato de buen gusto llegar de nuevas a un lugar inhóspito, para vivir en una casa destartalada que se cae a pedazos, tener un casero detestable que te ningunea y que siempre se presenta sin avisar (en realidad es mucho peor que eso, digamos que podría describir al hombrecillo con varias palabras como ruin, tacaño, machista, egocéntrico, mala persona) y unos vecinos que conforman un núcleo y una comunidad demasiado cerrada para poder llegar a integrarte y ser aceptada? Vamos que yo hubiera salido con viento fresco, si no el primer día, en cuanto me hubiera percatado del panorama, como si no hubiera en el mundo otro lugar barato al que huir, con entornos mucho más amables y hospitalarios.
Como se siente muy sola, a Nat se le antoja tener un perro, ella siempre ha soñado con tener un perro y ahora que vive en el campo, es el momento idóneo. Providencialmente, el casero le regala uno de los suyos, el peor, el más inútil de todos, que además es desconfiado, asustadizo y bastante arisco, aunque para ella supone todo un reto conseguir hacerse con él. Sieso, le llama, un nombre que le pega mucho y que le describe a la perfección. 
Debido a este carácter esquivo, empieza a llamarlo Sieso, porque de alguna manera lo tiene que llamar. Pero Sieso, además de arisco, es impenetrable. Ronda por allí, pero es como si no estuviese en absoluto. ¿Por qué tiene que conformarse con él? Convertirlo en el perro cariñoso y tranquilo que necesita va a ser complicado, pero no desistirá tan fácilmente. De hecho, está dando los pasos precisos para conseguirlo. Constatar esa evolución —aunque sea ardua, aunque sea mínima— le produce una íntima satisfacción, como si los progresos del perro también fueran, indirectamente, los de ella.

Además de su odioso casero, hay más vecinos con los que Nat se relaciona o intenta relacionarse: el hippie Piter (su amago de amigo), Joaquín y Roberta, un matrimonio de ancianos para los que acaba trabajando (su amago de buenos vecinos), la chica de la tienda (su amago de tendera simpática) o Andreas “el alemán” (su amago de idilio), con el que empieza una relación podría decirse que interesada por ambas partes, con un trueque de por medio: “yo te doy esto, a cambio de que tú me des esto otro y todos contentos” 

No la conoce lo suficiente como para anticipar su reacción, así que la única forma de saberlo es lanzarse. Espera unos segundos, sondea en su mirada.

—Puedo arreglarte el tejado a cambio de que me dejes entrar en ti un rato —dice.

La cosa se enreda y se enreda y en pocos días tienen lugar una serie de sucesos que contribuyen a crear un ambiente agobiante y claustrofóbico para nuestra protagonista, pero también para el lector, que ya no podrá huir de La Escapa.

Todo ha ocurrido en muy poco tiempo. Tan poco que se asombra cuando lo piensa. Estrenó un tubo de pasta de dientes cuando llegó a La Escapa, un tubo que ha estado usando dos o tres veces diarias y, aun así, todavía no lo ha terminado de gastar, aún queda como un tercio. Es increíble, se dice: removerse por dentro por completo, sacudirse, darse la vuelta y volvérsela a dar, en menos de lo que se tarda en gastar 125 mililitros de dentífrico.
Esta ya es la tercera novela que leo de Sara Mesa, una madrileña afincada en Sevilla y que ya me cautivó con “Cara de pan” y con “Cicatriz” (las dos reseñas, aquí)

Su prosa serena, pero a la vez vibrante, es una delicia, ¡me encanta! Así, a la chita callando, se ha ido colando en mi pequeña lista de esos autores a los que vuelvo y seguiré volviendo, esos que en cuanto me entero que han publicado nueva novela, me tiro de cabeza a por ella casi sin pensarlo, porque me gusta su estilo, sus historias y cómo las cuenta. 

Y os reconozco que la existencia de un perro en la trama y la dificultad de la protagonista para hacerse con él por indomable (dato que conocí leyendo una crítica literaria por ahí), me llamó mucho la atención, porque soy muy gatuna, ya lo sabéis, pero también muy perruna.

¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Sí, mucho. Aunque por el título se podría un@ imaginar una historia romántica, la verdad es que entre las líneas de “Un amor” no hay nada de eso, ni amor, ni verdadera amistad, ni buena vecindad, ni comprensión, aunque sí mucha frialdad, relaciones interesadas, desconfianza, frustración, desasosiego, ausencia de empatía. . . 
A veces siente rabia. Su personalidad ha sido desahuciada para que él la ocupe por completo y ella, sumisamente, le ha dejado entrar. ¿Pero él? ¿Qué le ha dado él a cambio? Aparenta ser impermeable a casi todo, no se deja rozar por casi nada. Si le cuenta algo personal, la escucha en silencio, sin comentar, sin preguntar detalles ni interpretar los hechos. Esa actitud respetuosa, que tanto echa de menos en los demás, en Andreas le resulta frustrante.

La autora tiene el don de hacernos sentir en la piel de Nat, sentimos su agobio y el malestar que sufre por sus desdichas, por su mala suerte y poco a poco descubrimos con ella la mezquindad de su casero y somos testigos de la construcción por parte de la Comunidad de La Escapa, de su particular chivo expiatorio. Aunque en este caso, más bien diría que son dos, dos víctimas que también son dos culpables (según desde el punto de vista del que lo mire), Nat y su perro Sieso, que solo le causará problemas.


Resumiendo: “Un amor”es una novela que se lee de una sentada, bien escrita (como todo lo que he leído hasta ahora de Sara Mesa) en la cual su autora consigue recrear una atmósfera asfixiante y transmitirte una tensión emocional que va “in crescendo”. En todo momento presientes que por algún lado puede acabar explotando y explota. Con una protagonista que te lleva de la mano hacia su personal viaje interior, que al final, como no hay mal que por bien no venga, la ayudará a interpretar su pasado de otra manera, a ver las cosas de otra forma.
“Comprende que no se llega al blanco apuntando, sino descuidadamente, mediante oscilaciones y rodeos, casi por casualidad. Ve con claridad que todo conducía a ese momento. Incluso lo que parecía no conducir a ninguna parte”
“El malestar de la felicidad es una idea que le ronda ahora con insistencia: un tipo de felicidad que contiene en sí misma la semilla de su propia destrucción.”

Os la recomiendo, no os la podéis perder. Mi nota esta vez como no podía ser de otra manera, la máxima: