'Un amor entre dos mundos', arriba y abajo

Publicado el 02 abril 2013 por Banacafalata



Título Original: Upside Down Director: Juan Diego Solanas Guión: Juan Diego Solanas, Santiago Amigorena Música: Benoît Charest Fotografía: Pierre Gill Interpretes: Jim Sturgess, Kirsten Dunst, Timothy Spall, Blu Mankuma, Nicholas Rose, James Kidnie, Vlasta Vrana, Kate Trotter, Holly O'Brien Distribuidora: TriPictures Fecha de Estreno: 05/04/2013
Inventiva, imaginación. Dos palabras que cada vez son menos frecuentes en el cine actual. Dos palabras de un poder inimaginable, un poder del que sin duda hace gala Un amor entre dos mundos, porque si algo derrocha la película de Juan Solanas es pura imaginación, algo que traspasa a todos sus planos. Una película realmente hermosa, llena de imágenes espectaculares, creando un universo visual realmente alucinante, que se acerca quizá a lo que planteaba Snyder en Sucker Punch, pero haciéndolo mucho más poderoso. No sé cuantas veces se podría parar la imagen en Un Amor entre dos mundos y capturar cada escena como un poderoso cuadro, como una imagen perfectamente compuesta con paisajes llenos de inventiva, sumamente preciosos. Cuadros que te absorben por completo, te introducen dentro de ellos. Su parte de arriba y su parte de abajo, perfectamente conjugadas, esos montes que se dan la mano, arriba y abajo, esos dos amantes que se abrazan dando círculos suspendidos en el aire de un mundo totalmente inusual. Que te emociona completamente gracias únicamente a su exquisita puesta en escena. Si una imagen vale más que mil palabras, Un amor entre dos mundos es la prueba de ella, cada imagen es un pequeño sueño, y eso se agradece en el cine actual.
Es tal la fuerza que reside en cada una de las imágenes de Un amor entre dos mundos, que realmente poco importa que tenga un guión bastante pobre. Sí, es cierto que es fácil preguntarse que si se hubieran conjugado las dos cosas habríamos estado ante una de las obras más poderosas de los últimos años, y es una lástima que no sea así, pero poco importa, porque lo que se muestra, sin duda, funciona. Como si estuviéramos en la Metrópolis de Fritz Lang la sociedad ha sido completamente dividida, los ricos viven arriba, entre el lujo, mientras que los pobres son condenados a la parte inferior, mientras los ricos abusan de sus recursos. Pero si en la obra de Fritz Lang, los pobres vivían bajo tierra, aquí Solanas plantea dos mundos completamente distintos, unidos, pero con una gravedad distinta. Los del planeta de abajo son los pobres, los de arriba son los ricos, existen una serie de reglas acerca de la gravedad, pero lo más notorio es que cada persona y cada objeto siempre tendrá la gravedad del planeta en el que ha nacido.

Sin duda este juego que tantas opciones presenta y cuyas reglas son bien planteadas en la presentación para que el espectador entienda rápidamente como funciona cada uno de los planetas podría haber dado mucho juego. Quizá la elección más tentadora habría sido el uso de doppelgängers, con la representación de cada persona en uno de los universos, jugando así al hombre rico/hombre pobre. Pero el planteamiento de Solanas es mucho sencillo, él decide tirar por una historia de amor imposible entre dos personas de distintos mundos, un Romeo y Julieta en un mundo de pura imaginación. Dos personas que no pueden estar juntas pese a que se aman, un amor fuerte, que con el paso de los años no cesa, pese a la utilización de algún recurso facilón como la amnesia de la protagonista. Y el mayor problema de la película reside ahí, una historia de amor demasiado simple, que no llega a resultar emocionante por sí sola, y que debe delegar toda su fuerza en el impresionante imaginativo visual. Quizá Solanas se podría haber permitido el lujo de la simpleza sin que ésta importara demasiado, si, como parece hacer en primer instante, hubiera planteado la historia como un gran cuento. Y es que en primera instancia parece que lo que nos va a contar no deja de ser un gran cuento como fueron en su día Big Fish o Amelie, pero cuando la historia arranca, la narrativa se vuelve mucho más convencional, como si nunca supiera encontrar ese punto onírico tan necesario, y su historia de amor resulta en algún momento incluso tediosa pese a la buena química que muestran Sturgess y Dunst.
Hay lugar para plantear otras cosas, sobre todo esa lucha política entre clases en pos de la igualdad, pero se trata con acierto, no se procura nunca comer demasiado terreno por ahí, ni de denunciar en exceso. Al fin y al cabo, más allá de esa lucha por la igualdad, lo que importa es la travesía que tienen que correr dos amantes para lograr estar juntos, cuando ni la ley impuesta, ni la ley física parecen hacer demasiado por su parte. Y ahí también entra en juego un sensacional Timothy Spall capaz de levantar la película con su simple presencia en los peores momentos. Si es cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras, posiblemente Un Amor entre dos mundos sea el mejor ejemplo de ello, y es que pese a su pobre guión, es tan intensa en su apartado visual que es capaz de narrar por sí sola y levantar una historia totalmente anodina. Imágenes que traspasan, imágenes que emocionan, imágenes que cuentan toda una historia que con palabras no llega a ser igual de gratificante. Imaginación, inventiva, originalidad, cosas que cada vez resultan menos frecuentes.