Cuando estaba embarazada de Bebé me pasó lo que le pasa a muchas mamás que esperan su segundo: me preguntaba si podría querer al nuevo lo muchísimo que quería al único hijo que hasta el momento conocía. Era incapaz de imaginarme cómo sería ese nuevo hijo, no conseguía visualizarlo ni hacer planes ni elucubrar sobre cómo sería nuestra vida con un miembro más. Había sido un embarazo buscado y muy deseado y, sin embargo, me costó conectar.
El postparto no está siendo fácil. Los primeros meses fueron muy malos para todos, yo me sentía fuera de lugar, triste y decaída, Mayor lo encajó regulartirandoamal y encima por el camino surgieron otros problemas serios que desestabilizaron todo. A partir de los 3-4 meses encontramos cada uno nuestro nuevo sitio en la familia, en la nueva familia, y eso me hizo sentir mejor.
Sin embargo, como muchas ya me decían, dos no dan el doble de trabajo, dan bastante más. Imagino que habrá quien no esté de acuerdo y lo lleve fenomenal, cada experiencia es distinta, pero la mía es que este año como mamá de dos ha sido extenuante y a estas alturas acuso cansancio físico pero sobre todo mental.
Bebé es mucho bebé. Es un niño de alta demanda. Duerme poco, se despierta mucho, no se puede hacer ni el más mínimo ruido, mama mucho y muchas veces, come regular, no quiere estar con nadie que no sea yo, necesita mucho contacto físico conmigo, tiene una enorme ansiedad de separación que entra en conflicto con su rápido desarrollo motor y no se entretiene con nada. A pesar de la lactancia y el porteo, dos auténticas bendiciones sin las que me hubiera vuelto tarumba, el desgaste mental que me produce llevar un Bebé tatuado a mi cual calcamonía desde hace un año es grande.
Esto es lo que ha marcado este año como mamá de dos. La dificultad de atender a ambos por la gran demanda del pequeño, la dificultad de colmar las ansias tan grandes del pequeño de estar conmigo y sólo conmigo y no desatender lo demás. Un año después sigo teniendo los mismos problemas que una mamá reciente para poder quitarme el pijama, ducharme o hacer la comida. Un postparto que nunca acaba.
Es complicado y los sentimientos son contradictorios. Adoro a Bebé, la conexión es muy muy intensa. Bebé es pura ternura, es cien por cien amor. Pero también es cien por cien demanda y a veces quisiera tener un más poco de espacio.
Ha habido momentos geniales, sobre todo en los últimos dos meses en los que la relación entre hermanos ha ido afianzándose, y vídeos caseros para partirse de la risa. Son como rayitos de luz en un día a día que no resulta nada sencillo, momentos que hacen que valga la pena.
Voy tirando porque, como dije en la entrada sobre este año de postparto, he aprendido a ser menos exigente conmigo misma y a perdonarme mis errores, que este año han sido muchos. Y aunque no puedo ocultar que este año no ha sido nada bueno, se que pronto voy a añorar todos los meses pasados, que ya no van a volver. Lo que queda por venir seguro será mejor.