Un año de falta de sueño

Por Una Mamá (contra) Corriente @Mama_c_corrient

Imposible no tratar este tema al resumir este año con Bebé en casa. Igual que la lactancia y el porteo han marcado positivamente estos 12 meses (ya casi 13) y han cambiado mi vida, la falta continuada de sueño ha marcado negativamente este tiempo… y, sí, indudablemente ha cambiado mi vida.

Bebé nació ya avisando de cómo pensaba dormir sus primeros años de vida y por eso la primera semana se la pasó despierto con ojos como platos todas las noches desde las 00h hasta las 6.30h. A  partir de ahí fue distinguiendo poco a poco entre noche y día hasta que instauramos los despertares cada 1h 30min más o menos… Hasta el periodo de los 8-10 meses, en que la mayoría de las noches despertaba cada 20-45 minutos. Ese periodo de dos meses fue verdaderamente infernal, creí que iba a enloquecer. Desde los 10 meses empezó a sumar horas, no todas las noches pero si de vez en cuando, algunas veces 2 horas, otras veces 4… En fin, algo mejor. Todo esto suponiendo, claro está, que no haya fiebre de por medio, mocos o similar.

Mirando atrás y viendo como me ha deteriorado la falta de sueño, pienso que lo peor no es lo físico sino lo psicológico. La somnolencia permanente, las lagunas mentales y las ojeras al final te haces a llevarlas, pero el agotamiento mental acumulado… Eso es otra historia. Me meto en la cama en tensión, sabiendo que en breve estaré de nuevo despierta, y eso agota. Porque sí, el colecho me ha salvado de la locura, pero yo no he conseguido nunca dormir profundamente mientras doy el pecho y en la duermevela no descanso igual. Es la sensación de vivir en un día eterno, en un contínuo día de la marmota, en un 24horasnonstop en el que yo no tengo control alguno.

A día de hoy creo que lo más complicado en el día a día no son las malas noches sino los días sin descanso. Que apenas duerma una siesta en el día, que la duerma siempre enganchado a mi, complica muchísimo cualquier actividad que quiera hacer, pues además tiene el oído finísimo. Portearle me ayuda de día lo mismo que el colecho de noche pero si quiero que duerma mientras le llevo encima tengo que asegurarme de que haya silencio y eso, con un hermano de tres años y medio zascandileando, es muy muy complicado. Evidentemente, si le tengo conmigo no me puedo duchar, de modo que sigo teniendo los mismos problemas para encontrar este momento que tenía cuando era recién nacido.

La lista de consecuencias que tiene la falta continuada de sueño y la falta de descanso durante el día es larga y supongo que supérflua. A nadie se le escapa que es complicado el día a día con un bebé muy demandante que no duerme apenas y que necesita contacto constante y lactancia a demanda, a lo que sumamos otro hijo que te necesita muchísimo (y al que a veces siento que he abandonado) y un trabajo que atender (no nombro la casa porque la casa se cayó de la ecuación hace tiempo). Es algo que va más allá de tener mucho sueño o estar siempre cansada.

Yo no sabía lo que era ésto. Entendía lo duro que podía llegar a ser cuando otras mamás me lo contaban, me solidarizaba con ellas, pero no sabía realmente de qué me estaban hablando pues mi hijo Mayor ha dormido (casi) siempre mucho y bien y el colecho nos ayudó a dormir del tirón sin problemas. Ahora recuerdo algunos de sus testimonios y me dan ganas de salir corriendo a abrazarlas

Con esto no quiero asustar a nadie sino contar las cosas tal cual son. No están siendo buenos momentos los que estoy pasando, esa es la pura verdad. Pero al menos puedo aprovechar para homenajear a todos los que pasaron por esto antes que nosotros, ¡enhorabuena por haber sobrevivido!. A veces digo de broma (porque a pesar de todo no pierdo el humor) que ya me cobraré todas estas noches cuando venga de fiesta a las tantas, ¡qué bien me lo voy a pasar pasando la aspiradora cuando se acabe de acostar!.

Y para no despedirme con desánimo sino con algo simpático, os dejo el enlace de un post buenísimo sobre el tema (en inglés), que compartí ayer en Facebook y que me encanta, siempre que lo leo lloro de la risa:

What it is like to (not) sleep at night, illustrated with crappy pictures.