Ya me he paseado esta mañana por las redes sociales y he visto como vuelven a estar llenas de fotos de aquel evento que marcó el fin del recorrido de la tramitación de una contrarreforma de la Ley del aborto que pretendía cercenar nuestros derechos a decidir libremente (o casi) sobre ser o no madres. Aquello conseguimos pararlo.
Pero el camino hacia la igualdad sigue lleno de piedras y de pedruscos que no siempre son visibles.
La permanente actitud de algunos compañeros e incluso compañeras de viaje de la izquierda que siguen ejerciendo la mayor fidelidad en la servidumbre hacia el patriarcado es un claro ejemplo de lo que intento explicar. Y ahora no estoy pensando sólo en lo que ha ocurrido con la conformación del gobierno masculino de Syriza en Grecia, ni en ningún partido en particular. Me refiero a que sin ir más lejos esta semana comentaba con uno de esos compañero de izquierdas lo duro que me parecía el tema de Syriza. Un compañero y gran amigo personal que milita en la izquierda de mi pueblo. Su reacción a mi comentario fue casi furiosa y sus palabras las sentí como un jarro de agua fría. Su reacción desmesurada me dejó boquiabierta.
Según él, aparte de que se han de buscar siempre a “los mejores sin importar el sexo” cuando criticamos a Syriza o a cualquier otro partido por el tema de la falta de mujeres en las listas electorales, nos olvidamos (en este caso me olvidaba) de lo complicado que resulta “encontrar mujeres disponibles para ir en listas electorales”. Y se quedó tan ancho. No voy a negar que intenté hacer pedagogía y explicarle algunas causas de esa “falta de disponibilidad”, pero se cerró en banda. Sencillamente no quería escuchar ni entender nada. Su rabia hacía mi comentario le encerró en su caparazón y ya apenas pude hacer nada con el poco tiempo que tenía. Me quedé muy tocada puesto que en este momento se están elaborando las listas electorales para las elecciones de mayo y es importante llegar a visibilizar esa necesidad de paridad en las listas.
No voy a negar que gracias a la Ley de Igualdad las cosas han cambiado bastante en los últimos diez años, pero el resultado final sigue siendo el mismo: falta de paridad en la constitución de Ayuntamientos y resto de instituciones. El monstruo del patriarcado sigue presente pese al camino recorrido. Y lo que es peor, se camufla para convencer de su inexistencia incluso a quienes tienen clara la desigualdad de clase, de reparto de la riqueza, etc, pero son ciegos a la desigualdad de género.
Como vengo diciendo en alguna ocasión, cada día encontramos a más compañeros que van despertando a la evidencia de la desigualdad de género y se suman a esas exigencias de igualdad. Eso les honra ante mis ojos.
El patriarcado, como dije antes se camufla y aparece bajo nuevos discursos que justifican la “naturalidad” de esa desigualdad e incluso su inexistencia y la convierten en una mera manía de las feministas porque se nos han acabado los argumentos de verdad puesto que, “¿Acaso La Constitución no garantiza ya la igualdad en su artículo 14?, ¿Qué más queremos las feministas radicales?”. Me pongo enferma cada vez que escucho este tipo de argumentos. Y si no, este otro en boca de una mujer un poco mayor que yo: ” Con todo esto de la ley de igualdad y el discurso feminista radical, las mujeres más jóvenes están muy creciditas”. Uf!!! Puedo asegurar que tuve que practicar lo de las respiraciones profundas y darme un tiempo para responderle de manera pausada lo que entrañaban sus palabras. De nuevo el muro del no poder entender que en realidad es no querer entenderlo.
Hay muchas más piedras y pedruscos todavía en el camino hacia la igualdad real como decía al principio y estos son sólo dos ejemplos, pero hay más, muchos más. No quiero empañar para nada lo que ocurrió hace justo un año en Madrid con la gran manifestación del “Tren de la libertad”. Aquello fue histórico en muchos sentidos. Y era necesario también para pararle los pies al misógino de Gallardón. Y se consiguió.
Hoy es día para rememorar lo que fue aquello pero también lo es para reflexionar sobre lo que nos queda para desmontar ese monstruo llamado patriarcado. Y las aulas, todas ellas, son escenarios fundamentales para ir haciendo este trabajo día a día, palabra a palabra. La formación en Igualdad entre el personal docente es fundamental para que puedan convertirse en agentes de cambio de modelo social actual. Pero no sólo es fundamental formar al personal docente, lo es también formar al resto de la sociedad. Formar a madres y padres, a personas trabajadoras, a cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, a todo el aparato que conforma el Poder Judicial, a quienes conforman los poderes y gobiernan en las instituciones, a la sociedad en general. Sería esencial esta formación para que pudiera darse un cambio real, pero reconozco es lo que planteo es un poco utópico, puesto que el patriarcado ha instaurado en la mente de las personas en general un sistema de valores en el que lo “natural” está por encima de la “equidad”, en la que lo “desigual” está por encima de lo “justo.
Mi experiencia como formadora me indica que, en algunas ocasiones, con el debate que se produce en las aulas reales o virtuales, alguna persona se interesa por este tema y después busca profundizar y cuestionar la desigualdad. El hecho de que se abran los ojos y se cuestione el sistema patriarcal es, en sí mismo, una victoria.
Que alguien abra los ojos y se coloque las gafas violetas para observar desde otra perspectiva la sociedad, que se cuestione el orden “natural” que se nos impone, que se desconstruyan poco a poco los cimientos heredados y se modifiquen pautas como el lenguaje o los nefastos discursos sobre “no puedo, versus no quiero” que nos impiden romper moldes, es todo un éxito. Y a veces ocurre. Se despierta la conciencia feminista y entonces poco a poco todo va cambiando.
Al calor del recuerdo de lo ocurrido hace un año, reflexiono sobre lo conseguido y lo pendiente. Estoy feliz por lo que pudimos revertir. Era muy importante y no sólo para las mujeres del Estado Español mantener una ley vigente que, aunque con algunas lagunas, nos permite decidir sobre nuestra maternidad. Y como muy bien habrá podido comprobar quien me conoce, no he mencionado al terrorismo machista y sus consecuencias que prefiero dejarlo para la semana que viene con más información sobre un caso y sus consecuencias reales y simbólicas.
El recuerdo del momento emocional vivido hace un año ha de permitirnos ver las piedras y pedruscos pendientes y llevarnos como muy bien dice Mar Esquembre en su artículo de hoy a que “El tren de la libertad no puede parar. Hemos de darle a toda máquina. Nos jugamos la vida en ello.”
Desmontar el patriarcado es cosa de todas y también de todos, puesto que con la igualdad ganamos todas y todos. Con la fuerza que nos da la SORORIDAD y la SOLIDARIDAD podremos quitarle los sucesivos disfraces que utilizar para camuflarse y poco a poco ir desmontándolo.
En ello andamos ya muchas y cada vez más muchos.
Ontinyent, 1 de febrero de 2015
Teresa Mollá Castells
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