Es una celebración algo agridulce. Quiero pensar que es mi vuelta definitiva y que tengo que empezar a vencer a los demonios que me impiden seguir en el mundo digital, vencer al desánimo de pensar "para qué".
Me sigue encantando traducir en palabras lo que pienso sobre las cosas que se refieren a los niños, ya que no paro cada día de aprender de ellos.
Su mezcla de inocencia, de falta de límites en algunos casos más que en otros, una sinceridad desmedida, y muchas otras cualidades características de ellos y sólo de ellos, me hacen vivir situaciones que jamás viviría con un adulto.
Situaciones que a veces me llevan al límite de mi paciencia, y las cuales son necesarias también, para darse cuenta como actuar en momentos futuros cuando ocurren cosas similares con el mismo niño o con cualquier otro.
Pero la mayoría de situaciones que destacaría son las que me dejan boquiabierta.
Me dejan esa sensación, de que estoy rodeada de "pequeños sabios", que con su manera de actuar espontánea, consiguen que tenga que quedarme callada, y pensar que los adultos pensamos con una lógica que a veces es tan enrrevesada, que nos complica tanto la vida.
Deberíamos dejarnos llevar un poco más por la espontaneidad del momento, para así ser un poco más felices.
Me doy cuenta, que soy yo como adulta la que de verdad está rodeada de miedos e inseguridades, porque ellos tienen miedo a cosas más "reales" que nosotros, porque los monstruos, la oscuridad, estar solo, a algunos bichos o animales, etc., son los miedos que se clasifican como tal para cualquier persona.
En cambio, los miedos e inseguridades que tenemos los adultos, se basan casi exclusivamente en preocupaciones, es decir, en cosas que aún no han ocurrido, y que puede que ni siquiera ocurran, en cosas que solo existen en nuestra cabeza, pero que no nos dejan vivir.
Vivimos rodeados de inseguridades, porque todo lo analizamos, a todo lo que hacemos le buscamos la "preocupación", y no hacemos nada sin que nos quede la espina clavada, pensando si hemos hecho bien, qué consecuencias tendrá nuestra actitud.
Nos privamos de esa espontaneidad, esa simplicidad, de hacer cosas sin pensar, simplemente porque nos hacen feliz, lógicamente sin que afecte a nadie, ser un poco o un mucho más niños.
Quizás así, la enfermedad más recurrente en la población adulta no sería la ansiedad y la depresión.
Y de esto tengo que aprender yo, para quitarme este bloqueo digital, que me ha hecho que abonde algo que durante estos meses, me ha hecho feliz, me ha emocionado, me ha traído tanta alegría en palabras de la gente, que ha dejado sus comentarios tanto aquí como en Twitter.
Gente que se ha sentido identificada, gente que ha sentido que tenía que leer unas palabras para poder sentirse confortada, gente que ha encontrado una solución a múltiples dudas o al menos se ha tranquilizado al saber que algunas cosas con los niños no tienen solución y nos pasan a todos.
Y tantas cosas que he querido contar en estos meses, y tantas cosas que aprendo cada día que me gustaría seguir escribiendo.
Por eso me gustaría celebrar este 7 de Noviembre fecha en la que publiqué mi primer post Por qué Hijos Manual de Experiencia, porque creo que he cumplido en parte lo que allí os contaba.
Porque he sido clara, he expresado mi experiencia, mi opinión, y he dicho las cosas claras sin tapujos.
Quiero seguir haciéndolo, y aprender de mis niños, que hay que tirar hacia adelante con las cosas que te hacen feliz, aunque no se cumplan todos los objetivos por lo que haces esas cosas.
Y me encantaría poder escribir dentro de un año un post, volviendo a celebrar que todo va hacía adelante y que me acompañéis.
Así que hoy mi frase final va para mí misma y para toda persona que necesite un empujoncito para arrancar de nuevo aquello que abandonó y era bueno.
"Lo mejor de hacer un camino no es llegar al final, sino disfrutar de las vistas mientras lo recorremos"