El tiempo pasa sin sentir, vuela, un día y otro y otro y llega el final de una semana, un mes, un año. Sin embargo no todo el tiempo transcurre por igual, hay momentos que se quedan enganchados, que no fluyen con el resto en la corriente fugaz del tiempo; son instantes que perduran, y un año después, siguen ahí, como hoy, como ayer, como el pasado más reciente, ese que aún es presente. Las cosas cambian alrededor, la vida sigue su curso, pero ese momento es inmutable, regresa sin avisar y con él vuelven todas las emociones, tiemblan las manos, el corazón se sobrecoge, el nudo en la garganta, la incredulidad, las lágrimas... Al sentir que se acerca, se intenta bloquear, crear un muro de defensa para que el dolor no te alcance. Dice hermanita que la fecha salta ante ti, y con ella el dolor y los recuerdos, por mucho que te esfuerces no es un día más, un día cualquiera. Ha pasado un año y esta es su entrada.
"Recuerdo muchas veces los posts que mi prima Sole compartía en Facebook recordando cada año que pasaba sin su hija. Esa nueva manera de contar el tiempo, que la vida nos ha impuesto, tiene ahora un nuevo sentido para mí. Se enciende un reloj, se apaga otro, y ahí estás tú, en medio, completamente destrozada tratando de encajar las piezas de un puzzle que, por desgracia, no tiene solución.
Las fechas no son importantes. Repites y repites esa frase tratando de convencerte de cómo pasar ese día, uno más, un día que, sin embargo, parece saltar como un anuncio de neón en el camino que te toca vivir. Ahí está, parpadeando, esa fecha, un año, un número que has visto mil veces en mil papeles que habrías querido quemar. Parpadea otra vez y reaparecen los fantasmas, los recuerdos, las voces del peor día de tu vida.