Un año ya sin ti

Publicado el 06 abril 2024 por Monpalentina @FFroi

Y no es verdad la muerte
compañeros.
Tan solo cuando campe

Marcelino García Velasco

el olvido, su orla de silencio
sobre la verdad venial de vuestros cuerpos;
habrán muerto las flores.
Y habitará entre nosotros.

Sí, doce son los meses en los que ya no me esperas para leerme tus últimos versos, los que te hacían vivir con ilusión, con tu mano en la mía mientras leías con tu voz -a menudo henchida de emoción- porque el poema te había salido redondo y yo te lo repetía; es bueno, muy bueno... Ahondas, y escuchabas atento, en el surco como un arado romano al que únicamente tú empujas hasta herir la tierra que tanto amas y profundizar en ese surco donde, lo sabes bien, mantienes el pulso firme, la mente serena, y la esperanza de lograr un buen poema, otro más.

¿Dónde, amor, dejaste la esperanza del vivir?

Pasó la primavera y llovió para mí. Voló el verano y lloré por ti. Llegó el otoño y me dejé inundar con la saudade de Rosalía que me impedía respirar, y, de nuevo, el invierno, amargo en la soledad de tu ausencia rompió cualquier resquicio de huida hacia atrás porque tú, definitivamente, seguías en el lado de las sombras vigilando mi descanso, mi deambular sin objeto; quizá, despertabas las ganas de seguir hacia adelante como la sombra que avanza al desplazarse la persona que camina. Y sí, puedo ya, hacerlo. Y, sin embargo, hay días en los que no le veo objetivo a ese ajetreo diario del vivir sin ti. ¿Cómo es posible que deba buscar -en solitario- el camino que habitamos siempre juntos? A veces voy al pueblo, escribías, y buscabas a los niños que llenaron la canción amarilla de tu infancia. Y te ponías triste. Ya no estaban. Ni volverían jamás. Esa es la sensación que, desde tu marcha, acompaña mis horas, los interminables días que cuento una y otra vez para cerciorarme de que sigo en ellos y me pregunto para qué. Y rezo cada noche: Que nadie me robe, nadie, la esperanza de encontrarte.

El sábado día seis, no pudo ser el siete, en la misa de las ocho de la tarde, en san Lázaro, volveremos a recordar que en espíritu sigues con todos los que te quisimos tanto. Mientras podamos recordarte, Marcelino, mi poeta, no te habrás ido del todo.


Sentir de la palabra
Una idea de Carmen para Curiosón