José María Tasso se llamaba realmente José Tasso. El “María”, como su famoso flequillo, era una extensión, un intento de alargar el nombre para hacerlo más eufónico, del mismo modo que su flequillo le alargaba el rostro para hacerlo más divertido. A la carrera de este actor secundario ha dedicado este burgomaestre farsante y chapucero un buen puñado de horas y esfuerzos, con el resultado final de una entrada en tres partes en la que tuvo que emplear conjeturas con las que rellenar grandes agujeros en la escasa información de que disponía sobre la vida personal del artista. Sin ir más lejos, este burgo ni siquiera sospechaba que el protagonista de su obra se llamara realmente “José” y no “José María”, como probó al reseñar, como curiosidad, que en algunos de sus primeros films apareciera acreditado con el “José” a secas. Esa y otras muchas inexactitudes acudió a corregir una persona sensacional y autorizadísima, alguien quien, precisamente, compartió su vida con la de Tasso durante treinta años, y que tuvo con él cinco hijos, Eugenia Vilallonga y Martínez Campos. Vaya para ella la gratitud más sincera de este burgo trapacero. Y para los pacientes y condescendientes amigos de Lady Filstrup,este apéndice que les evitará releer la larga entrada dedicada a Tasso, pues contiene las correcciones y novedades que serán allí incorporadas, expuestas en lugar aparte. Ilustrándolo, este burgo ha incorporado imágenes de dos películas de que las que no disponía aún en el momento de confeccionar la entrada.
Dice Eugenia Vilallonga que “A Jóse(ella le llamaba así, con el acento en la “o”) no le gustaba la industria cinematográfica, que a él le gustaba interpretar, representar, figurar, en el cine como en la realidad, y no quería que se le considerase actor profesional, que eso le parecía triste y limitado. Este punto de vista hacía que no tuviera amigos entre los profesionales, y los pocos que tenía no eran íntimos ni mucho menos. Tenía cierta amistad con Berlanga, pero era una amistad anterior al cine, como casi todos sus amigos era una amistad de la infancia, del cole, compañero de su hermano mayor en Valencia. A nuestra casa –dice Eugenia- sólo vinieron José María Elorrieta, Jaime Álvarez y su mujer, Juana, que fue testigo en la boda de nuestra hija mayor, y Rafael Moreno Alba.
En los rodajes era más amigo de técnicos y trabajadores que de estrellas.”
La historia de una pareja
Un día de la Semana Santa de 1960, en el café del Hotel Europeo de La Granja, a José Tasso le presentan unos amigos comunes a una joven encantadora. Se trata de Eugenia Vilallonga y Martínez Campos, que cuenta entonces dieciocho tiernos años. Hija mayor de los duques de la Seo de Urgel (título que pertenece realmente a su madre), una familia procedente de la payesía de Llagostera, que incluía un abuelo diputado y conde de Vilallonga, la joven no conoce al actor ni a su flequillo, pues ni siquiera suele ir al cine. Su contacto con las películas se produce en las sesiones privadas que se celebran en un enorme salón en su casa, un palacio en la Castellana, con películas alquiladas y un proyector Revere de 35 mm, de su vieja tía, hermana de su bisabuela. Con preferencia, en lo cinematográfico, por los films de Hitchcock y por el galán hollywoodiense Robert Taylor, Eugenia encuentra atractiva la personalidad de Tasso y el hecho de que sea actor le divierte. Ambos inician una relación, a través de la cual, la joven busca el camino de la libertad.
Los padres de Eugenia recelan de Tasso. Piensan que, con sus antecedentes, ha dado prueba de inconstancia (recordemos que abandonó los estudios de medicina y también varios empleos) y no consideran sus limitados trabajos como actor garantía suficiente para el porvenir de su hija, a la cual, además, ven demasiado joven e inexperta para comprometerse. Así las cosas, se oponen a que la relación prospere, y disponen “maniobras de distracción” con las que conseguir que su hija adquiera una formación más sólida, y, a la vez, se aleje de su novio “el peliculero”.Mientras Tasso se dedica a estudiar en el Instituto de Nuevas Profesiones la carrera de Técnico Publicitario y de Relaciones Públicas, Eugenia es enviada a pasar varios cursos en internados en el extranjero, donde aprende otras lenguas y costumbres y donde conoce gente diversa, pero pese a ello y a que la relación que había establecido con Tasso se regía según normas muy liberales que les permitían relacionarse a ambos con otras personas, se mantiene firme en su convicción de casarse con el actor. La decisión la tenían ya tomada los dos desde 1962 y se trataba, simplemente, de esperar que Eugenia alcance la mayoría de edad. En ese momento, la joven anuncia a sus padres sus intenciones y a éstos no les queda otro remedio que acceder,
En los primeros 7 años del matrimonio, Eugenia y José tienen tres vástagos. A él le ha procurado su suegro un trabajo en una empresa en la que es consejero, pero el empleo de oficina es contrario a la naturaleza del actor, que difícilmente puede cumplir con sus obligaciones, agobiado como está por la rutina y el encierro. Trata de compaginar la colocación con participaciones en films pero pronto se revela que no es posible. Con distintos pretextos, o sin excusa alguna, Tasso protagoniza diversas escapadas a los rodajes de sucesivas películas, las cuales repercuten negativamente en el provechoso desempeño de su trabajo en la empresa. Esta situación crea una tensión creciente entre el joven matrimonio y los padres de Eugenia, que se ven a sí mismos responsables de la falta de profesionalidad de Tasso ante la empresa en la que le habían colocado. Lo que sí consigue el actor en esta época con brillantez es revalidar en la Universidad Complutense el título de Técnico Publicitario y Relaciones Públicas, obteniendo el número 2 de su promoción y recibiendo el diploma de manos del ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne. Pero como la situación laboral de Tachuela es insostenible, en 1970, José Tasso y su joven esposa tienen la idea de montar un bar en la Granja, al cual bautizarán con el nombre de “Chez Tachuela”. Es la madre de Eugenia quien les proporciona el dinero para montar el negocio, en forma de un préstamo sin intereses y sin plazo de amortización. En “Chez Tachuela”, marido y mujer se reparten las funciones de manera que Eugenia se ocupa de la cocina y sale a la barra, mientras que Tasso se dedica a atender a los clientes de las mesas y a las relaciones públicas. Además, cada noche, cuando cierra la cocina, Eugenia entretiene a la parroquia cantando canciones francesas. El negocio marcha bastante bien, tanto que en un año consiguen devolver el importe del préstamo recibido. La clientela habitual, formada en su mayoría por gente de Segovia, está trufada de músicos, escultores, ceramistas, pintores , periodistas, gentes de la radio, compañeros de la hostelería atraídos por los platos que prepara Eugenia y por sus canciones... Las veladas suelen prolongarse hasta pasadas las tres de la madrugada. La bonanza de “Chez Tachuela” dura un lustro, aproximadamente, al cabo del cual, la rentabilidad del mesón empieza a decaer: se están abriendo otros bares que hacen que la clientela se reparta, hay población que migraba de la zona… En ese periodo, Tasso y Eugenia han incrementado su prole en dos hijos más, y la economía familiar necesita un nuevo empuje, que afortunadamente viene dado por la vía cinematográfica. Varias productoras empiezan a rodar sus nuevas
Anécdota de “Canción de juventud” (que va en el capítulo correspondiente): Fue el primer rodaje al que Tasso llevó a su novia, Eugenia. Luis Lucia, que de alguna forma fue advertido, preparó un aperitivo en honor de la visita creyendo (sin fundamento) que se presentaría acompañada de su aristocrática madre, pero Eugenia fue sola con Tasso. La joven preguntó si podría incorporarse a la figuración, por diversión, y se hizo la prueba, pero el resultado no satisfizo a Lucia. ¡Eugenia era demasiado alta, sacaba toda la cabeza a las demás chicas! Con lo que se quedó sin salir en “Canción de juventud” por destacar demasiado.
El matrimonio que contrajeron José Tasso y Eugenia Vilallonga en 1964, superando objeciones paternas y dificultades económicas, fructificó en cinco hijos. Su vida en común se desarrolló feliz y creativamente durante más de veinte años de convivencia, pero terminó, como sucede tan frecuentemente, en un camino que se bifurca en dos sendas divergentes. Judicialmente hablando, tal hecho se sustancia en una sentencia del Juzgado de 1ª Instrucción de Segovia de fecha 22 de octubre de 1990 que decreta la separación conyugal del matrimonio formado por José Tasso y Eugenia Vilallonga. Algo más de dos años después, en mayo de 1993, el mismo juzgado lo declara disuelto por divorcio. Testimonio directo de los motivos que provocaron tal desenlace son las palabras de la propia Eugena Vilallonga:
“Ya en los 80s, cada vez eran más frecuentes los viajes a Madrid de Jose (en realidad yo le llamaba con acento en la "o") y más largas las estancias.... Se alojaba en casa de amigos, en una especie de Facebook fisico, de círculo cerrado, de amigos de amigos que te hacen favores que algun día debes devolver... Gente divertida y fardona. Pero era gente, en su mayoria, de alta cuna y baja cama, como diría Cecilia, de arraigados principios inmorales y fuerte posición económica, social y administrativa, tipo alcaldes de Marbella, que nada tenía que ver ni conmigo ni con el cine...
Mientras tanto, yo trabajaba como traductora para la revista del Partido Feminista, para un sindicato obrero italiano y alguna que otra cosa que surgiera por ahí. Conocí también gente nueva, descubrí sufrimientos mucho mayores que los nuestros, miserias humanas que me quemaban el alma, servidumbres espantosas, injusticias y abusos de todo tipo. Y toda esa gente del foro, "divertida y fardona", me revolvía las tripas y yo no dudaba en demostrarlo. Nuestras mentalidades evolucionaron cada una hacia su nuevo mundo. Se fueron gastando nuestras ataduras y nuestras antiguas lealtades y descubrimos que nuestro tiempo habia pasado, el nudo que nos unía se había deshecho. Había decisiones que tomar y todo quedaba siempre en el aire, pendiente de un regreso.
Un dia recibí una carta del juzgado: Jose quería la separación. No comprendí nada. Dos veces ya lo había intentado yo y el me convenció para volver... Le di la carta a mi abogado para que se ocupara. Prepararon un convenio en el que cada uno se iba con lo que era suyo, preguntaron a los chicos con quien querían vivir, y se firmó. Jose se fue a casa de su hermana y volvió a los quince días pidiendo asilo. Se lo di y se quedó. Todo seguía igual. Dos años después -el plazo mínimo exigido entonces por la Ley- pedí el divorcio. Se marchó.
Un tiempo después supe que había conocido a Mamen .... y descansé por fin: la historia terminaba bien.”
Nuevamente cedo la palabra a Eugenia para dar cuenta del desenlace de la historia de Tasso, tal como a ella se la explicó su hija María Eugenia:
“La última vez que le vi venia a traerme el duplicado de la cartilla de SS. Falleció pocos días después: le bajaban al quirófano cuando surgió una urgencia, le aparcaron en el pasillo del sotano y allí se quedó, durante una espera interminable, el pobrecillo, solo, solo... La urgencia era un joven traficante de drogas colombiano herido a navajazos en un ajuste de cuentas. La mayor esperanza de vida del joven impuso la larga espera. Finalmente le intervinieron, pero no pudo superar la operación.”
José Tasso acababa de celebrar su sexuagésimo cumpleaños, sólo unos días antes, rodeado de sus hijos y nietos. Aquellas solitarias horas de espera tendido en una camilla, en aquel pasillo de hospital, necesariamente debieron servirle para hacer balance de su vida, que estaba a punto de situarse al pie del abismo.