Me gustan los autores polifacéticos que en cada historia pueden crear un mundo distinto y reinventar su estilo. Tal vez por eso me decepcionó en su día Javier Marías. Leí “Corazón tan blanco” y quedé fascinado. Entonces me lancé sobre “Mañana en la batalla piensa en mí” y descubrí que me había vuelto a contar la misma historia y encima utilizando 200 páginas más de las que hubieran hecho falta. Desde entonces no he vuelto a leer nada de él.
Con el chino Wang Meng me ha pasado lo contrario empecé a leer una recopilación de cuentos suyos de finales de los ochenta hecha por Françoise Naour y editada por Gallimard en la colección Folio bajo el título “Contes et libelles” (“Cuentos y libelos”) y me ha fascinado su versatilidad. Cada cuento casi podría haber sido escrito por un autor distinto.
El cuento más famoso del libro es “Duro, dura el potaje” (”Dur, dure le brouet”). Escrito en 1989, es una parodia sobre una familia china que siempre ha llevado la misma vida, hasta que se ve afectada por los vientos del cambio, cuando el patriarca se pregunta si no habría que reformar algo y así empieza un ritmo vertiginoso de reformas: la compra de un radio-cassette, la supresión de la siesta, que desemboca en la madre de todas las reformas, la de la comida familiar. El cuento es irónico y uno puede imaginarse que en el contexto en el que se escribió debió de resultar bastante subversivo.
Sin embargo, mi cuento favorito es “La que bailaba” (“Celle qui dansait”). Es el reencuentro, por última vez, de dos viejos camaradas. Reproduce con mucha poesía e intimismo la charla de dos ancianos, donde los recuerdos del pasado, se mezclan con las naderías del presente y muchas cosas quedan por decir.
Hay uno de los cuentos “Nec Plus Ultra” que me ha hecho lamentar no saber leer chino. A través de la traducción uno intuye el vanguardismo y los juegos verbales que debe contener el original. Transcribo el inicio del cuento según su traducción francesa; me parece que si lo tradujera al español, me saldría un bodrio y desharía todos los efectos verbales de la traductora, que supongo que estarían también en el original:
“Le héros (R.O.? air, eau?) de notre récit (ré si?raie scie?), Xiang Ming, vous pourriez à bon droit l’appeler (a continuación Wang Meng juega con los significados de los distintos ideogramas que podrían utilizarse para transcribir el nombre del protagonista) Approche-du-Jour, ou Tatouage-du-Cou, ou Chant-Profond, ou Thé-Parfumé, ou Nom-de-Province, ou Enfers-du-Hunan, ou Vie-d’Heureux-Augure… et ainsi de suite, jusqu’au dernier terme de la série des homonymes, faisant de sa très problématique identité un ensemble de variations sur les sens posibles des deux caracteres qui composent son nom.”
Hay un fragmento en este cuento cuya sonoridad me encanta y me pregunto si es puro virtuosismo de la traductora o si ya estaba presente en el original:
“Sur un char à boeufs, traversa moissons à Poison, chaumes au chômage, cannelés de canaux ou torturés de tertres, si chaotiquement cahoté que le cul, cacatapulté, lui cuicuisait. Chevauchant un cheval ou, mieux encore, chameauchant un chameau, traversa le Gobi, accablé d’effroi par tant de solitude, de désolation et de chardons vagabonds, concluant que sables des déserts ou plages de sable sont au tibias identiques tapis…”
Otros cuentos a retener de la recopilación son “Ma-el-Sexto” (“Ma-le-Sixième”), un hombre cuya vida pende de un ascenso funcionarial, “Dialéctica” (“Dialectique”), una fábula sobre un reino donde el arte de la oratoria es venerada, o “Viejo patio interior tan profundo…” (“Vieille cour du dedans, si profonde…”), las aventuras y desventuras de un compositor rehabilitado…