(Se que había prometido una entrada sobre David Garrett, pero como era un texto que acabo de presentar a un concurso, prefiero posponer su publicación hasta el fallo del jurado, a ver si hay suerte.)
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Después de haber estado casi dos años en la ciudad alejada de sí misma, Giselle volvía al pueblo para enfrentarse a su pasado.Toda la familia tenía puesta su mirada en el baile del próximo miércoles donde se darían cita las familias adineradas de la zona en compañía de sus hijas casaderas. Naturalmente Giselle y su familia estaban invitadas, como también lo estaba el matrimonio Rocherford, aunque nadie sabía a ciencia cierta si su hijo haría acto de presencia. La noticia del regreso de Giselle había corrido como la pólvora entre los vecinos y todos curioseaban sobre la posible asistencia del joven Rocherford al baile y su, también posible, reencuentro con Giselle.Evidentemente, Giselle estaba al corriente de esta situación y para una muchacha en su situación, esta incertidumbre se hacía casi insoportable.
Todos se preguntaban y apostaban sobre si el joven Rocherford, en el caso de que acudiera al baile, sacaría a bailar a Giselle. Esta cuestión también preocupaba sobremanera a Giselle aunque trataba por todos los medios de parecer natural y serena ante su familia y vecinos, así que, desde que supiera del acontecimiento del miércoles y de las habladurías de las que era objeto, se pasaba las tardes leyendo en su rincón preferido del jardín sentada en un banco de piedra protegida por un frondoso emparrado de buganvillas. De vez en cuando se le veía levantar la vista hacia el horizonte como si recordara, pero rápidamente volvía al libro con una sacudida de cabeza.
- Estoy segura de que el joven Rocherford te sacará a bailar nada más verte, querida. Es tan apuesto. Deberías verle cabalgando por el pueblo. Es tan galante. Escuché a la señora Brooks decir que el joven está interesado en saber si irás al baile, lo cual quiere decir que él también acudirá. Será mejor que te prepare el vestido blanco. Estarás radiante.- No tengo ninguna intención de estarlo.- ¿Cómo puede darte igual una cosa así? Yo en tu lugar, estaría histérica preguntándome si estaré o no lo suficientemente atractiva para él. Estas muy delgada y pálida, hija. Mírate, estás triste, otra vez.- Me trae sin cuidado. Aún no he decidido si iré al baile. Lo más probable es que me quede en casa.- Por supuesto que irás. Ninguna muchacha en su sano juicio obviaría una oportunidad así; además tendrás que apuntar a alguien en tu carnet de baile.- Mi carnet de baile está vacío.- Pues con alguien tendrás que bailar. ¡Qué dirá la gente si te viera sentada durante toda la velada con esa cara! Yo creo que el señorito Rocherford es una buena opción, hija. Ninguna muchacha en su sano juicio…- Yo no estoy en mi sano juicio, madre. - ¿No estarás dándole vueltas otra vez al asunto ese de la señorita Marie-Anne?- No.Pero nunca jamás en la historia de la literatura ese “no” tuvo más intención y sentimiento de “sí”.- Tú verás... Clarissa Johnson irá también al baile y estoy segura de que tendréis muchas cosas que contaros y más, después de no haber acudido a su enlace con el señor Fritz; aunque claro, era de esperar, el señorito Rocherford es el mejor amigo de su marido.Algo contrarió la voluntad de Giselle al escuchar el nombre de su querida amiga Clarissa y suspiró de fastidio ante el semblante triunfal de su madre. En el fondo se sentía complacida de volver a ver a su buena amiga después de tanto tiempo, aunque fuera en ese odioso baile.
Los días se sucedían, al igual que las páginas de los libros en los que Giselle se refugiaba bajo la sombra de las buganvillas, hasta que por fin, llegó el miércoles.
Giselle, luciendo su vestido azul, hizo acto de presencia en la sala de baile colgada del brazo de su amiga Clarissa. Su semblante estaba serio y asustado. Mientras saludaba distraídamente con ligeras inclinaciones de cabeza a las personas hambrientas de cotilleos que se acercaban a saludarla, sus ojos buscaban disimuladamente por la sala la figura de un caballero. En el momento en que Clarissa la dejó sola para acudir momentáneamente junto a su esposo para cumplir con los saludos protocolarios, Giselle notó cómo una mirada fría y penetrante se clavaba en ella. Era él. Sus miradas se entrecruzaron durante unos segundos, antes de que Clarissa, ajena a lo que acababa de ocurrir, volviera con una ristra de suculentos cotilleos sobre el hijo bastardo del procurador. Los bailes dieron comienzo mientras las dos amigas charlaban distendidamente sobre sus asuntos. Había que bailar dos piezas seguidas con la misma pareja para que el encuentro resultara fructuoso y el carnet de baile de Giselle iba llenándose a medida que los jóvenes de la sala se cercioraban de su discreta pero evidente belleza y sus modales refinados.Justo después de haber bailado una polka volvió con su amiga, tomaron unos refrescos y cotillearon divertidas sobre la torpeza de su última pareja de baile. De pronto, una sombra se cernió tras ella. Giselle apretó los ojos como queriendo despertarse rápidamente de un sueño que comenzaba a parecerle agradable. - Señor Rocherford-. Saludó Clarissa contrariada inclinando ligeramente la cabeza y mirando de reojo a su amiga.- Señora Fritz-. Saludó él con una ligera inclinación.Se hizo un silencio incómodo. Giselle se dio la vuelta y sin mirar a la cara al recién llegado saludó cortésmente. - Señor Rocherford.Él le respondió al saludo igualmente. - Me preguntaba si querría usted reservarme los dos últimos bailes.La mirada de Giselle brilló fugazmente y se clavó en el suelo al tiempo que su cabeza asentía tímidamente.Cuando el joven se hubo alejado Giselle se agarró del brazo de su amiga con una sensación de mareo.
Todo el mundo a su alrededor murmuraba indiscretamente sobre lo que acababan de presenciar.
Llegado el momento, el señorito Rocherford se acercó y sacó a bailar a Giselle. El baile comenzó. Todos en la sala los miraban; unos con disimulo; otros con descaro.- - ¿Qué tal su estancia en Londres?- Muy tranquila, señor Rocherford. Gracias por su interés.- - Debe saber que fui a buscarla. Me siento muy afligido por todo lo ocurrido; pero permítame que le cuente lo que sucedió.
- Las explicaciones llegan demasiado tarde, señor Rocherford.- Permítame que me excuse. La señorita Marie-Anne me envió una carta el día anterior a nuestro enlace, en la que me advertía de que usted me había deshonrado enamorándose de otro caballero.- No se moleste, señor Rocherford, no deseo escuchar más mentiras; la misma Marie-Anne me lo contó en su carta; fue usted el que me abandonó por otra mujer el día antes de nuestra boda; aunque nunca hubiera sospechado que la mujer a la que se refería fuera ella misma, mi mejor y más leal amiga. Les vi juntos la mañana de nuestra boda.- Esa mañana permaneció a mi lado mostrándome toda su comprensión y apoyo. Tras su precipitada marcha a Londres sólo podía pensar en que usted se había fugado con el otro caballero. Al cabo de los meses me confesó que estaba enamorada de mí; yo la rechacé, pues sólo podía pensar en usted. Se sintió despechada y me confesó todo su plan con la intención de herirme. Inmediatamente salí hacia Londres en su busca, pero me fue imposible encontrarla. Si me diera permiso para pasear con usted alguna tarde, podría demostrarle el afecto quele profeso. Necesito enmendar el agravio que le he hecho padecer, aunque creamo queno fue deliberado.Giselle tenía el corazón en un puño.- Tiene usted un noble corazón, señor Rocherford.- Por favor, llámeme Tom, se lo ruego.