-Cava, por favor -no dudó.Y brindó por él, y se disparó una foto más que acortaría distancias. Y volvió a llorar con desconsuelo.Desconsolado, acariciaba lo que perdió, lo que tuvo y ahora no, lo que quizá no volverá:-Gaby, ¡ay de mí!Nos bajamos en la escala, cuatro inútiles horas de aeropuerto, había wi-fi, menos mal, por aprovechar. Comida, café y volver al aire. Cuando ya volábamos recordé a Adrián, sabía su nombre porque lo leí en la tarjeta de embarque, ¿estaría también en el vuelo?Me levanté al lavabo, la cabina estaba a oscuras, la mayoría de los pasajeros dormía, algunos leían o se entretenían con la película o sus gadgets electrónicos. En los asientos junto a los servicios un joven reposaba la cabeza en el hombro de su compañero, era Adrián, que ya no lloraba.Texto: Ángeles Jiménez
-Cava, por favor -no dudó.Y brindó por él, y se disparó una foto más que acortaría distancias. Y volvió a llorar con desconsuelo.Desconsolado, acariciaba lo que perdió, lo que tuvo y ahora no, lo que quizá no volverá:-Gaby, ¡ay de mí!Nos bajamos en la escala, cuatro inútiles horas de aeropuerto, había wi-fi, menos mal, por aprovechar. Comida, café y volver al aire. Cuando ya volábamos recordé a Adrián, sabía su nombre porque lo leí en la tarjeta de embarque, ¿estaría también en el vuelo?Me levanté al lavabo, la cabina estaba a oscuras, la mayoría de los pasajeros dormía, algunos leían o se entretenían con la película o sus gadgets electrónicos. En los asientos junto a los servicios un joven reposaba la cabeza en el hombro de su compañero, era Adrián, que ya no lloraba.Texto: Ángeles Jiménez