A priori, una historia sobre la intervención de un logopeda en la solución del grave problema de un tartamudo a la hora de hablar en público no parece resultar demasiado atractiva. Sin embargo, El discurso del rey consigue convertir semejante argumento en todo un deleite para quien se sienta a verla. Nos introduce entre los dobleces de la vida privada de la familia real británica en un momento crucial para su devenir y su permanencia. El príncipe Albert, duque de York, Bertie para los amigos, está intentando librarse de su engorrosa tartamudez con la intención de poder salir airoso de algún que otro speech al que su profesión obliga. Pero, ¡oh, carambolas del destino!, parece que nada en los planes de sucesión va a ocurrir como parecía estar previsto. Serán esta circunstancia y otras tantas más personales las que vayan conformando esta magnífica recreación biográfica (desconozco si fiel o no a la realidad).
Partiendo de un guión redondo siempre se tiene mucho ganado. Si a esto se le añade una buena realización y grandes dosis de sentido del humor, digamos que el público estará en tu bolsillo. Tom Hooper dirige con brillantez y los chicos de producción, dueños del mencionado bolsillo, han cuidado todos los detalles al máximo. El resto ya es cosa de los actores... y menuda cosa.
En cuanto a la música, últimamente Alexandre Desplat está en casi todo, aunque siempre en su sitio. Esta vez sus composiciones llegan acompañadas de otras de Beethoven o Mozart, nada menos. La música tiene aquí la función de enfatizar, apoyar en ese camino interior que Bertie tendrá que recorrer, contrayendo una carga muy pesada de responsabilidad, en busca de la autoridad para convencer a su pueblo de que se puede luchar contra el nazismo. En fin, una historia entretenidísima que también trata sobre la amistad y la superación.